Riccardo Caldura acuñó el término ‘geopatía’ para nombrar el profundo malestar humano y de la Tierra; un término que designa algo equivalente a una enfermedad, pero que también permite vislumbrar «la íntima conexión entre nuestra vida y el entorno». Incluso los terraplanistas y los negacionistas del cambio climático han terminado por experimentar la catástrofe generada por el Antropoceno que otros consideran una consecuencia inevitable de la voracidad global del capitalismo. La declinación, desplegada magistralmente por Paul Preciado, de la fórmula según la cual «el tiempo está desquiciado» obliga a establecer un compromiso crítico que ojalá lleve a otras formas de habitar y ‘con-vivir’ en la Tierra.Noticias relacionadas estandar Si El Museo Thyssen, ‘colonizado’ por Francesca, hija del barón Natividad Pulido estandar Si Entrevista Isabel Coixet: «Me causa horror ese momento de la gente en Ibiza aplaudiendo una puesta de sol» Bruno Pardo PortoLa excepcional exposición ‘Terrafilia’ funciona como un ‘ensayo’ en forma de ‘cámara de las maravillas’ post-renacentista que persigue un ‘renacimiento’ de la esperanza. Daniel Zyman ha sabido aproximar y poner en diálogo, de forma muy lúcida, obras de la TBA-21 y del Museo Thyssen, desborando los marcos rígidos de la historia lineal o las catalogaciones estilísticas, para plantear, sin caer en dogmatismos, cuestiones cruciales que nos afectan. Desde los cosmogramas a la potencia onírica, de la animación planetaria a lo que califican como «retorno de los mitos», ofrecen unas espacializaciones lúdicas en las que es decisivo el display arquitectónico de Marina Otero Verzier, que, literalmente, curva las paredes y las convierte en velos traslúcidos que intensifican la sensación de porosidad en esta aproximación ‘intempestiva’, en el sentido nietzscheano, a nuestro destino.Cámara de las maravillas. De arriba abajo, ‘Autoinducción’, obra de Asunción Molinos Gordo; detalle de ‘Pintura con tres manchas’, de Kandisnky; y ‘Maniquí con vestido I y II’, de Akeem Smith y Jessi Reaves ABCLas correspondencias o analogías en las que entran en juego cuadros de Brueghel o Dalí, visiones surreales de Yves Tanguy o dinámicas abstracciones de Kandinsky son arriesgadas y, al tiempo, oportunas, sobre todo si buscamos superar la homofonía entre museo y mausoleo formulada sarcásticamente por Adorno. Guillermo Solana reconoce que tiene algo de dispositivo ‘bienalístico’ a pequeña escala, que lo único que ‘lamenta’ es no haber realizado antes este ejercicio de yuxtaposición. Afortunadamente, el resultado de estas interconexiones entre colecciones tan diferentes no deriva hacia el sermón, sino que genera un terreno rizomático muy fértil. En algunas secciones da la impresión de que el esfuerzo de esta mirada ecológica post-humanista lleva hasta una regresión romántica, en la que la ‘nueva mitología’, reclamada en el primer programa del idealismo alemán, está proyectada en forma de paisajismo sublime. El imponente cuadro de Thomas Cole ‘Expulsión. Luna y luz de fuego’ (1828) o ‘Cruz en la naturaleza salvaje’ (1857) son ejemplos de un anhelo nostálgico de espiritualidad cuando el desierto del nihilismo ha colonizado nuestros corazones. ‘Terrafilia. Más allá de lo humano en las colecciones Thyssen-Bornemisza’ Colectiva. M. Thyssen. Madrid. Pº del Prado, 2. Comisaria: Daniela Zyman. Colabora: Finsa. Hasta el 24 de septiembre. Cuatro estrellas.En el sórdido desastre que hemos perpetrado surgen incertidumbres radicales, entre otras, la de si tenemos que liberar al Kranen, como sugiere Báyò Akómoláfé o si ya acumulamos demasiados monstruos por culpa del ‘sueño de la razón’. Más allá de la retórica del post/trans humanismo, pueden abrirse líneas de fuga, «en el disfrute –como apunta Zyman– de mundos habitados e imaginados de manera diferente». En ellos nos va la vida. Riccardo Caldura acuñó el término ‘geopatía’ para nombrar el profundo malestar humano y de la Tierra; un término que designa algo equivalente a una enfermedad, pero que también permite vislumbrar «la íntima conexión entre nuestra vida y el entorno». Incluso los terraplanistas y los negacionistas del cambio climático han terminado por experimentar la catástrofe generada por el Antropoceno que otros consideran una consecuencia inevitable de la voracidad global del capitalismo. La declinación, desplegada magistralmente por Paul Preciado, de la fórmula según la cual «el tiempo está desquiciado» obliga a establecer un compromiso crítico que ojalá lleve a otras formas de habitar y ‘con-vivir’ en la Tierra.Noticias relacionadas estandar Si El Museo Thyssen, ‘colonizado’ por Francesca, hija del barón Natividad Pulido estandar Si Entrevista Isabel Coixet: «Me causa horror ese momento de la gente en Ibiza aplaudiendo una puesta de sol» Bruno Pardo PortoLa excepcional exposición ‘Terrafilia’ funciona como un ‘ensayo’ en forma de ‘cámara de las maravillas’ post-renacentista que persigue un ‘renacimiento’ de la esperanza. Daniel Zyman ha sabido aproximar y poner en diálogo, de forma muy lúcida, obras de la TBA-21 y del Museo Thyssen, desborando los marcos rígidos de la historia lineal o las catalogaciones estilísticas, para plantear, sin caer en dogmatismos, cuestiones cruciales que nos afectan. Desde los cosmogramas a la potencia onírica, de la animación planetaria a lo que califican como «retorno de los mitos», ofrecen unas espacializaciones lúdicas en las que es decisivo el display arquitectónico de Marina Otero Verzier, que, literalmente, curva las paredes y las convierte en velos traslúcidos que intensifican la sensación de porosidad en esta aproximación ‘intempestiva’, en el sentido nietzscheano, a nuestro destino.Cámara de las maravillas. De arriba abajo, ‘Autoinducción’, obra de Asunción Molinos Gordo; detalle de ‘Pintura con tres manchas’, de Kandisnky; y ‘Maniquí con vestido I y II’, de Akeem Smith y Jessi Reaves ABCLas correspondencias o analogías en las que entran en juego cuadros de Brueghel o Dalí, visiones surreales de Yves Tanguy o dinámicas abstracciones de Kandinsky son arriesgadas y, al tiempo, oportunas, sobre todo si buscamos superar la homofonía entre museo y mausoleo formulada sarcásticamente por Adorno. Guillermo Solana reconoce que tiene algo de dispositivo ‘bienalístico’ a pequeña escala, que lo único que ‘lamenta’ es no haber realizado antes este ejercicio de yuxtaposición. Afortunadamente, el resultado de estas interconexiones entre colecciones tan diferentes no deriva hacia el sermón, sino que genera un terreno rizomático muy fértil. En algunas secciones da la impresión de que el esfuerzo de esta mirada ecológica post-humanista lleva hasta una regresión romántica, en la que la ‘nueva mitología’, reclamada en el primer programa del idealismo alemán, está proyectada en forma de paisajismo sublime. El imponente cuadro de Thomas Cole ‘Expulsión. Luna y luz de fuego’ (1828) o ‘Cruz en la naturaleza salvaje’ (1857) son ejemplos de un anhelo nostálgico de espiritualidad cuando el desierto del nihilismo ha colonizado nuestros corazones. ‘Terrafilia. Más allá de lo humano en las colecciones Thyssen-Bornemisza’ Colectiva. M. Thyssen. Madrid. Pº del Prado, 2. Comisaria: Daniela Zyman. Colabora: Finsa. Hasta el 24 de septiembre. Cuatro estrellas.En el sórdido desastre que hemos perpetrado surgen incertidumbres radicales, entre otras, la de si tenemos que liberar al Kranen, como sugiere Báyò Akómoláfé o si ya acumulamos demasiados monstruos por culpa del ‘sueño de la razón’. Más allá de la retórica del post/trans humanismo, pueden abrirse líneas de fuga, «en el disfrute –como apunta Zyman– de mundos habitados e imaginados de manera diferente». En ellos nos va la vida.
Riccardo Caldura acuñó el término ‘geopatía’ para nombrar el profundo malestar humano y de la Tierra; un término que designa algo equivalente a una enfermedad, pero que también permite vislumbrar «la íntima conexión entre nuestra vida y el entorno». Incluso los terraplanistas y los … negacionistas del cambio climático han terminado por experimentar la catástrofe generada por el Antropoceno que otros consideran una consecuencia inevitable de la voracidad global del capitalismo.
La declinación, desplegada magistralmente por Paul Preciado, de la fórmula según la cual «el tiempo está desquiciado» obliga a establecer un compromiso crítico que ojalá lleve a otras formas de habitar y ‘con-vivir’ en la Tierra.
La excepcional exposición ‘Terrafilia’ funciona como un ‘ensayo’ en forma de ‘cámara de las maravillas’ post-renacentista que persigue un ‘renacimiento’ de la esperanza.
Daniel Zyman ha sabido aproximar y poner en diálogo, de forma muy lúcida, obras de la TBA-21 y del Museo Thyssen, desborando los marcos rígidos de la historia lineal o las catalogaciones estilísticas, para plantear, sin caer en dogmatismos, cuestiones cruciales que nos afectan.
Desde los cosmogramas a la potencia onírica, de la animación planetaria a lo que califican como «retorno de los mitos», ofrecen unas espacializaciones lúdicas en las que es decisivo el display arquitectónico de Marina Otero Verzier, que, literalmente, curva las paredes y las convierte en velos traslúcidos que intensifican la sensación de porosidad en esta aproximación ‘intempestiva’, en el sentido nietzscheano, a nuestro destino.



De arriba abajo, ‘Autoinducción’, obra de Asunción Molinos Gordo; detalle de ‘Pintura con tres manchas’, de Kandisnky; y ‘Maniquí con vestido I y II’, de Akeem Smith y Jessi Reaves
ABC
Las correspondencias o analogías en las que entran en juego cuadros de Brueghel o Dalí, visiones surreales de Yves Tanguy o dinámicas abstracciones de Kandinsky son arriesgadas y, al tiempo, oportunas, sobre todo si buscamos superar la homofonía entre museo y mausoleo formulada sarcásticamente por Adorno. Guillermo Solana reconoce que tiene algo de dispositivo ‘bienalístico’ a pequeña escala, que lo único que ‘lamenta’ es no haber realizado antes este ejercicio de yuxtaposición. Afortunadamente, el resultado de estas interconexiones entre colecciones tan diferentes no deriva hacia el sermón, sino que genera un terreno rizomático muy fértil.
En algunas secciones da la impresión de que el esfuerzo de esta mirada ecológica post-humanista lleva hasta una regresión romántica, en la que la ‘nueva mitología’, reclamada en el primer programa del idealismo alemán, está proyectada en forma de paisajismo sublime. El imponente cuadro de Thomas Cole ‘Expulsión. Luna y luz de fuego’ (1828) o ‘Cruz en la naturaleza salvaje’ (1857) son ejemplos de un anhelo nostálgico de espiritualidad cuando el desierto del nihilismo ha colonizado nuestros corazones.
‘Terrafilia. Más allá de lo humano en las colecciones Thyssen-Bornemisza’
Colectiva. M. Thyssen. Madrid. Pº del Prado, 2. Comisaria: Daniela Zyman. Colabora: Finsa. Hasta el 24 de septiembre. Cuatro estrellas.
En el sórdido desastre que hemos perpetrado surgen incertidumbres radicales, entre otras, la de si tenemos que liberar al Kranen, como sugiere Báyò Akómoláfé o si ya acumulamos demasiados monstruos por culpa del ‘sueño de la razón’. Más allá de la retórica del post/trans humanismo, pueden abrirse líneas de fuga, «en el disfrute –como apunta Zyman– de mundos habitados e imaginados de manera diferente». En ellos nos va la vida.
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