Como vivir y dejar vivir, sucede allí donde habita un sentido liberal, sensato y moderado de la política. Dejó de suceder en el conjunto de España y se ha empezado a recuperar en Cataluña, tras un largo decenio de desgobierno, cuando dominaban el sectarismo y la polarización y el objetivo más extendido era evitar que se gobernara en España y en Cataluña. Ahora gobiernan los socialistas y dejan gobernar los otros, aunque a costa de la polarización exportada y extendida a todo el país y especialmente a Madrid.
Con Cataluña de nuevo gobernada, tocaría ahora empezar de nuevo para que también haya quien gobierne y quien deje gobernar en España
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
Con Cataluña de nuevo gobernada, tocaría ahora empezar de nuevo para que también haya quien gobierne y quien deje gobernar en España


Como vivir y dejar vivir, sucede allí donde habita un sentido liberal, sensato y moderado de la política. Dejó de suceder en el conjunto de España y se ha empezado a recuperar en Cataluña, tras un largo decenio de desgobierno, cuando dominaban el sectarismo y la polarización y el objetivo más extendido era evitar que se gobernara en España y en Cataluña. Ahora gobiernan los socialistas y dejan gobernar los otros, aunque a costa de la polarización exportada y extendida a todo el país y especialmente a Madrid.
Viene de lejos la dinámica polarizadora, casi un cuarto de siglo, cuando se rompió toda sintonía entre las derechas de aquí y de allí, gracias a la mayoría absoluta de José María Aznar, y Pasqual Maragall enarboló la reforma del Estatut para conseguir la alternancia al pujolismo desde la izquierda. El Pacto del Tinell asentó sus fundamentos con sus líneas rojas alrededor de los populares. Josep Piqué, el político más centrado y centrista que ha dado el PP, entonces al frente de la organización en Cataluña, pretendió superarlas con su participación en la ponencia del Estatut, pero no tardó en tropezar con la oposición de Génova, y más en concreto de Mariano Rajoy, que vio en el combate contra el Estatut un instrumento ideal para desalojar de La Moncloa al recién llegado Zapatero.
No le sirvió entonces. Sirvió la crisis financiera, pero quedó el impulso. Con el propósito de vigilar la constitucionalidad del nuevo texto estatutario, Piqué participó en la Cumbre de Miravet de noviembre de 2004 donde se dio el disparo de salida de su elaboración. Aceptó el índice de materias que mencionaba a la nación catalana, el déficit fiscal y la creación de una agencia tributaria catalana: “Le he dicho a Rajoy que va para largo, que se puede hablar de una reforma razonable y que tenemos que ver cómo evolucionan las cosas y no precipitarnos, abordarlo con racionalidad y no perder los nervios”. No tardó la drástica negativa. Rajoy dictaminó antes que nadie que el Estatuto era incompatible con la Constitución, exigió su retirada inmediata y anunció la enmienda a la totalidad, paso previo al recurso al Constitucional. Los detalles, en el libro imprescindible de Joan B. Culla ‘La dreta espanyola a Catalunya, 1925-2008’.
Solo era el comienzo. El Estatuto, refrendado por los catalanes, aprobado por Congreso y Senado y luego castrado por el Constitucional; la respuesta unilateral y oportunista de Artur Mas y luego rebelde y descabellada de Carles Puigdemont; aquel 2017 desastroso de urnas, porras, cárceles y falsos exilios; más tarde la sentencia que alimentó generosamente al monstruo. Hasta que llegó el polémico desatascador de la amnistía de la mano de Pedro Sánchez y el ‘procés’ se mudó a Madrid. Con Cataluña de nuevo gobernada, tocaría ahora empezar de nuevo para que también haya quien gobierne y quien deje gobernar en España. Algo que no sucederá sin aquel espíritu centrista y catalanista que animaba a Josep Piqué y que anima ahora a Salvador Illa.
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Sobre la firma

Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución’ (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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