Abusaron mucho en la cuadrilla de la nobleza y bondad del de Domingo Hernández que abrió plaza. No tuvieron sentido los exigentes capotazos del banderillero como si el toro fuera un tigre de bengala. Cuentan que le recomendaron al maestro Pepe Luis un subalterno para su hijo. «Maestro, ahí hay uno que le pega capotazos extraordinarios a los toros buenos». El Sócrates de San Bernardo contestó con su temple innato: «Para los toros buenos tengo yo a mi hijo, yo lo quiero para los malos». Pero dijo Morante… «vamos a esperar al cuarto». El sabe mejor que nadie que Dios lo ha tocado y reventó la plaza a base de arte , de pureza y dos cojo… ¡No sé si me explico!Con el capote a una mano parando al toro y con la muleta entregado y roto enloqueció el de La Puebla a Sevilla y al mundo. Y luego se fue detrás de la espada como un novillero tieso. Gracias, Dios, por concebirlo torero. Abusaron mucho en la cuadrilla de la nobleza y bondad del de Domingo Hernández que abrió plaza. No tuvieron sentido los exigentes capotazos del banderillero como si el toro fuera un tigre de bengala. Cuentan que le recomendaron al maestro Pepe Luis un subalterno para su hijo. «Maestro, ahí hay uno que le pega capotazos extraordinarios a los toros buenos». El Sócrates de San Bernardo contestó con su temple innato: «Para los toros buenos tengo yo a mi hijo, yo lo quiero para los malos». Pero dijo Morante… «vamos a esperar al cuarto». El sabe mejor que nadie que Dios lo ha tocado y reventó la plaza a base de arte , de pureza y dos cojo… ¡No sé si me explico!Con el capote a una mano parando al toro y con la muleta entregado y roto enloqueció el de La Puebla a Sevilla y al mundo. Y luego se fue detrás de la espada como un novillero tieso. Gracias, Dios, por concebirlo torero.
Abusaron mucho en la cuadrilla de la nobleza y bondad del de Domingo Hernández que abrió plaza. No tuvieron sentido los exigentes capotazos del banderillero como si el toro fuera un tigre de bengala. Cuentan que le recomendaron al maestro Pepe Luis un subalterno para … su hijo. «Maestro, ahí hay uno que le pega capotazos extraordinarios a los toros buenos». El Sócrates de San Bernardo contestó con su temple innato: «Para los toros buenos tengo yo a mi hijo, yo lo quiero para los malos».
Pero dijo Morante… «vamos a esperar al cuarto». El sabe mejor que nadie que Dios lo ha tocado y reventó la plaza a base de arte , de pureza y dos cojo… ¡No sé si me explico!
Con el capote a una mano parando al toro y con la muleta entregado y roto enloqueció el de La Puebla a Sevilla y al mundo. Y luego se fue detrás de la espada como un novillero tieso.
Gracias, Dios, por concebirlo torero.
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