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  Cultura  Las dudas y el déjà vu de Ed Sheeran
Cultura

Las dudas y el déjà vu de Ed Sheeran

junio 1, 2025
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Fue todo un déjà vu. Seis años después del primer encargo que me hizo este periódico, el mismo concierto: el mismo Ed Sheeran , el mismo Metropolitano con otro nombre y casi la misma silla. Por el camino ha habido muchas, buenas, malas y peores, pero siempre he recordado aquella crónica con el cariño especial que se le tiene a los días felices.Ayer, en el déjà vu, Ed Sheeran cerraba su doblete en Madrid y en el estadio faltaba gente. Arrancó muy puntual y acompañado de una banda de cinco. Sonaron «Castle on the Hill» , siempre galáctica, y «Blow», mucho más rockera. La música parecía tener más empaque, más hormigón que en el recuerdo. Pesaba, sonaba más, se sentía en las entrañas. Después del saludo inicial, la banda desapareció y pudimos ver al Sheeran de siempre, ese que con un pedal y una guitarra de tamaño infantil puede sonar como una orquesta sinfónica del Este de Europa. Así interpretó «Shivers», de las mejores de la noche, «The A Team», cantada a dúo con el Metropolitano y «Don’t», un rap cantado con excelente gusto . Sheeran mostraba sus ganas dando saltos pero había algo que no terminaba de hacer «click».Noticia Relacionada estandar No Rigoberta Bandini planta cara al calor y arranca su nueva gira en Icónica Inma Guisado La primera parada de ‘Jesucrista Superstar’ hizo las delicias de los fans en la segunda jornada del festival en la Plaza de EspañaEra el hecho de haber visto más allá. Con la banda, Sheeran sonaba a otra cosa, se movía de otra forma; cuando estaba sólo parecía un hombre esposado. Sin la obligación de grabarlo todo con su guitarra antes de empezar a tocar, el británico daba paseos por el escenario, soltaba su instrumento, meneaba la cadera y se ponía a saludar. La música también era más, mucho más; llegaba lejos y era más densa, que es algo importante cuando se toca en un estadio pensado para el arte del balompié. Daba la sensación de ser el final de su viejo modelo y el inicio de algo nuevo, más coral y colaborativo.Generoso, cantó después dos canciones de su próximo disco, que se estrena dentro de pocos días. «Opening» y «Sapphire» dejaron frío al respetable, al no mejorar ninguno de los éxitos conocidos. En general, el bloque intermedio fue un amago, el quiero y no puedo de un artista que brillaba si se le unía la banda. Sólo, como triunfó hace ya una década, parecía una sombra, una imitación o, en el peor caso, una parodia.El cantante Ed Sheeran durante su concierto en el Riyadh Air Metropolitano el 30 de mayo. EPHubo un buen medley y funcionó la única colaboración de la noche, «I was made for loving you» con Tori Kelly , pero el resto de canciones parecían fotocopias. Hubo un breve instante después de «Sing» en el que nadie se movía, no había sonrisas y la grada parecía un funeral. Para terminar de complicarlo, hubo dos fallos de la secuencia y Sheeran tuvo que cantar sin base hasta que alguien lo arregló entre bambalinas.El final mejoró, agrupando los éxitos en una traca final soñada. «Photograph» y «Perfect» arrancaron lágrimas y flashes; «Afterglow» elevó su estatus como compositor y hubo tristeza en «Shape of you», porque era la hora de irse a casa.El déjá vu me persiguió hasta el coche, aparcado tan lejos como aquel día en el que, novato e iluso, era literatura hacer un buen titular. Hoy sólo sé que no sé nada. Fue todo un déjà vu. Seis años después del primer encargo que me hizo este periódico, el mismo concierto: el mismo Ed Sheeran , el mismo Metropolitano con otro nombre y casi la misma silla. Por el camino ha habido muchas, buenas, malas y peores, pero siempre he recordado aquella crónica con el cariño especial que se le tiene a los días felices.Ayer, en el déjà vu, Ed Sheeran cerraba su doblete en Madrid y en el estadio faltaba gente. Arrancó muy puntual y acompañado de una banda de cinco. Sonaron «Castle on the Hill» , siempre galáctica, y «Blow», mucho más rockera. La música parecía tener más empaque, más hormigón que en el recuerdo. Pesaba, sonaba más, se sentía en las entrañas. Después del saludo inicial, la banda desapareció y pudimos ver al Sheeran de siempre, ese que con un pedal y una guitarra de tamaño infantil puede sonar como una orquesta sinfónica del Este de Europa. Así interpretó «Shivers», de las mejores de la noche, «The A Team», cantada a dúo con el Metropolitano y «Don’t», un rap cantado con excelente gusto . Sheeran mostraba sus ganas dando saltos pero había algo que no terminaba de hacer «click».Noticia Relacionada estandar No Rigoberta Bandini planta cara al calor y arranca su nueva gira en Icónica Inma Guisado La primera parada de ‘Jesucrista Superstar’ hizo las delicias de los fans en la segunda jornada del festival en la Plaza de EspañaEra el hecho de haber visto más allá. Con la banda, Sheeran sonaba a otra cosa, se movía de otra forma; cuando estaba sólo parecía un hombre esposado. Sin la obligación de grabarlo todo con su guitarra antes de empezar a tocar, el británico daba paseos por el escenario, soltaba su instrumento, meneaba la cadera y se ponía a saludar. La música también era más, mucho más; llegaba lejos y era más densa, que es algo importante cuando se toca en un estadio pensado para el arte del balompié. Daba la sensación de ser el final de su viejo modelo y el inicio de algo nuevo, más coral y colaborativo.Generoso, cantó después dos canciones de su próximo disco, que se estrena dentro de pocos días. «Opening» y «Sapphire» dejaron frío al respetable, al no mejorar ninguno de los éxitos conocidos. En general, el bloque intermedio fue un amago, el quiero y no puedo de un artista que brillaba si se le unía la banda. Sólo, como triunfó hace ya una década, parecía una sombra, una imitación o, en el peor caso, una parodia.El cantante Ed Sheeran durante su concierto en el Riyadh Air Metropolitano el 30 de mayo. EPHubo un buen medley y funcionó la única colaboración de la noche, «I was made for loving you» con Tori Kelly , pero el resto de canciones parecían fotocopias. Hubo un breve instante después de «Sing» en el que nadie se movía, no había sonrisas y la grada parecía un funeral. Para terminar de complicarlo, hubo dos fallos de la secuencia y Sheeran tuvo que cantar sin base hasta que alguien lo arregló entre bambalinas.El final mejoró, agrupando los éxitos en una traca final soñada. «Photograph» y «Perfect» arrancaron lágrimas y flashes; «Afterglow» elevó su estatus como compositor y hubo tristeza en «Shape of you», porque era la hora de irse a casa.El déjá vu me persiguió hasta el coche, aparcado tan lejos como aquel día en el que, novato e iluso, era literatura hacer un buen titular. Hoy sólo sé que no sé nada.  

El artista británico deja alguna duda en su doblete madrileño

Ed Sheeran, durante su concierto en el Riyadh Air Metropolitano el 30 de mayo. EP

Fue todo un déjà vu. Seis años después del primer encargo que me hizo este periódico, el mismo concierto: el mismo Ed Sheeran, el mismo Metropolitano con otro nombre y casi la misma silla. Por el camino ha habido muchas, buenas, malas y peores, pero siempre he recordado aquella crónica con el cariño especial que se le tiene a los días felices.

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Ayer, en el déjà vu, Ed Sheeran cerraba su doblete en Madrid y en el estadio faltaba gente. Arrancó muy puntual y acompañado de una banda de cinco. Sonaron «Castle on the Hill», siempre galáctica, y «Blow», mucho más rockera. La música parecía tener más empaque, más hormigón que en el recuerdo. Pesaba, sonaba más, se sentía en las entrañas. Después del saludo inicial, la banda desapareció y pudimos ver al Sheeran de siempre, ese que con un pedal y una guitarra de tamaño infantil puede sonar como una orquesta sinfónica del Este de Europa. Así interpretó «Shivers», de las mejores de la noche, «The A Team», cantada a dúo con el Metropolitano y «Don’t», un rap cantado con excelente gusto. Sheeran mostraba sus ganas dando saltos pero había algo que no terminaba de hacer «click».

Era el hecho de haber visto más allá. Con la banda, Sheeran sonaba a otra cosa, se movía de otra forma; cuando estaba sólo parecía un hombre esposado. Sin la obligación de grabarlo todo con su guitarra antes de empezar a tocar, el británico daba paseos por el escenario, soltaba su instrumento, meneaba la cadera y se ponía a saludar. La música también era más, mucho más; llegaba lejos y era más densa, que es algo importante cuando se toca en un estadio pensado para el arte del balompié. Daba la sensación de ser el final de su viejo modelo y el inicio de algo nuevo, más coral y colaborativo.

Generoso, cantó después dos canciones de su próximo disco, que se estrena dentro de pocos días. «Opening» y «Sapphire» dejaron frío al respetable, al no mejorar ninguno de los éxitos conocidos. En general, el bloque intermedio fue un amago, el quiero y no puedo de un artista que brillaba si se le unía la banda. Sólo, como triunfó hace ya una década, parecía una sombra, una imitación o, en el peor caso, una parodia.

El cantante Ed Sheeran durante su concierto en el Riyadh Air Metropolitano el 30 de mayo.
EP

Hubo un buen medley y funcionó la única colaboración de la noche, «I was made for loving you» con Tori Kelly, pero el resto de canciones parecían fotocopias. Hubo un breve instante después de «Sing» en el que nadie se movía, no había sonrisas y la grada parecía un funeral. Para terminar de complicarlo, hubo dos fallos de la secuencia y Sheeran tuvo que cantar sin base hasta que alguien lo arregló entre bambalinas.

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