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  Cultura  ‘Apuntes para John’, de Joan Didion: apunta y dispara
Cultura

‘Apuntes para John’, de Joan Didion: apunta y dispara

julio 9, 2025
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Antes de afirmar nada, cabe preguntarse cuál es la pertinencia de este nuevo despacho ectoplasmático de Joan Didion quien, d e seguir haciéndose ‘raids’ por sus cajones, acabará siguiendo el mismo camino que su admirado Ernest Hemingway : ser dueña —además de una vida y obra— de una obra y muerte. Lo que no está mal, porque más uno de estos hitos póstumo-espectrales han servido para saber más y mejor (mucho mejor) acerca del alguna vez vivo. Pensar en casi todo Kafka, en el Borges de Bioy Casares, en ‘El último magnate’ de Fitzgerald, en ‘El gatopardo’ de Lampedusa , en los ‘Diarios’ de Cheever, en mucho de lo de Proust, en ‘2666 de Bolaño’ o en ‘París era una fiesta’ y ‘El jardín del Edén’ del ya invocado Hemingway. ENSAYO ‘Apuntes para John’ Autora Joan Didion Editorial Random House Año 2025 Páginas 254 Precio 20,80 euros 2Pero el caso de estos ‘Apuntes para John’ de Didion (California, 1934-2021) es diferente; porque su materia muy prima y muy cruda surge de las sesiones psicoanalíticas de la autora en el ojo del huracán de una crisis personal. Y ese ojo es, como siempre, el suyo: un ojo incapaz de cerrarse o de apartar la mirada . Notas que se inician a finales de 1999 y ocupan poco más de dos años: unos 150 folios —depositados junto a sus papeles en la New York Public Library a disposición del curioso sin restricción alguna— resultantes de sus intercambios/escaramuzas verbales con el muy freudiano Roger McKinnon. Páginas redactadas, se supone, a modo de despachos informativos para su esposo, el escritor John Gregory Dunne, quien tres años después mutaría a fantasma navideño de ‘El año del pensamiento mágico’ (2005) y al que al poco tiempo se uniría a su muerte la hija adoptada de ambos, Quintana Roo Dunne, en ‘Noches azules’ (2011). ‘Memoirs’ un tanto selectivas que elevarían aún más, como súbita súper-ventas y multi-premiada, a la dolida viuda/madre a la categoría de Gran Dama de las Letras Made in USA y casi santa en vida abrazada por Obama en la Casa Blanca y cuya efigie se materializaba en ‘tote-bags’ de librerías o en campañas de Céline. Libros dignos de admiración, sí; pero un tanto incómodos si se los lee a la vera de ‘The Last Love Song: A Biography of Joan Didion’ (2016), de Tracy Daugherty, o del más reciente ‘Didion & Babitz’, de Lili Anolik (2024) donde se explora en detalle modales entre vampíricos y manipuladores tanto en casa como en el trabajo de la genial autora de las modélicas crónicas recopiladas ‘Arrastrarse hacia Belén’ o ‘El álbum blanco’ o de influyentes novelas como ‘Según venga el juego’ o ‘Una liturgia común’.Su materia muy prima y muy cruda surge de las sesiones psicoanalíticas de la autora en el ojo del huracán de una crisis personal Incluso un producto muy afectuoso y controlado como en documental para Netflix — ‘The Center Will Not Hold’, de 2017 y dirigido por su sobrino, el actor/escritor Griffin Dunne— permite vislumbrar rasgos inquietantes en una casi clínica insensibilidad que evocaba, en vivo y en persona, a lo mejor del estilo de su prosa: la más invulnerable de las fragilidades. De ahí lo del principio: sabiendo que lo que se habla en un consultorio con diván (cabe destacar que McKinnon nunca llega a conocer a Quintana Roo y que John apenas asiste a una de las sesiones ) implica el mismo grado de confidencialidad que se le demanda a confesión ante sacerdote o abogado, hay algo muy perturbador en la publicación de estos ‘Apuntes para John’. Y hay algo todavía más perturbador y acaso culposo en el hecho de que nadie se haya atrevido a firmar las breves notas que abren y cierran el libro o, no hubiese estado mal, dotar a todo de cierto contexto con aclaratorias notas al pie (se ha sabido, también, que ninguna de las tres personas designadas por Didion para encargarse de sus manuscritos había sido informadas por ella de la existencia de este documento). Y hay, claro, morbo complementario y afán completista para algo que sólo en contados momentos alcanza la maestría y preocupación por la ‘mot juste’ de Didion (aunque, también, por qué no pensar en que Didion quería que esto sonase exactamente así). Y abundan una y otra vez —con algo entre el desconcierto y la impotencia— el saber que no se sabe una buena madre y, si no cariñosa, al menos eficiente. Quintana RooPorque —digámoslo aunque Didion no lo escriba abiertamente— lo cierto es que Quintana Roo no le parece un personaje interesante y, mucho menos digno de su interés. Es decir: e l único interés que le provoca es el de no entenderla. Y eso que —alcohólica, depresiva, automedicada, fantaseadora del suicido y de sentimientos amorosos más bien volátiles— Quintana Roo es sí un personaje de Didion. Pero aquí desprolijamente escrito. Lo que sí se ofrece aquí —en tándem con la poco cosmética pero aún así con rostro de esfinge en la fotografía de Anne Lebowitz para la portada del libro— es una Didion doméstica y sin domesticar. Una mujer implacable (por momentos casi flagelada por un McKinnon un tanto desagradable) y cuyos pronunciamientos tienen el interés de lo autobiográfico sin anestesia (en especial esos recuerdos de la compleja relación con su padre y la figuración, sin nombre, de Noel E. Parmentel: el gran amor de su vida que no sólo la dejó de lado sino que, además, le recomendó que se casara con Dunne). Aquí Joan apunta. Y se dispara. Y es, sí, una Didion privada y privada de toda esa gélida brillantez cuasi aforística que caracteriza a todo lo suyo (aunque, reconocerlo también, la frase con la que se abre es magistralmente en su muy característica ‘didionesca’ sinuosidad elíptica: «En relación a no tomar Zoloft, dije que durante unas horas después de tomarlo me hacía sentirme como si hubiera perdido mi principio organizador, como si me hubiera tomado un planters’ punch antes de comer en el trópico»). Salud. Pero de nuevo, de algún modo, todo el asunto no deja de ser una violación del carácter de alguien tan confidencial en/con lo suyo. Digámoslo así: todo nuevo libro de Didion siempre será una gran alegría; pero este, en todo sentido y sensación, es un pequeño libro muy triste. Antes de afirmar nada, cabe preguntarse cuál es la pertinencia de este nuevo despacho ectoplasmático de Joan Didion quien, d e seguir haciéndose ‘raids’ por sus cajones, acabará siguiendo el mismo camino que su admirado Ernest Hemingway : ser dueña —además de una vida y obra— de una obra y muerte. Lo que no está mal, porque más uno de estos hitos póstumo-espectrales han servido para saber más y mejor (mucho mejor) acerca del alguna vez vivo. Pensar en casi todo Kafka, en el Borges de Bioy Casares, en ‘El último magnate’ de Fitzgerald, en ‘El gatopardo’ de Lampedusa , en los ‘Diarios’ de Cheever, en mucho de lo de Proust, en ‘2666 de Bolaño’ o en ‘París era una fiesta’ y ‘El jardín del Edén’ del ya invocado Hemingway. ENSAYO ‘Apuntes para John’ Autora Joan Didion Editorial Random House Año 2025 Páginas 254 Precio 20,80 euros 2Pero el caso de estos ‘Apuntes para John’ de Didion (California, 1934-2021) es diferente; porque su materia muy prima y muy cruda surge de las sesiones psicoanalíticas de la autora en el ojo del huracán de una crisis personal. Y ese ojo es, como siempre, el suyo: un ojo incapaz de cerrarse o de apartar la mirada . Notas que se inician a finales de 1999 y ocupan poco más de dos años: unos 150 folios —depositados junto a sus papeles en la New York Public Library a disposición del curioso sin restricción alguna— resultantes de sus intercambios/escaramuzas verbales con el muy freudiano Roger McKinnon. Páginas redactadas, se supone, a modo de despachos informativos para su esposo, el escritor John Gregory Dunne, quien tres años después mutaría a fantasma navideño de ‘El año del pensamiento mágico’ (2005) y al que al poco tiempo se uniría a su muerte la hija adoptada de ambos, Quintana Roo Dunne, en ‘Noches azules’ (2011). ‘Memoirs’ un tanto selectivas que elevarían aún más, como súbita súper-ventas y multi-premiada, a la dolida viuda/madre a la categoría de Gran Dama de las Letras Made in USA y casi santa en vida abrazada por Obama en la Casa Blanca y cuya efigie se materializaba en ‘tote-bags’ de librerías o en campañas de Céline. Libros dignos de admiración, sí; pero un tanto incómodos si se los lee a la vera de ‘The Last Love Song: A Biography of Joan Didion’ (2016), de Tracy Daugherty, o del más reciente ‘Didion & Babitz’, de Lili Anolik (2024) donde se explora en detalle modales entre vampíricos y manipuladores tanto en casa como en el trabajo de la genial autora de las modélicas crónicas recopiladas ‘Arrastrarse hacia Belén’ o ‘El álbum blanco’ o de influyentes novelas como ‘Según venga el juego’ o ‘Una liturgia común’.Su materia muy prima y muy cruda surge de las sesiones psicoanalíticas de la autora en el ojo del huracán de una crisis personal Incluso un producto muy afectuoso y controlado como en documental para Netflix — ‘The Center Will Not Hold’, de 2017 y dirigido por su sobrino, el actor/escritor Griffin Dunne— permite vislumbrar rasgos inquietantes en una casi clínica insensibilidad que evocaba, en vivo y en persona, a lo mejor del estilo de su prosa: la más invulnerable de las fragilidades. De ahí lo del principio: sabiendo que lo que se habla en un consultorio con diván (cabe destacar que McKinnon nunca llega a conocer a Quintana Roo y que John apenas asiste a una de las sesiones ) implica el mismo grado de confidencialidad que se le demanda a confesión ante sacerdote o abogado, hay algo muy perturbador en la publicación de estos ‘Apuntes para John’. Y hay algo todavía más perturbador y acaso culposo en el hecho de que nadie se haya atrevido a firmar las breves notas que abren y cierran el libro o, no hubiese estado mal, dotar a todo de cierto contexto con aclaratorias notas al pie (se ha sabido, también, que ninguna de las tres personas designadas por Didion para encargarse de sus manuscritos había sido informadas por ella de la existencia de este documento). Y hay, claro, morbo complementario y afán completista para algo que sólo en contados momentos alcanza la maestría y preocupación por la ‘mot juste’ de Didion (aunque, también, por qué no pensar en que Didion quería que esto sonase exactamente así). Y abundan una y otra vez —con algo entre el desconcierto y la impotencia— el saber que no se sabe una buena madre y, si no cariñosa, al menos eficiente. Quintana RooPorque —digámoslo aunque Didion no lo escriba abiertamente— lo cierto es que Quintana Roo no le parece un personaje interesante y, mucho menos digno de su interés. Es decir: e l único interés que le provoca es el de no entenderla. Y eso que —alcohólica, depresiva, automedicada, fantaseadora del suicido y de sentimientos amorosos más bien volátiles— Quintana Roo es sí un personaje de Didion. Pero aquí desprolijamente escrito. Lo que sí se ofrece aquí —en tándem con la poco cosmética pero aún así con rostro de esfinge en la fotografía de Anne Lebowitz para la portada del libro— es una Didion doméstica y sin domesticar. Una mujer implacable (por momentos casi flagelada por un McKinnon un tanto desagradable) y cuyos pronunciamientos tienen el interés de lo autobiográfico sin anestesia (en especial esos recuerdos de la compleja relación con su padre y la figuración, sin nombre, de Noel E. Parmentel: el gran amor de su vida que no sólo la dejó de lado sino que, además, le recomendó que se casara con Dunne). Aquí Joan apunta. Y se dispara. Y es, sí, una Didion privada y privada de toda esa gélida brillantez cuasi aforística que caracteriza a todo lo suyo (aunque, reconocerlo también, la frase con la que se abre es magistralmente en su muy característica ‘didionesca’ sinuosidad elíptica: «En relación a no tomar Zoloft, dije que durante unas horas después de tomarlo me hacía sentirme como si hubiera perdido mi principio organizador, como si me hubiera tomado un planters’ punch antes de comer en el trópico»). Salud. Pero de nuevo, de algún modo, todo el asunto no deja de ser una violación del carácter de alguien tan confidencial en/con lo suyo. Digámoslo así: todo nuevo libro de Didion siempre será una gran alegría; pero este, en todo sentido y sensación, es un pequeño libro muy triste.  

Antes de afirmar nada, cabe preguntarse cuál es la pertinencia de este nuevo despacho ectoplasmático de Joan Didion quien, de seguir haciéndose ‘raids’ por sus cajones, acabará siguiendo el mismo camino que su admirado Ernest Hemingway: ser dueña —además de una vida y … obra— de una obra y muerte.

Lo que no está mal, porque más uno de estos hitos póstumo-espectrales han servido para saber más y mejor (mucho mejor) acerca del alguna vez vivo. Pensar en casi todo Kafka, en el Borges de Bioy Casares, en ‘El último magnate’ de Fitzgerald, en ‘El gatopardo’ de Lampedusa, en los ‘Diarios’ de Cheever, en mucho de lo de Proust, en ‘2666 de Bolaño’ o en ‘París era una fiesta’ y ‘El jardín del Edén’ del ya invocado Hemingway.

Imagen - 'Apuntes para John'
  • Autora
    Joan Didion
  • Editorial
    Random House
  • Año
    2025
  • Páginas
    254
  • Precio
    20,80 euros

Pero el caso de estos ‘Apuntes para John’ de Didion (California, 1934-2021) es diferente; porque su materia muy prima y muy cruda surge de las sesiones psicoanalíticas de la autora en el ojo del huracán de una crisis personal. Y ese ojo es, como siempre, el suyo: un ojo incapaz de cerrarse o de apartar la mirada. Notas que se inician a finales de 1999 y ocupan poco más de dos años: unos 150 folios —depositados junto a sus papeles en la New York Public Library a disposición del curioso sin restricción alguna— resultantes de sus intercambios/escaramuzas verbales con el muy freudiano Roger McKinnon.

Páginas redactadas, se supone, a modo de despachos informativos para su esposo, el escritor John Gregory Dunne, quien tres años después mutaría a fantasma navideño de ‘El año del pensamiento mágico’ (2005) y al que al poco tiempo se uniría a su muerte la hija adoptada de ambos, Quintana Roo Dunne, en ‘Noches azules’ (2011). ‘Memoirs’ un tanto selectivas que elevarían aún más, como súbita súper-ventas y multi-premiada, a la dolida viuda/madre a la categoría de Gran Dama de las Letras Made in USA y casi santa en vida abrazada por Obama en la Casa Blanca y cuya efigie se materializaba en ‘tote-bags’ de librerías o en campañas de Céline.

Libros dignos de admiración, sí; pero un tanto incómodos si se los lee a la vera de ‘The Last Love Song: A Biography of Joan Didion’ (2016), de Tracy Daugherty, o del más reciente ‘Didion & Babitz’, de Lili Anolik (2024) donde se explora en detalle modales entre vampíricos y manipuladores tanto en casa como en el trabajo de la genial autora de las modélicas crónicas recopiladas ‘Arrastrarse hacia Belén’ o ‘El álbum blanco’ o de influyentes novelas como ‘Según venga el juego’ o ‘Una liturgia común’.

Su materia muy prima y muy cruda surge de las sesiones psicoanalíticas de la autora en el ojo del huracán de una crisis personal

Incluso un producto muy afectuoso y controlado como en documental para Netflix —‘The Center Will Not Hold’, de 2017 y dirigido por su sobrino, el actor/escritor Griffin Dunne— permite vislumbrar rasgos inquietantes en una casi clínica insensibilidad que evocaba, en vivo y en persona, a lo mejor del estilo de su prosa: la más invulnerable de las fragilidades.

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Y hay algo todavía más perturbador y acaso culposo en el hecho de que nadie se haya atrevido a firmar las breves notas que abren y cierran el libro o, no hubiese estado mal, dotar a todo de cierto contexto con aclaratorias notas al pie (se ha sabido, también, que ninguna de las tres personas designadas por Didion para encargarse de sus manuscritos había sido informadas por ella de la existencia de este documento).

Y hay, claro, morbo complementario y afán completista para algo que sólo en contados momentos alcanza la maestría y preocupación por la ‘mot juste’ de Didion (aunque, también, por qué no pensar en que Didion quería que esto sonase exactamente así). Y abundan una y otra vez —con algo entre el desconcierto y la impotencia— el saber que no se sabe una buena madre y, si no cariñosa, al menos eficiente.

Quintana Roo

Porque —digámoslo aunque Didion no lo escriba abiertamente— lo cierto es que Quintana Roo no le parece un personaje interesante y, mucho menos digno de su interés. Es decir: el único interés que le provoca es el de no entenderla. Y eso que —alcohólica, depresiva, automedicada, fantaseadora del suicido y de sentimientos amorosos más bien volátiles— Quintana Roo es sí un personaje de Didion. Pero aquí desprolijamente escrito.

Lo que sí se ofrece aquí —en tándem con la poco cosmética pero aún así con rostro de esfinge en la fotografía de Anne Lebowitz para la portada del libro— es una Didion doméstica y sin domesticar. Una mujer implacable (por momentos casi flagelada por un McKinnon un tanto desagradable) y cuyos pronunciamientos tienen el interés de lo autobiográfico sin anestesia (en especial esos recuerdos de la compleja relación con su padre y la figuración, sin nombre, de Noel E. Parmentel: el gran amor de su vida que no sólo la dejó de lado sino que, además, le recomendó que se casara con Dunne).

Aquí Joan apunta. Y se dispara. Y es, sí, una Didion privada y privada de toda esa gélida brillantez cuasi aforística que caracteriza a todo lo suyo (aunque, reconocerlo también, la frase con la que se abre es magistralmente en su muy característica ‘didionesca’ sinuosidad elíptica: «En relación a no tomar Zoloft, dije que durante unas horas después de tomarlo me hacía sentirme como si hubiera perdido mi principio organizador, como si me hubiera tomado un planters’ punch antes de comer en el trópico»).

Salud.

Pero de nuevo, de algún modo, todo el asunto no deja de ser una violación del carácter de alguien tan confidencial en/con lo suyo. Digámoslo así: todo nuevo libro de Didion siempre será una gran alegría; pero este, en todo sentido y sensación, es un pequeño libro muy triste.

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