La presencia de Donald Trump en el palco de honor del Metlife Stadium de Nueva Jersey provocó que por primera vez en todo el torneo el himno de Estados Unidos fuera interpretado por justo antes de comenzar el encuentro. Cuadrado, con su mano derecha sobre la sien remarcando el saludo militar, el presidente estadounidense escuchó la entonación de una militar de alta gradación. Los tres cazas de última generación que surcaron el cielo de Nueva Jersey amplificaron el tono marcial de la ceremonia y casaron con la batalla campal desatada en el final del encuentro.
El presidente de los Estados Unidos asiste en el palco a la exhibición del Chelsea y a una bronca final en la que el entrenador del PSG lanza un manotazo a João Pedro
El presidente de los Estados Unidos asiste en el palco a la exhibición del Chelsea y a una bronca final en la que el entrenador del PSG lanza un manotazo a João Pedro


La presencia de Donald Trump en el palco de honor del Metlife Stadium de Nueva Jersey provocó que por primera vez en todo el torneo el himno de Estados Unidos fuera interpretado por justo antes de comenzar el encuentro. Cuadrado, con su mano derecha sobre la sien remarcando el saludo militar, el presidente estadounidense escuchó la entonación de una militar de alta gradación. El tono de la secuencia fue marcial y se amplificó con los tres cazas de última generación que surcaron el cielo de Nueva Jersey. Una exhibición de músculo militar.
A la derecha de Trump, se ubicó su esposa Melanie, hierática, con gafas fashion de montura blanca a juego con el vestido. A la izquierda, su amigo, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. La relación entre ambos comenzó en el primer mandato de Trump, que coincidió con la elección de Estados Unidos como coorganizadora del Mundial 2030 junto a México y Canadá. Desde entonces, han ido estrechando lazos. Trump, en diversas intervenciones públicas se ha referido “a mi amigo Gianni”. Durante el mandato de Joe Biden, Infantino pasó a un segundo plano o no existió en la agenda del presidente demócrata. Varios intentos del presidente de la FIFA por reunirse con Biden fueron abortados.
Terminados los boatos, que contaron con las potentes voces de Laura Pausini y Robbie Williams fue el turno de una final que tuvo un desenlace inesperado. Fue el Chelsea el que ahogó al PSG en su área. En la banda, Luis Enrique parecía incrédulo. El PSG tardó diez minutos en poder elaborar una jugada en la frontal del área. Al lado del técnico gijonés se puso en pie su ayudante Rafael Pol para sugerirle soluciones a Luis. Las consignas del preparador asturiano, ante la imposibilidad de sacudirse la presión, fueron tratar de jugar balones largos para Doué y Kvaratskhelia. La estrategia falló.
En la zona técnica opuesta, el italiano Enzo Maresca disfrutaba con el arranque imponente de su equipo. El Chelsea no concedió el gobierno del partido. El camino para derrotar al PSG se lo mostró el Bayern de Múnich en los cuartos de final. El conjunto bávaro fue a buscar al PSG arriba y le discutió la posesión de la pelota, pues durante varios tramos del encuentro fue superior en la presión.
Ayer, Maresca jaleaba en la banda cada acción de recuperación de Enzo Fernández, Moisés Caicedo y a Reece James. El técnico italiano diseñó un plan de uno contra uno a todo campo. Los tres centrocampistas incomodaron sobremanera a Vitinha, João Neves y Fabián Ortiz. Luis Enrique se mesaba el cabello cada vez que su equipo quedaba varado en el centro del campo. La impresión que dio el vigente campeón de Europa fue la del boxeador que encaja un golpe y sangra por primera vez. No estaba acostumbrado el PSG a que un equipo le zarandeara de esa manera. Luis Enrique hacía aspavientos que se perdían entre jugadores aturdidos que no respondían como en otras ocasiones.
Convencido de que el plan le estaba saliendo, Maresca también animaba a Pedro Neto, João Pedro y a Cole Palmer. A este le sugirió en un par de ocasiones que se explayara hacia adentro y el fino zurdo explotó. De zancada y conducción elegante, su silueta evoca a los clásicos interiores de toda la vida. El pasillo interno más próximo a la banda derecha fue el espacio donde el frío Palmer reventó al Chelsea. Primero con sendas maniobras calcadas en las que su juego de cintura y afilado pie izquierdo colocaron dos pases a la red de Donnarumma. En ambos casos hizo la celebración de querer calentarse los brazos para ironizar con los críticos que le consideran un jugador excesivamente frío. El meta tuvo un careo con Caicedo después de que este se metiera con él tras el primer gol del Chelsea.
Cuando Palmer asistió a João Pedro para que este pusiera el 3-0 en el marcador, el derrumbe de los futbolistas de Luis Enrique fue generalizado. Dembélé agachó la mirada con los brazos sobre su cuello y meneando la cabeza de lado a lado. Vitinha discutía con Beraldo y Marquinhos sobre quién debió coger la marca del delantero brasileño una vez que este había atravesado la línea del centro del campo y se le abrió mucho campo por delante.
El recital de Palmer fue definitivo. En el segundo tiempo, cuando el PSG trató de acortar distancias, él fue el que puso la pausa y lanzó a su equipo a la aventura de contragolpes que no cuajaron en una goleada mayor por las intervenciones de Donnarumma. El PSG era un equipo roto e impotente. Como demostró la expulsión de João Neves por un tirón de pelo a un rival y la agresiva tangana final de Donnarumma con Reece James y en la que Luis Enrique lanzó un manotazo a João Pedro.
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Sobre la firma

Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.
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