En pleno corazón de Madrid, su apellido, Langa, da nombre a una de las firmas más emblemáticas del vestir masculino. «Arroyo era un apellido muy común y además ya había otro comercio con ese nombre. Así que optamos por Langa, que se distinguía más. Fuimos los primeros en Madrid con ese nombre».Mariano empezó a los 14 años, haciendo recados y aprendiendo el oficio entre tijeras, patrones y telas. « No me gustaba al principio, porque la tijera era grande y pesaba, pero poco a poco le cogí cariño ». Con el paso de los años, Mariano se hizo cortador y perfeccionó el arte de la camisería hasta fundar su propio taller. «Yo quería algo mío, que se conociera por mi nombre. Y gracias a Dios, aquí seguimos, con una clientela muy agradecida». Entre esas clientelas figuran nombres como Arturo Fernández, Bertín Osborne, Sean Connery, Anthony Quinn, Julio Iglesias, Cayetano Martínez de Irujo o Cary Grant, entre otro muchos.te recomendamos Isabel Preysler publica sus memorias: enigmática, generosa, madre entregada y con gran sentido del humor Pilar Vidal Nueva autobiografía Isabel Preysler: «He aprendido de Tamara a perdonar a Íñigo Onieva» Marina Ortiz CortésDe este último recuerda una historia que ya forma parte de la leyenda del taller: «Le hicimos unas treinta camisas mientras rodaba ‘Orgullo y pasión’ en Madrid, junto a Sofía Loren. Las encargó desde el Hotel Palace, donde se hospedaba. Cuando se marchó, las mandó en barco, pero el trasatlántico Andrea Doria chocó en pleno Atlántico y se hundió. Las camisas se hundieron con él. Siempre digo que esas camisas las llevan los peces».A Arturo Fernández lo consideraba el paradigma de la elegancia: «Era único. Lo vestí durante más de cincuenta años. Siempre me decía: ‘Chatín, hazme una camisa de las tuyas’ . Y cada vez que estrenaba una obra, yo le preparaba todo el vestuario. Tenía un porte y una amabilidad como ya no se ven. Era el verdadero caballero español».El patrón de Bertín Osborne José Manuel LadraDe Bertín Osborne conserva también buenos recuerdos y un patrón guardado con mimo. «A Bertín le sigo haciendo camisas. Es de los que valoran el trabajo hecho a mano . Tiene una figura difícil de ajustar y hay que cuidar mucho los hombros y el cuello. Pero él confía plenamente».Julio Iglesias también ha pasado por el taller. «A Julio le gustaban los tejidos finos, ligeros, que respiraran bien. Siempre elegía algodones egipcios o sedas italianas. Tenía una sensibilidad especial para el tacto de la tela. Decía que una buena camisa se nota antes de verla, al tocarla ».Entre los internacionales, Sean Connery y Anthony Quinn también vistieron Langa. « Connery era un tipo formidable . Cuando vivía en Marbella venía mucho por aquí. Era grandote, de cuello fuerte, y prefería los cuellos bajitos para no parecer más ancho. Anthony Quinn, en cambio, quería los cuellos italianos , amplios, porque le daban carácter. Ambos eran encantadores».Sergio y Mariano trabajando en el taller José Manuel LadraMariano recuerda que gracias a su empeño en aprender inglés pudo entenderse con todos ellos. «De joven iba al cine los domingos a ver películas en versión original, tres veces seguidas si hacía falta. Quería entender a los actores, porque soñaba con ser auxiliar de vuelo . Al final no lo fui, pero el inglés me sirvió mucho: fui el único en la camisería que podía tomar medidas a los extranjeros. Por eso atendí personalmente a Cary Grant y a Sean Connery».También ha trabajado para Cayetano Martínez de Irujo, miembro de la nobleza española, « un cliente elegante, exigente y con un gusto impecable por los tejidos ingleses», según dice Mariano. «De su familia he aprendido que la elegancia auténtica no grita, se insinúa».Pero en Langa no se limitan a cortar tela. «Hay que tener psicología. No es lo mismo un señor corpulento que uno delgado. El cuello, por ejemplo, tiene que adaptarse a la fisonomía. Un cuello alto en una persona bajita es un error. Todo es proporción y elegancia».Una nueva generaciónA sus más de setenta años, Mariano se siente orgulloso de haber encontrado continuidad en su hija Nuria , quien lleva dos décadas implicada en la empresa familiar. «Empecé hace veinte años, luego paré por mis hijos y regresé hace diez. Trabajar con mi padre es un orgullo, porque no solo aprendes el oficio, sino una manera de entender la vida. Aquí todo es familiar, cada detalle se cuida con cariño».Mariano asiente con una sonrisa: «Mi hija lo lleva igual o mejor que yo. Ella aporta ideas frescas y yo pongo la experiencia. Es la combinación perfecta». Nuria aporta una visión actual sin romper la línea clásica que ha hecho de Langa un referente. «Nuestra clientela es fiel y muy clásica. Innovamos en tejidos y detalles, pero mantenemos el estilo de siempre. La elegancia no pasa de moda ».Además, la Camisería Langa cuenta con el apoyo de Sergio, el joven cortador del taller, que trabaja mano a mano con Nuria. «Sergio tiene una precisión extraordinaria» , dice ella. «Es muy metódico, y a la vez tiene ese punto de intuición que solo da la pasión por el oficio. Yo le digo que en cada camisa va un pedazo de nuestra historia».Mariano muestra algunos de los patrones que guardan en el taller José Manuel LadraSergio, por su parte, confiesa: «Trabajar aquí es como formar parte de una familia. Mariano y Nuria te enseñan que cada puntada tiene sentido, que no se trata solo de coser, sino de entender al cliente. Eso es lo que distingue a Langa. Cuando un cliente se prueba una camisa y sonríe frente al espejo, sabes que lo has hecho bien ».Las camisas tardan cerca de un mes en completarse. Cada patrón se adapta al cuerpo del cliente y se guarda cuidadosamente para futuras prendas. «La primera camisa es la que cuesta; luego, solo elegimos la tela y ajustamos si engorda o adelgaza», explica Mariano.Mientras habla, muestra sus tijeras centenarias, algunas con más de doscientos años, como si fueran reliquias de un templo textil. « Cada tijera tiene su dueño. Si otro las usa, se quita el filo . Son herramientas que cuentan historias».Cuando se le pregunta si volvería a elegir la misma profesión, Mariano duda un momento y responde con sinceridad: «No. Es un oficio muy sacrificado. Pero no me arrepiento. Estoy orgulloso. Porque esto es arte, y ya quedan pocos camiseros de verdad». Nuria lo mira con ternura y concluye: «Langa no es solo una tienda; es una forma de entender la elegancia. Y mientras haya un hilo, una aguja y una historia que contar, la camisería seguirá viva ». En pleno corazón de Madrid, su apellido, Langa, da nombre a una de las firmas más emblemáticas del vestir masculino. «Arroyo era un apellido muy común y además ya había otro comercio con ese nombre. Así que optamos por Langa, que se distinguía más. Fuimos los primeros en Madrid con ese nombre».Mariano empezó a los 14 años, haciendo recados y aprendiendo el oficio entre tijeras, patrones y telas. « No me gustaba al principio, porque la tijera era grande y pesaba, pero poco a poco le cogí cariño ». Con el paso de los años, Mariano se hizo cortador y perfeccionó el arte de la camisería hasta fundar su propio taller. «Yo quería algo mío, que se conociera por mi nombre. Y gracias a Dios, aquí seguimos, con una clientela muy agradecida». Entre esas clientelas figuran nombres como Arturo Fernández, Bertín Osborne, Sean Connery, Anthony Quinn, Julio Iglesias, Cayetano Martínez de Irujo o Cary Grant, entre otro muchos.te recomendamos Isabel Preysler publica sus memorias: enigmática, generosa, madre entregada y con gran sentido del humor Pilar Vidal Nueva autobiografía Isabel Preysler: «He aprendido de Tamara a perdonar a Íñigo Onieva» Marina Ortiz CortésDe este último recuerda una historia que ya forma parte de la leyenda del taller: «Le hicimos unas treinta camisas mientras rodaba ‘Orgullo y pasión’ en Madrid, junto a Sofía Loren. Las encargó desde el Hotel Palace, donde se hospedaba. Cuando se marchó, las mandó en barco, pero el trasatlántico Andrea Doria chocó en pleno Atlántico y se hundió. Las camisas se hundieron con él. Siempre digo que esas camisas las llevan los peces».A Arturo Fernández lo consideraba el paradigma de la elegancia: «Era único. Lo vestí durante más de cincuenta años. Siempre me decía: ‘Chatín, hazme una camisa de las tuyas’ . Y cada vez que estrenaba una obra, yo le preparaba todo el vestuario. Tenía un porte y una amabilidad como ya no se ven. Era el verdadero caballero español».El patrón de Bertín Osborne José Manuel LadraDe Bertín Osborne conserva también buenos recuerdos y un patrón guardado con mimo. «A Bertín le sigo haciendo camisas. Es de los que valoran el trabajo hecho a mano . Tiene una figura difícil de ajustar y hay que cuidar mucho los hombros y el cuello. Pero él confía plenamente».Julio Iglesias también ha pasado por el taller. «A Julio le gustaban los tejidos finos, ligeros, que respiraran bien. Siempre elegía algodones egipcios o sedas italianas. Tenía una sensibilidad especial para el tacto de la tela. Decía que una buena camisa se nota antes de verla, al tocarla ».Entre los internacionales, Sean Connery y Anthony Quinn también vistieron Langa. « Connery era un tipo formidable . Cuando vivía en Marbella venía mucho por aquí. Era grandote, de cuello fuerte, y prefería los cuellos bajitos para no parecer más ancho. Anthony Quinn, en cambio, quería los cuellos italianos , amplios, porque le daban carácter. Ambos eran encantadores».Sergio y Mariano trabajando en el taller José Manuel LadraMariano recuerda que gracias a su empeño en aprender inglés pudo entenderse con todos ellos. «De joven iba al cine los domingos a ver películas en versión original, tres veces seguidas si hacía falta. Quería entender a los actores, porque soñaba con ser auxiliar de vuelo . Al final no lo fui, pero el inglés me sirvió mucho: fui el único en la camisería que podía tomar medidas a los extranjeros. Por eso atendí personalmente a Cary Grant y a Sean Connery».También ha trabajado para Cayetano Martínez de Irujo, miembro de la nobleza española, « un cliente elegante, exigente y con un gusto impecable por los tejidos ingleses», según dice Mariano. «De su familia he aprendido que la elegancia auténtica no grita, se insinúa».Pero en Langa no se limitan a cortar tela. «Hay que tener psicología. No es lo mismo un señor corpulento que uno delgado. El cuello, por ejemplo, tiene que adaptarse a la fisonomía. Un cuello alto en una persona bajita es un error. Todo es proporción y elegancia».Una nueva generaciónA sus más de setenta años, Mariano se siente orgulloso de haber encontrado continuidad en su hija Nuria , quien lleva dos décadas implicada en la empresa familiar. «Empecé hace veinte años, luego paré por mis hijos y regresé hace diez. Trabajar con mi padre es un orgullo, porque no solo aprendes el oficio, sino una manera de entender la vida. Aquí todo es familiar, cada detalle se cuida con cariño».Mariano asiente con una sonrisa: «Mi hija lo lleva igual o mejor que yo. Ella aporta ideas frescas y yo pongo la experiencia. Es la combinación perfecta». Nuria aporta una visión actual sin romper la línea clásica que ha hecho de Langa un referente. «Nuestra clientela es fiel y muy clásica. Innovamos en tejidos y detalles, pero mantenemos el estilo de siempre. La elegancia no pasa de moda ».Además, la Camisería Langa cuenta con el apoyo de Sergio, el joven cortador del taller, que trabaja mano a mano con Nuria. «Sergio tiene una precisión extraordinaria» , dice ella. «Es muy metódico, y a la vez tiene ese punto de intuición que solo da la pasión por el oficio. Yo le digo que en cada camisa va un pedazo de nuestra historia».Mariano muestra algunos de los patrones que guardan en el taller José Manuel LadraSergio, por su parte, confiesa: «Trabajar aquí es como formar parte de una familia. Mariano y Nuria te enseñan que cada puntada tiene sentido, que no se trata solo de coser, sino de entender al cliente. Eso es lo que distingue a Langa. Cuando un cliente se prueba una camisa y sonríe frente al espejo, sabes que lo has hecho bien ».Las camisas tardan cerca de un mes en completarse. Cada patrón se adapta al cuerpo del cliente y se guarda cuidadosamente para futuras prendas. «La primera camisa es la que cuesta; luego, solo elegimos la tela y ajustamos si engorda o adelgaza», explica Mariano.Mientras habla, muestra sus tijeras centenarias, algunas con más de doscientos años, como si fueran reliquias de un templo textil. « Cada tijera tiene su dueño. Si otro las usa, se quita el filo . Son herramientas que cuentan historias».Cuando se le pregunta si volvería a elegir la misma profesión, Mariano duda un momento y responde con sinceridad: «No. Es un oficio muy sacrificado. Pero no me arrepiento. Estoy orgulloso. Porque esto es arte, y ya quedan pocos camiseros de verdad». Nuria lo mira con ternura y concluye: «Langa no es solo una tienda; es una forma de entender la elegancia. Y mientras haya un hilo, una aguja y una historia que contar, la camisería seguirá viva ».
En pleno corazón de Madrid, su apellido, Langa, da nombre a una de las firmas más emblemáticas del vestir masculino. «Arroyo era un apellido muy común y además ya había otro comercio con ese nombre. Así que optamos por Langa, que se distinguía más. Fuimos … los primeros en Madrid con ese nombre».
Mariano empezó a los 14 años, haciendo recados y aprendiendo el oficio entre tijeras, patrones y telas. «No me gustaba al principio, porque la tijera era grande y pesaba, pero poco a poco le cogí cariño».
Con el paso de los años, Mariano se hizo cortador y perfeccionó el arte de la camisería hasta fundar su propio taller. «Yo quería algo mío, que se conociera por mi nombre. Y gracias a Dios, aquí seguimos, con una clientela muy agradecida». Entre esas clientelas figuran nombres como Arturo Fernández, Bertín Osborne, Sean Connery, Anthony Quinn, Julio Iglesias, Cayetano Martínez de Irujo o Cary Grant, entre otro muchos.
De este último recuerda una historia que ya forma parte de la leyenda del taller: «Le hicimos unas treinta camisas mientras rodaba ‘Orgullo y pasión’ en Madrid, junto a Sofía Loren. Las encargó desde el Hotel Palace, donde se hospedaba. Cuando se marchó, las mandó en barco, pero el trasatlántico Andrea Doria chocó en pleno Atlántico y se hundió. Las camisas se hundieron con él. Siempre digo que esas camisas las llevan los peces».
A Arturo Fernández lo consideraba el paradigma de la elegancia: «Era único. Lo vestí durante más de cincuenta años. Siempre me decía: ‘Chatín, hazme una camisa de las tuyas’. Y cada vez que estrenaba una obra, yo le preparaba todo el vestuario. Tenía un porte y una amabilidad como ya no se ven. Era el verdadero caballero español».
José Manuel Ladra
De Bertín Osborne conserva también buenos recuerdos y un patrón guardado con mimo. «A Bertín le sigo haciendo camisas. Es de los que valoran el trabajo hecho a mano. Tiene una figura difícil de ajustar y hay que cuidar mucho los hombros y el cuello. Pero él confía plenamente».
Julio Iglesias también ha pasado por el taller. «A Julio le gustaban los tejidos finos, ligeros, que respiraran bien. Siempre elegía algodones egipcios o sedas italianas. Tenía una sensibilidad especial para el tacto de la tela. Decía que una buena camisa se nota antes de verla, al tocarla».
Entre los internacionales, Sean Connery y Anthony Quinn también vistieron Langa. «Connery era un tipo formidable. Cuando vivía en Marbella venía mucho por aquí. Era grandote, de cuello fuerte, y prefería los cuellos bajitos para no parecer más ancho. Anthony Quinn, en cambio, quería los cuellos italianos, amplios, porque le daban carácter. Ambos eran encantadores».
José Manuel Ladra
Mariano recuerda que gracias a su empeño en aprender inglés pudo entenderse con todos ellos. «De joven iba al cine los domingos a ver películas en versión original, tres veces seguidas si hacía falta. Quería entender a los actores, porque soñaba con ser auxiliar de vuelo. Al final no lo fui, pero el inglés me sirvió mucho: fui el único en la camisería que podía tomar medidas a los extranjeros. Por eso atendí personalmente a Cary Grant y a Sean Connery».
También ha trabajado para Cayetano Martínez de Irujo, miembro de la nobleza española, «un cliente elegante, exigente y con un gusto impecable por los tejidos ingleses», según dice Mariano. «De su familia he aprendido que la elegancia auténtica no grita, se insinúa».
Pero en Langa no se limitan a cortar tela. «Hay que tener psicología. No es lo mismo un señor corpulento que uno delgado. El cuello, por ejemplo, tiene que adaptarse a la fisonomía. Un cuello alto en una persona bajita es un error. Todo es proporción y elegancia».
Una nueva generación
A sus más de setenta años, Mariano se siente orgulloso de haber encontrado continuidad en su hija Nuria, quien lleva dos décadas implicada en la empresa familiar. «Empecé hace veinte años, luego paré por mis hijos y regresé hace diez. Trabajar con mi padre es un orgullo, porque no solo aprendes el oficio, sino una manera de entender la vida. Aquí todo es familiar, cada detalle se cuida con cariño».
Mariano asiente con una sonrisa: «Mi hija lo lleva igual o mejor que yo. Ella aporta ideas frescas y yo pongo la experiencia. Es la combinación perfecta». Nuria aporta una visión actual sin romper la línea clásica que ha hecho de Langa un referente. «Nuestra clientela es fiel y muy clásica. Innovamos en tejidos y detalles, pero mantenemos el estilo de siempre. La elegancia no pasa de moda».
Además, la Camisería Langa cuenta con el apoyo de Sergio, el joven cortador del taller, que trabaja mano a mano con Nuria. «Sergio tiene una precisión extraordinaria», dice ella. «Es muy metódico, y a la vez tiene ese punto de intuición que solo da la pasión por el oficio. Yo le digo que en cada camisa va un pedazo de nuestra historia».
José Manuel Ladra
Sergio, por su parte, confiesa: «Trabajar aquí es como formar parte de una familia. Mariano y Nuria te enseñan que cada puntada tiene sentido, que no se trata solo de coser, sino de entender al cliente. Eso es lo que distingue a Langa. Cuando un cliente se prueba una camisa y sonríe frente al espejo, sabes que lo has hecho bien».
Las camisas tardan cerca de un mes en completarse. Cada patrón se adapta al cuerpo del cliente y se guarda cuidadosamente para futuras prendas. «La primera camisa es la que cuesta; luego, solo elegimos la tela y ajustamos si engorda o adelgaza», explica Mariano.
Mientras habla, muestra sus tijeras centenarias, algunas con más de doscientos años, como si fueran reliquias de un templo textil. «Cada tijera tiene su dueño. Si otro las usa, se quita el filo. Son herramientas que cuentan historias».
Cuando se le pregunta si volvería a elegir la misma profesión, Mariano duda un momento y responde con sinceridad: «No. Es un oficio muy sacrificado. Pero no me arrepiento. Estoy orgulloso. Porque esto es arte, y ya quedan pocos camiseros de verdad». Nuria lo mira con ternura y concluye: «Langa no es solo una tienda; es una forma de entender la elegancia. Y mientras haya un hilo, una aguja y una historia que contar, la camisería seguirá viva».
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