A eso de las cuatro de la tarde, Martín de la Puente (Vigo, 26 años) irrumpe como una flecha junto a su compinche, el holandés Ruben Spaargaren. Y, lógicamente, están eufóricos. No todos los días se proclama uno campeón de Wimbledon. Uno lo exterioriza más que el otro. “Martín es muy español, todo el rato como: ‘¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!’. Él es así, tiene esa energía. Siempre está ahí para empujarme…”, cuenta el neerlandés, después de que ambos hayan vencido en la Court 1 del All England Club, la circular, a la pareja formada por Alfie Hewett y Gordon Reid: 7-6 (1) y 7-5, tras 2h 31m. Los británicos eran los primeros cabezas de serie y a su vez, favoritos.
El tenista gallego, de 26 años, logra su segundo grande como doblista en el lugar y la pista que le inspiró a los 8, cuando charló con Nadal: “Qué vueltas da la vida, ¿no?
A eso de las cuatro de la tarde, Martín de la Puente (Vigo, 26 años) irrumpe como una flecha junto a su compinche, el holandés Ruben Spaargaren. Y, lógicamente, están eufóricos. No todos los días se proclama uno campeón de Wimbledon. Uno lo exterioriza más que el otro. “Martín es muy español, todo el rato como: ‘¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!’. Él es así, tiene esa energía. Siempre está ahí para empujarme…”, cuenta el neerlandés, después de que ambos hayan vencido en la Court 1 del All England Club, la circular, a la pareja formada por Alfie Hewett y Gordon Reid: 7-6 (1) y 7-5, tras 2h 31m. La pareja británica era la primera cabeza de serie y favorita.
“Y yo venía jodido porque ayer [por el viernes], me fui con la sensación de que podía haber hecho algo más en el individual. Además, siempre que nos ponía en la pista 1 no ganábamos ni de casualidad, así que estoy muy contento”, transmite De la Puente a tres medios españoles, entre ellos EL PAÍS. A buen seguro que al gallego le durará esa sonrisa unos cuantos días, porque al US Open logrado hace tres años en Flushing Meadows y el bronce de los Juegos de París, también en la modalidad de dobles, añade ahora otro laurel, si cabe más especial. Esto es Londres, la cuna del tenis y el marco entre los marcos. Aquí, relata el español, nació todo. Tenía 8 años y visitó el club por primera vez.
“Cuando era pequeño y me amputaron el pie izquierdo [a raíz del síndrome de Proteus, una enfermedad rara que causa crecimiento excesivo de huesos y tejidos], mis padres me trajeron aquí y vimos en la Court 1 a Novak [Djokovic] y a Rafa [Nadal]”, introduce. “Yo ya estaba recién operado, en la silla [de ruedas] y, al acabar, mis padres me dijeron: ‘vamos a esperar aquí, en la puerta. Y de repente vino Rafa. Yo sentía incredulidad porque, claro, estar con alguien que te ha inspirado tanto hace que todo sea más especial. Y encima aquí, en Wimbledon, en esa pista… Sientes la magia del sitio. Así que lo de hoy es la mejor sensación que se puede tener”, relata.
Él y Spaargaren se conocen desde que eran júniors y han competido de la mano en numerosas ocasiones. Mezclan bien, dicen, porque uno es el temple y el otro, Martín, “caliente”. Fortachón el vigués, quien durante la conversación se atusa el pelo de la emoción, todavía sin creérselo del todo, saboreándolo, expresivo. “Tenemos mentalidades diferentes, Ruben es más calmado”, precisa; “y yo como que soy más culo inquieto, dándole y dándole siempre a la manija para que peleemos hasta el final. Aquí, encima, la silla se queda más clavada con la hierba… No me gusta irme a casa con la sensación de que podía haber hecho más, me gusta darlo todo, se gane o se pierda, pero irte vacío”.
En la cara interna del bíceps le asoma un pequeño tatuaje. Un 30. Y explica: “Lo lleva otra persona que también es muy especial para mí, y también tengo a mis dos hermanos en el tobillo. Sencillamente vas recordando cosas. He tenido un entorno que me ha ayudado a superar muchas cosas porque con 10 años, yo ya tenía encima 14 operaciones y un pie menos, así que es una forma de expresar mi agradecimiento. A esas edades, te ves en el espejo y ves que eres diferente y te fijas mucho en el que dirán, y ellos han sabido encaminarme; el saber jugar tus cartas en esta vida y el aceptar que no es malo ser diferente, sino al revés; es bueno destacarse, que te vean. Pocos lo son”.
De la Puente agradece a la organización del grande británico por darle foco a la modalidad y porque esto, recalca, ayuda a que la gente lo vea por la tele y sepa “que se puede”. Está feliz, rebosante, contagioso. Describe el duelo contra Hewett y Reid como “duro e intenso”, pero él y el holandés han sabido resolverlo a base de “personalidad”. Al fin y al cabo, dice el deportista español, se trata sobre todo de “apretar los dientes” y de “echarle pelotas” cuando vienen mal dadas. Él lo ha hecho. Y así festeja ahora un señor triunfo en el templo de los templos de la raqueta. Todo comenzó en Londres, Court 1, con Nadal. Creyéndoselo. Y así continúa el gran Martín: “Qué vueltas da la vida, ¿no?”.
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