El Valencia Basket es un misil que va lanzado hacia la final. Ya son siete victorias seguidas entre el final de la liga regular y los playoffs. El equipo se resiste a cerrar la Fonteta, al borde de la jubilación, y avanza con paso firme hacia una final que dignificaría la despedida de la que ha sido su casa en la ACB. Su último triunfo (83-65) lo logró ante La Laguna Tenerife, un contrincante muy serio pero quizá con no tantos recursos. El jueves, otra vez en la Fonteta (21.15), el segundo partido.
El equipo de Pedro Martinez, menos acertado de lo habitual en el triple, se llevó el primer triunfo de las semifinales gracias a una gran defensa (83-65)
El Valencia Basket es un misil que va lanzado hacia la final. Ya son siete victorias seguidas entre el final de la liga regular y los playoffs. El equipo se resiste a cerrar la Fonteta, al borde de la jubilación, y avanza con paso firme hacia una final que dignificaría la despedida de la que ha sido su casa en la ACB. Su último triunfo (83-65) lo logró ante La Laguna Tenerife, un contrincante muy serio pero quizá con no tantos recursos. El jueves, otra vez en la Fonteta (21.15), el segundo partido.
Pedro Martínez ha conseguido que su equipo llegue perfectamente engrasado a la lucha por el título, una palabra prohibida en el vestuario, pero que cada vez cuenta con más creyentes en la vieja Fonteta. El Valencia Basket mantiene sus básicos, como le gusta decir al entrenador barcelonés, pero ha elevado las prestaciones de una defensa que es la que le permite subir en las apuestas.
Txus Vidorreta, uno que conoce la casa, había preparado a conciencia cómo parar al que parecía imparable: Jean Montero, que destrozó al Gran Canaria en los cuartos de final. El técnico de Indautxu le ató al cuello a Joan Sastre. Había estudiado al milímetro cómo minimizar al dominicano, el mejor jugador joven de la Liga, pero no esperaba a Chris Jones, que dejó tambaleando al Tenerife con un segundo cuarto despampanante gracias a 13 puntos sin fallo que elevaron al Valencia a su máxima ventaja (45-29).
Pero el Valencia Basket imponía su juego no solo por los fuegos artificiales de Jones, las canastas bajo el aro de Pradilla, convertido ya en un jugador diferencial, o los fogonazos de Montero. Su fuerza, la que le convierte en un serio candidato al título, con perdón, es la defensa, su capacidad para dejar en 37 puntos en la primera mitad a Marcelinho Huertas y compañía. Su habilidad para mantener su velocidad de crucero, siempre apuntando a los 100 puntos, y, al mismo tiempo, limitar mucho las opciones de tiro de su rival.
El Valencia es un equipo que tiene más posesiones y, encima, es aplicado en defensa. Vidorreta intentaba dosificar a Marcelinho (42 años), pero el ritmo constante de su oponente no le permitía muchas alegrías y rápidamente tenía que devolverlo a la cancha. La Laguna Tenerife, grogui por momentos, se levantó gracias al orgullo de Doornekamp, autor de tres triples que permitieron a su equipo mantenerse a una distancia prudencial en el electrónico.
El Tenerife no acabó en la tercera posición de la liga regular por casualidad. Es un equipo difícil de someter, muy trabajado, muy redondo, que sabe cómo sacar provecho de sus cualidades, probablemente más contadas que las de otras plantillas más lustrosas, pero que a Vidorreta le lucen. Su salida en el tercer cuarto (50-45), atosigando de nuevo al Valencia, era la demostración. La Laguna no se rinde. El equipo aurinegro salía levantando un cartel: no nos vamos a rendir. Jaime Fernández, voraz en defensa, podría ser el portador.
Marcelinho puede no anotar 39 puntos, como en el primer partido de los playoffs, pero no vive la ansiedad de la anotación. Tiene mucho más en los bolsillos. Muchos regalos para sus compañeros. Insuficientes en este encuentro. No importan sus 42 años como parecen no importar, al menos en el descorche de esta serie, los 32,4 años de media de esta plantilla, que tendrá que demostrar que es capaz de soportar un duelo a cinco asaltos. El Valencia va a llevar al límite a esta legión de veteranos.
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