Los ciudadanos de Corea del Sur han expresado en las urnas su rechazo a la ley marcial decretada por el anterior presidente y han optado por entregar el poder al candidato del cambio. Exactamente seis meses después de que el anterior jefe de Estado, el cesado Yoon Suk-yeol, decretara la medida de emergencia y enviara tropas al Parlamento, los votantes se han inclinado de forma mayoritaria por el liberal Lee Jae-myung, del opositor Partido Democrático (PD), en las elecciones presidenciales de este martes.
“Seis meses después, habéis despedido a aquellos que lideraron la insurrección”, asegura el candidato del Partido Demócrata, que suma el 49% de los votos
Los ciudadanos de Corea del Sur han expresado en las urnas su rechazo a la ley marcial decretada por el anterior presidente y han optado por entregar el poder al candidato del cambio. Exactamente seis meses después de que el anterior jefe de Estado, el cesado Yoon Suk-yeol, decretara la medida de emergencia y enviara tropas al Parlamento, los votantes se han inclinado de forma mayoritaria por el liberal Lee Jae-myung, del opositor Partido Democrático (PD), en las elecciones presidenciales de este martes.
Lee, que fue uno de los políticos clave en la destitución de Yoon y que ha hecho de la batalla contra la “insurrección” el centro de su campaña, ha sumado el 49,4% de apoyos, con el 100% de los votos escrutados.
“Seis meses después, finalmente habéis despedido a aquellos que lideraron la insurrección y probado, mediante el voto, que los soberanos de este país somos nosotros mismos. Gracias”, ha dicho Lee en su primer discurso, pasada la una de la madrugada, ante una multitud congregada frente a la Asamblea Nacional, en Seúl.
El mensaje suena aún más rotundo con los datos de participación en la mano: han sido históricos, con un 78%, los más altos desde 1997. Más de 44 millones de personas estaban convocados a las urnas. Lee será uno de los presidentes con mayor poder de los últimos tiempos, ya que su formación también controla el poder legislativo.
El conservador Kim Moon-soo, del Partido del Poder Popular (PPP, la misma formación del depuesto Yoon), reconoció ya en la madrugada del miércoles su derrota. Con el recuento casi concluido, ha obtenido el 41,1%, lejos de la victoria, tras una campaña bronca y plagada de acusaciones de corrupción contra su rival. Kim, sin embargo, ha titubeado a la hora de condenar al expresidente (que está siendo juzgado por cargos de insurrección) y ha sostenido, en cambio, que poner la presidencia en manos de Lee supondría una amenaza para la democracia. El resto de votos se ha repartido entre otros aspirantes.
Más allá del cruce de acusaciones, reflejo también de una tendencia global de polarización que parte en dos las sociedades democráticas, ambos candidatos llevaban en lo más alto de sus programas la necesidad de acometer reformas económicas.
Lee ha dicho en su discurso que su primera misión será asegurarse de que deja atrás la insurrección. La segunda, encargarse de la recuperación económica.
La breve imposición de la ley marcial no solo abrió una enorme crisis institucional, despertando los oscuros fantasmas del pasado dictatorial y militar. La parálisis de los seis últimos meses ha contribuido al frenazo económico, con el PIB entrando incluso en terreno negativo en el primer trimestre del año. La situación se ha visto agravada por el zarpazo arancelario del presidente estadounidense, Donald Trump.
Investidura inmediata
El vencedor, que será investido de forma inmediata, este mismo miércoles, tendrá entre sus primeras misiones negociar con Trump un buen acuerdo comercial, determinante para la cuarta economía asiática, de clara vocación exportadora. Lee había prometido elevar el gasto y aumentar la inversión en manufacturas avanzadas si resultaba elegido.
Park Chong-an, un jubilado de 70 años, ha votado por Lee Jae-Myung en un colegio electoral de una zona residencial a las afueras de Seúl. Ha optado, dice, por “alguien que ayude a la economía, mejore las relaciones internacionales, y logre una sociedad pacífica en la que la gente no tenga que preocuparse por el Gobierno y pueda vivir su vida tranquilamente”. Entre sus principales preocupaciones está Corea del Norte, un asunto siempre delicado en esta zona del mundo. Cree acertada la aproximación diplomática que ha prometido el presumible próximo presidente.
Durante la campaña, Lee aseguró que trataría de reducir tensiones con el vecino nuclear del Norte mediante el restablecimiento de las líneas de comunicación que fueron dañadas durante la Administración anterior.
A la vez, el futuro dirigente surcoreano ha hablado de reforzar la defensa frente a las amenazas asimétricas de Pyongyang en coordinación con su mayor aliado, Estados Unidos, que mantiene más de 28.000 soldados en Corea del Sur. El asunto norcoreano podría marcar la agenda si Trump retoma las negociaciones de su primer mandato con el líder del país vecino, Kim Jong-un.
Tranquilidad pese a la división
Corea del Sur es uno de esos países que sobrelleva la pugna entre superpotencias, agravada en los últimos años. La Administración Trump ha trasladado a sus aliados asiáticos los mismos mensajes que a Bruselas, pero con distinto objetivo: hay que contribuir en la disuasión frente a la amenaza de China. Lee ha dicho que, en cualquier caso, trataría de seguir una política de diplomacia “pragmática” con Pekín, su principal socio comercial.
La jornada electoral se ha desarrollado de forma tranquila, habida cuenta de la polarización que vive el país y los riesgos derivados de esa división. Lee, que fue herido en el cuello con un cuchillo en un atentado en 2024, ha dado sus mitines protegido tras una mampara a prueba de balas, con chaleco antibalas y bajo un fuerte dispositivo de seguridad.
Poco después del cierre de urnas, cientos de seguidores de Lee han comenzado a congregarse frente a la Asamblea Nacional. Es un lugar simbólico donde se han desarrollado infinidad de manifestaciones para exigir la marcha de Yoon. Envueltos en un ambiente festivo, aplaudían los datos a medida que aparecían en un monitor gigante. Agitaban las barras luminosas en la noche, y bailaban al ritmo de Gangnam Style. “Estoy feliz”, decía Eom Jihyun, de 40 años, que acudió con un disfraz de dinosaurio. “Lee será elegido presidente y espero un país nuevo y mejor”.
Una biografía atípica
Los vericuetos de la biografía del próximo presidente le han ganado numerosos adeptos entre las clases trabajadoras. De orígenes humildes, Lee conoció en su infancia la dureza de la industrialización surcoreana. Sus padres trabajaban recolectando basura y limpiando baños públicos. Al acabar la primaria, él trabajó en talleres manufactureros; a los 13 años sufrió una lesión permanente cuando su brazo quedó atrapado en una prensa.
Logró reengancharse a la educación. Entró en la universidad, donde estudió Derecho con una beca, y trabajó como abogado de derechos humanos durante dos décadas antes de meterse en política en 2005. Se sumó al partido Uri, un predecesor del PD, y en 2010 se convirtió en alcalde de Seongnam, la ciudad a la que se mudó de niño y que concentraba numerosos obreros industriales. En 2018 fue elegido gobernador de la provincia de Gyeonggi.
Casado y con dos hijos, en 2022 se enfrentó en las elecciones presidenciales contra el ahora caído Yoon. Las perdió por menos de un punto. El posterior ataque a las instituciones de su rival le ofreció, sin embargo, la plataforma perfecta para contrarrestar en un segundo asalto. En la larga noche de la ley marcial, reaccionó de inmediato con una emisión en directo en la que llamó a los ciudadanos a concentrarse ante la Asamblea Nacional. Allí, su partido ya había puesto en marcha una votación para revertir la ley de emergencia.
Lee arrastra varias causas judiciales de sus años en política que han dado argumentos a sus contrincantes y alimentado la polarización. “Los votantes tienen que elegir entre un régimen totalitario bajo Lee o una democracia preparada para el progreso”, dijo la semana pasada el candidato Kim. También le ha acusado de ser un “jefe del crimen” por las causas judiciales que tiene pendientes, que incluyen malversación de fondos públicos, declaraciones falsas durante una campaña electoral y participación en un presunto plan para desviar dinero a Corea del Norte. El hombre que parece destinado a ser el próximo presidente de Corea del Sur niega todas las acusaciones.
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