Poco queda del espíritu con el que Jacint Ribas impregnó la Barcelona de comienzos de siglo. Fue uno de los pioneros del nudismo. Corría desnudo la Cursa de El Corte Inglés, pedaleaba por el centro de la ciudad sin prenda alguna o hasta había llegado a subirse a un autobús público. En el recuerdo también ha quedado el récord mundial que el fotógrafo estadounidense Spencer Tunnick logró al retratar en 2003 a 7.000 personas desnudas en la avenida de la Reina María Cristina de la capital catalana. Desde que el Ayuntamiento modificó la ordenanza de civismo en 2011 y prohibió el nudismo excepto en determinados casos como la playa de San Sebastià o la Mar Bella, se ha ido limitando cada vez más esta práctica y han sido varios los municipios que han adoptado la misma política. Desde la Federació Naturista Nudista de Catalunya piden que se les escuche y ha instado al Parlament a que recoja las recomendaciones que hizo en 2018 el Síndic de Greuges para reforzar sus derechos: campañas divulgativas, más señalización y una mayor protección del colectivo.
La Federació Naturista Nudista de Catalunya presiona a la Generalitat para que aplique la resolución del Síndic de Greuges de 2018 para que los municipios dispongan de espacios seguros para el colectivo
Poco queda del espíritu con el que Jacint Ribas impregnó la Barcelona de comienzos de siglo. Fue uno de los pioneros del nudismo. Corría desnudo la Cursa de El Corte Inglés, pedaleaba por el centro de la ciudad sin prenda alguna o hasta había llegado a subirse a un autobús público. En el recuerdo también ha quedado el récord mundial que el fotógrafo estadounidense Spencer Tunnick logró al retratar en 2003 a 7.000 personas desnudas en la avenida de la Reina María Cristina de la capital catalana. Desde que el Ayuntamiento modificó la ordenanza de civismo en 2011 y prohibió el nudismo excepto en determinados casos como la playa de San Sebastià o la Mar Bella, se ha ido limitando cada vez más esta práctica y han sido varios los municipios que han adoptado la misma política. Desde la Federació Naturista Nudista de Catalunya piden que se les escuche y ha instado al Parlament a que recoja las recomendaciones que hizo en 2018 el Síndic de Greuges para reforzar sus derechos: campañas divulgativas, más señalización y una mayor protección del colectivo.
Cada vez es más habitual ver a turistas desnortados en lugares como la playa de San Sebastià, frente al hotel W de Barcelona, haciendo fotos con el móvil, algo que incomoda profundamente al colectivo y los expulsa. Son pocos los que todavía resisten. “Desde hace unos años, había más respeto por las playas de tradición nudista. Los textiles -como definen los naturistas a aquellos que usan bañador-, no acudían. Con la pandemia se potenció mucho la difusión de calas y playas apartadas y muchos turistas han empezado a ir a ellas en bañador, y eso nos va limitando poco a poco”, lamenta Segimon Rovira, presidente de la federación y expresidente del Club Català de Naturisme. El movimiento naturista denuncia la cada vez más difícil convivencia con los textiles y la masificación turística de la costa catalana. Un claro ejemplo fue el conflicto que estalló en 2021 en la playa de la Illa Roja, en Begur (Girona), de tradición nudista, donde se instaló un chiringuito y despertó confrontaciones entre naturistas y textiles.
Otro caso fue la sentencia del Tribunal Supremo, que avaló la prohibición de hacer nudismo en las playas de Castell d’Aro (Girona). La sentencia expuso que el hecho de estar desnudo en una playa pública no tiene nada que ver con la defensa de un derecho fundamental como es la libertad ideológica, tal y como argumentaba el Club Català de Naturisme .
La falta de señalización es la principal reivindicación del movimiento naturista. El colectivo defiende que esta práctica está enmarcada en el derecho a la libertad de expresión, y que está amparada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) a pesar del veto de ayuntamientos como el de Tarragona, Castell d’Aro, Barcelona, o Castelló d’Empúries. “La idea es promover una discriminación positiva. Es decir, que los municipios señalicen los espacios de tradición nudista para que la ciudadanía sepa que allí habrá gente desnuda. Se trata, simplemente, de favorecer que la gente practique el naturismo con libertad”, asegura Rovira. El litoral catalán cuenta con 58 playas de tradición nudista, pero según Rovira, menos de la mitad están debidamente señalizadas.
La situación de las mujeres en las playas nudistas
Núria Portí, presidenta de l’Associació Naturista de la Platja de l’Aiguamoll, reclamó ante la Comisión de Igualdad y Feminismos que los ayuntamientos desplieguen agentes cívicos de convivencia, especialmente en las playas de tradición nudista.
“En Vilanova i la Geltrú (Barcelona), ya nos hemos encontrado esta temporada con casos de agresiones y de acoso a mujeres naturistas. La mayoría son hombres que se hacen tocamientos a su lado o que acuden a estas playas por el hecho de ver a mujeres desnudas”, denuncia Portí. “El hecho de que haya textiles no ayuda a que los naturistas se sientan cómodos. No pedimos que se prohíba nada, pero sí que nos permitan expresarnos libremente”, puntualiza.
Según Portí, también es habitual que a principio de temporada sea cuando se dan más situaciones de poca convivencia, como pescadores que no respetan los horarios de baño o ciudadanos que acuden a las playas con los perros desatados.
Los naturistas perciben desde hace años cómo la expresión de la desnudez pasa a ser algo más residual. La media de edad de los bañistas nudistas es elevada, de entre 40 y 75 años, según Rovira. “Entre la juventud, el nudismo siempre ha sido minoritario, pero hace décadas, como a finales de la década de 1980 y comienzos de 1990, la desnudez adoptaba un carácter más reivindicativo y de protesta”, explica. La presión estética, la vergüenza, el miedo a ser expuestos en redes sociales o la hipersexualización del cuerpo hace que los naturistas sean cada vez más minoritarios.