Este fin de semana, Madrid habló alto y claro. Decenas de miles de personas salieron a las calles para mostrar su condena por el genocidio en Gaza. Y lo hicieron coincidir con la última etapa de la Vuelta a España para mostrar al mundo que el pueblo de Madrid no se calla ante el asesinato de miles de personas, muchos niños y niñas inocentes.
La capital española ha enseñado al mundo que los derechos humanos no se negocian, que la voz de la ciudadanía puede cambiar la narrativa y que los valores humanos siempre deben estar por encima de cualquier medalla
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La capital española ha enseñado al mundo que los derechos humanos no se negocian, que la voz de la ciudadanía puede cambiar la narrativa y que los valores humanos siempre deben estar por encima de cualquier medalla

Este fin de semana, Madrid habló alto y claro. Decenas de miles de personas salieron a las calles para mostrar su condena por el genocidio en Gaza. Y lo hicieron coincidir con la última etapa de la Vuelta a España para mostrar al mundo que el pueblo de Madrid no se calla ante el asesinato de miles de personas, muchos niños y niñas inocentes.
El alcalde de Madrid calificó las protestas de “intolerables” y “violentas”, criminalizando a miles de madrileños y madrileñas. También culpó al Gobierno de España (esto no es novedad) por no garantizar el orden. Olvida Almeida que Madrid no es solo un escenario de grandes espectáculos: es una ciudad solidaria, un espacio de libertad y de conciencia ética. Sus palabras criminalizan la solidaridad y tratan de silenciar la voz de quienes reclaman justicia y paz.
Madrid respondió mostrando que es la capital de la dignidad. La ciudadanía madrileña enseñó al mundo que hay valores que están por encima de cualquier espectáculo: la justicia, la empatía y la defensa de los derechos humanos. Mientras esto ocurría, al alcalde solo le preocupaba la foto en el pódium con los ganadores de esta competición deportiva. Es una cuestión de prioridades y de nuevo el alcalde se quedó solo ante la marea de dignidad que ocupó las calles de Madrid.
Que nadie se equivoque: la protesta fue pacífica, masiva y legítima. La ciudadanía no estaba contra el deporte; estaba a favor de causas justas. Almeida buscó confrontar, minimizar y politizar; Madrid eligió la solidaridad y la justicia. Estoy segura de que la Historia pondrá a cada uno en su lugar.
Madrid se ha convertido en referente internacional de solidaridad. La Vuelta puede tener sus reglas, pero Madrid tiene su dignidad. Ha enseñado al mundo que los derechos humanos no se negocian, que la voz de la ciudadanía puede cambiar la narrativa y que los valores humanos siempre deben estar por encima de cualquier medalla.
La Historia recordará este momento, no por la suspensión de la última etapa de la Vuelta, sino por el compromiso de una ciudad con la defensa de los derechos humanos, la justicia y la paz. Madrid no se calla. Madrid alza su voz para condenar un genocidio. Madrid es la capital de la dignidad.
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