Los focos estaban puestos en la persona de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, pero durante parte de la mañana se giraron hacia su socia de coalición. Yolanda Díaz, recién estrenada en el cargo de huérfana de padre, recibió minutos antes de empezar el pleno el abrazo largo, larguísimo, de Enrique Santiago. Y dos besos, uno en la mejilla y otro en la frente, como de señal de misericordia. Si debía acudir o no en el día de hoy, es tan delicado como íntima es la forma en la que cada una gestiona el duelo. “Lo hice por él, me habría pedido que lo hiciera”, repitió en el pasillo, con esos ojos empequeñecidos y tan universales después de tanto llanto.
Sánchez continúa tirando de la reserva del depósito. Se le nota la bajona de ánimo y la activación del piloto automático al mencionar las medidas para atajar la corrupción
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
Sánchez continúa tirando de la reserva del depósito. Se le nota la bajona de ánimo y la activación del piloto automático al mencionar las medidas para atajar la corrupción


Los focos estaban puestos en la persona de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, pero durante parte de la mañana se giraron hacia su socia de coalición. Yolanda Díaz, recién estrenada en el cargo de huérfana de padre, recibió minutos antes de empezar el pleno el abrazo largo, larguísimo, de Enrique Santiago. Y dos besos, uno en la mejilla y otro en la frente, como de señal de misericordia. Si debía acudir o no en el día de hoy, es tan delicado como íntima es la forma en la que cada una gestiona el duelo. “Lo hice por él, me habría pedido que lo hiciera”, repitió en el pasillo, con esos ojos empequeñecidos y tan universales después de tanto llanto.
Llegó, hizo un discurso apasionado y vehemente (sobre todo con el presidente del Partido Popular), enfadó a sus señorías y se enfurruñó ella cruzándose de brazos y negándose a continuar con su discurso ante el ruido de fondo en el hemiciclo. Qué murmullo tan insoportable el de la oposición, por cierto. Lloró cuando el presidente mencionó a Suso Díaz al arrancar su momento. Cuando ella acabó, salió disparada del Congreso, pero antes se paró con algunos periodistas, dijo que necesitaba comer algo y contó que lo último que intentó comer su progenitor fue su helado favorito, en su presencia y en la de su hija, el pasado domingo. Se rompió un poquito. “Os quiero mucho”, añadió, y se fue hacia los ascensores.
Sánchez continúa tirando de la reserva del depósito, un sistema inmunológico que pide a gritos más plaquetas. “Me equivoqué”, dijo. Hay abatimiento en su rostro porque la mandíbula no engaña y porque un 9 de julio cualquier ser humano está ya pensando en el neceser de playa. Se nota la bajona de ánimo y la activación del piloto automático al mencionar las medidas para atajar la corrupción, por mucho que vaya de la mano de la OCDE, que es una institución muy importante pero desconocida para muchísimas personas. Repitió palabras de las últimas veces, “decepción”, “duro golpe” y dijo que “tirar la toalla nunca es una buena opción”, cosa que debieron aplaudir todos los gurús de la autoayuda.
Mientras, Pilar Alegría tomaba notas en su cuaderno.
Llegó luego Alberto Núñez Feijóo. Que sabe morder, y mordió bien, y fue donde más duele. Sabe que el rival está débil y sabe aún mejor que son tiempos en los que se trata no de ganar, sino de humillar y rematar y pedirle al enemigo no solo que entregue placa y pistola, sino que dimita, que convoque elecciones y que, llegado el caso, por el bien de España, podría también morirse. Finezza.
Interesantísima, por su parte, la aportación de Santiago Abascal al parlamentarismo hablando de “chicas de alterne” y “convivir con prostíbulos” (sic.). Y entrañable la preocupación de las derechas por las mujeres prostituidas. “¿De qué prostíbulos ha vivido usted?”, preguntó Feijóo a Sánchez. Veremos qué votan cuando se hable de abolición.
Detalle: resulta curiosa (es un decir) el uso de la palabra maquillaje por parte de los líderes del Partido Popular y Vox. Afear a estas alturas de siglo que un señor recurra a ello es haberse quedado en esos tiempos y en ese tipo de personas que consideran que maricón es un insulto. Demonizar el fond de teint en 2025, qué cosa tan antigua. Y tan hipócrita.
Y luego tenemos a Gabriel Rufián. Que llegó con el depósito lleno de sarcasmo. “El mundo es cruel, la vida es dura”, le espetó a Sánchez, pero es que “la izquierda no roba”, “la gente no lee el BOE, la gente mira el móvil” y lo que se encuentra es a los cryptobros haciendo de las suyas. Le dijo al presidente que se está bunkerizando y le recomendó que salga de ahí, de donde quiera que esté.
Lo llaman demagogo a Rufián, y oportunista, y Abascal se refirió en su intervención a “rufianes de todo pelaje”, no se sabe si haciendo alusión al adjetivo o al apellido del portavoz de ERC. Pero tiene calle, que diría cualquiera que tenga adolescentes en su casa, y sabe lo que pasa más allá de la M30 y hasta lo que se comenta en las escaleras mecánicas, esas que están siempre llenas de gente, de los almacenes de ropa situados en el número 32 de la Gran Vía. Gente que también necesita vacaciones. Y rellenar el neceser de playa.
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Sobre la firma

Nació en Madrid porque en Getafe, de donde se considera, no había hospital en 1976. Estudió Periodismo por vocación y ahí sigue, a pesar de todo. Ha pasado por ABC, Actualidad Económica, Qué!, El Economista, Onda Cero, Vanity Fair y El Confidencial. Fundó Ctxt. Ahora colabora en la SER, La Sexta y en EL PAÍS hace entrevistas, crónicas y columnas.
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