Acudo el sábado con mi polera de lino verde Koopey Club, muy por ir pegado a lo último, a la primera o una de las primeras manifestaciones del Orgullo en las Ramblas de Barcelona . Más que una mani es una concentración, de lejos se ve el tapón humano, es el día más caluroso del año. Se me entelan las gafas por la humedad a medida que me voy acercando. El calor del sol, el suelo caliente, pronto me mezclo entre los asistentes. Avanzo entre la multitud arremangada. Mi idea de ir a la última con esta polera Koopey que ha creado el joven Marcos Mollá es una idea completamente desaforada. Aunque en un guiño a la juventud me la haya arremangado, soy de largo el hombre entre miles que lleva más ropa. Los vaqueros también me delatan.Doy un poco el cante tan tapado, de modo que me quito la camisa, me la ato a la cintura, y mi carne blanquita, fofa, excesiva, no muy peluda, como si le faltara algo, se toca, se moja con las otras carnes mucho más duras, aceitadas algunas, tatuadas la mayoría y agujereadas por piercings. El sexo es una textura, sobre todo cuando se hace a la calle. Me siento multitud, tumulto. Me siento liberado de la tensión de ser yo, de ser alguien concreto, y por eso cuando me veo y recuerdo que vestido gano mucho enseguida se me pasa y noto que he quedado como exento del castigo divino de pasar vergüenza por andar desnudo. Sin manzana, sin Expulsión , mezclada mi carne con las demás. Cerveza, música muy de tam-tam, miradas absortas, lo que a mi me sucede de no sentirme nadie, de haberme quedado sin identidad, me parece que es el sentimiento general. Los 33 grados y el sol incendiario de las seis de la tarde casi no me dejan pensar.Noticia Relacionada todo irá bien opinion Si Veneno y escoba Salvador Sostres Por cobardes tan insignes es que siempre habrá odioEstoy entre muchos hombres semidesnudos, untados, todos a lo suyo, todos muy amables cuando les preguntas algo. Con las mujeres tengo que hablar mucho para gustar, aquí me doy cuenta de que como gordo calvo, barba gris blanca, soy el fetiche, la perversión de algunos, que se acercan y me tocan los michelines como si fueran un juguete y me dicen «qué rico, papito, papito», mientras yo sonrío y me hago a un lado por evitar entrar en detalles y continúo adentrándome al corazón del encuentro.«Se acercan y me tocan los michelines como si fueran un juguete y me dicen «qué rico, papito, papito», mientras yo sonrío y me hago a un lado»No es una orgía pero hay sexualidad por todas partes. Una sexualidad latente, sin tensión, sin pecado, sin normas. Como si fuera lo mismo morrearse que beber un poco de agua. Lo que a veces no se entiende del Orgullo y de sus manifestaciones es que no son un exhibicionismo de petardas –como despreciativamente suele decirse– sino el resultado del sexo vivido sin misterio, sin consciencia trascendente, sin culpa, sin vergüenza, sin estar abierto a la vida. Cuando el sexo es como ponerse crema o ir al baño, fisiología, satisfacción inmediata, ganas y gusto, barra libre sin temor de Dios, todo se da y recibe como en un delivery. Y aunque no hay demostraciones heteros de estas características, sí que es cierto que muchas chicas muy jóvenes están viviendo de un muy modo muy parecido su sexualidad, y que en su manera de vestir en los festivales de reguetón y en su manera de aceptar el «aquí te pillo, aquí te mato» de las aplicaciones de citas hay no sólo una manera de follar sino una declaración detallada y explícita de lo que esperan de la vida.Colgadas de palos muy altos ondean varias banderas de Palestina . No sé si mis compañeros de concentración saben que de estos mismos palos tan altos cuelgan en Palestina, y en Irán, a los homosexuales . Le pregunto a uno y me dice que los judíos son nazis. Estoy a punto de preguntarle si también es independentista pero paso.Este calor extremo, esta cerveza de lata, esta humanidad desparramada. Ya tengo lo que quiero para el artículo, o eso espero, porque no aguanto más y sólo puedo imaginar duchas. Pero cuando me vuelvo a poner la camisa y miro por última vez mi barriga, qué rico, papito, papito, pienso que nunca nadie se había dirigido con tanto afecto a mis michelines y es algo por lo que mi autoestima y yo quedaremos para siempre agradecidos. Acudo el sábado con mi polera de lino verde Koopey Club, muy por ir pegado a lo último, a la primera o una de las primeras manifestaciones del Orgullo en las Ramblas de Barcelona . Más que una mani es una concentración, de lejos se ve el tapón humano, es el día más caluroso del año. Se me entelan las gafas por la humedad a medida que me voy acercando. El calor del sol, el suelo caliente, pronto me mezclo entre los asistentes. Avanzo entre la multitud arremangada. Mi idea de ir a la última con esta polera Koopey que ha creado el joven Marcos Mollá es una idea completamente desaforada. Aunque en un guiño a la juventud me la haya arremangado, soy de largo el hombre entre miles que lleva más ropa. Los vaqueros también me delatan.Doy un poco el cante tan tapado, de modo que me quito la camisa, me la ato a la cintura, y mi carne blanquita, fofa, excesiva, no muy peluda, como si le faltara algo, se toca, se moja con las otras carnes mucho más duras, aceitadas algunas, tatuadas la mayoría y agujereadas por piercings. El sexo es una textura, sobre todo cuando se hace a la calle. Me siento multitud, tumulto. Me siento liberado de la tensión de ser yo, de ser alguien concreto, y por eso cuando me veo y recuerdo que vestido gano mucho enseguida se me pasa y noto que he quedado como exento del castigo divino de pasar vergüenza por andar desnudo. Sin manzana, sin Expulsión , mezclada mi carne con las demás. Cerveza, música muy de tam-tam, miradas absortas, lo que a mi me sucede de no sentirme nadie, de haberme quedado sin identidad, me parece que es el sentimiento general. Los 33 grados y el sol incendiario de las seis de la tarde casi no me dejan pensar.Noticia Relacionada todo irá bien opinion Si Veneno y escoba Salvador Sostres Por cobardes tan insignes es que siempre habrá odioEstoy entre muchos hombres semidesnudos, untados, todos a lo suyo, todos muy amables cuando les preguntas algo. Con las mujeres tengo que hablar mucho para gustar, aquí me doy cuenta de que como gordo calvo, barba gris blanca, soy el fetiche, la perversión de algunos, que se acercan y me tocan los michelines como si fueran un juguete y me dicen «qué rico, papito, papito», mientras yo sonrío y me hago a un lado por evitar entrar en detalles y continúo adentrándome al corazón del encuentro.«Se acercan y me tocan los michelines como si fueran un juguete y me dicen «qué rico, papito, papito», mientras yo sonrío y me hago a un lado»No es una orgía pero hay sexualidad por todas partes. Una sexualidad latente, sin tensión, sin pecado, sin normas. Como si fuera lo mismo morrearse que beber un poco de agua. Lo que a veces no se entiende del Orgullo y de sus manifestaciones es que no son un exhibicionismo de petardas –como despreciativamente suele decirse– sino el resultado del sexo vivido sin misterio, sin consciencia trascendente, sin culpa, sin vergüenza, sin estar abierto a la vida. Cuando el sexo es como ponerse crema o ir al baño, fisiología, satisfacción inmediata, ganas y gusto, barra libre sin temor de Dios, todo se da y recibe como en un delivery. Y aunque no hay demostraciones heteros de estas características, sí que es cierto que muchas chicas muy jóvenes están viviendo de un muy modo muy parecido su sexualidad, y que en su manera de vestir en los festivales de reguetón y en su manera de aceptar el «aquí te pillo, aquí te mato» de las aplicaciones de citas hay no sólo una manera de follar sino una declaración detallada y explícita de lo que esperan de la vida.Colgadas de palos muy altos ondean varias banderas de Palestina . No sé si mis compañeros de concentración saben que de estos mismos palos tan altos cuelgan en Palestina, y en Irán, a los homosexuales . Le pregunto a uno y me dice que los judíos son nazis. Estoy a punto de preguntarle si también es independentista pero paso.Este calor extremo, esta cerveza de lata, esta humanidad desparramada. Ya tengo lo que quiero para el artículo, o eso espero, porque no aguanto más y sólo puedo imaginar duchas. Pero cuando me vuelvo a poner la camisa y miro por última vez mi barriga, qué rico, papito, papito, pienso que nunca nadie se había dirigido con tanto afecto a mis michelines y es algo por lo que mi autoestima y yo quedaremos para siempre agradecidos.
Acudo el sábado con mi polera de lino verde Koopey Club, muy por ir pegado a lo último, a la primera o una de las primeras manifestaciones del Orgullo en las Ramblas de Barcelona. Más que una mani es una concentración, de lejos se … ve el tapón humano, es el día más caluroso del año. Se me entelan las gafas por la humedad a medida que me voy acercando. El calor del sol, el suelo caliente, pronto me mezclo entre los asistentes. Avanzo entre la multitud arremangada. Mi idea de ir a la última con esta polera Koopey que ha creado el joven Marcos Mollá es una idea completamente desaforada. Aunque en un guiño a la juventud me la haya arremangado, soy de largo el hombre entre miles que lleva más ropa. Los vaqueros también me delatan.
Doy un poco el cante tan tapado, de modo que me quito la camisa, me la ato a la cintura, y mi carne blanquita, fofa, excesiva, no muy peluda, como si le faltara algo, se toca, se moja con las otras carnes mucho más duras, aceitadas algunas, tatuadas la mayoría y agujereadas por piercings. El sexo es una textura, sobre todo cuando se hace a la calle. Me siento multitud, tumulto. Me siento liberado de la tensión de ser yo, de ser alguien concreto, y por eso cuando me veo y recuerdo que vestido gano mucho enseguida se me pasa y noto que he quedado como exento del castigo divino de pasar vergüenza por andar desnudo. Sin manzana, sin Expulsión, mezclada mi carne con las demás. Cerveza, música muy de tam-tam, miradas absortas, lo que a mi me sucede de no sentirme nadie, de haberme quedado sin identidad, me parece que es el sentimiento general. Los 33 grados y el sol incendiario de las seis de la tarde casi no me dejan pensar.
Estoy entre muchos hombres semidesnudos, untados, todos a lo suyo, todos muy amables cuando les preguntas algo. Con las mujeres tengo que hablar mucho para gustar, aquí me doy cuenta de que como gordo calvo, barba gris blanca, soy el fetiche, la perversión de algunos, que se acercan y me tocan los michelines como si fueran un juguete y me dicen «qué rico, papito, papito», mientras yo sonrío y me hago a un lado por evitar entrar en detalles y continúo adentrándome al corazón del encuentro.
«Se acercan y me tocan los michelines como si fueran un juguete y me dicen «qué rico, papito, papito», mientras yo sonrío y me hago a un lado»
No es una orgía pero hay sexualidad por todas partes. Una sexualidad latente, sin tensión, sin pecado, sin normas. Como si fuera lo mismo morrearse que beber un poco de agua. Lo que a veces no se entiende del Orgullo y de sus manifestaciones es que no son un exhibicionismo de petardas –como despreciativamente suele decirse– sino el resultado del sexo vivido sin misterio, sin consciencia trascendente, sin culpa, sin vergüenza, sin estar abierto a la vida.
Cuando el sexo es como ponerse crema o ir al baño, fisiología, satisfacción inmediata, ganas y gusto, barra libre sin temor de Dios, todo se da y recibe como en un delivery. Y aunque no hay demostraciones heteros de estas características, sí que es cierto que muchas chicas muy jóvenes están viviendo de un muy modo muy parecido su sexualidad, y que en su manera de vestir en los festivales de reguetón y en su manera de aceptar el «aquí te pillo, aquí te mato» de las aplicaciones de citas hay no sólo una manera de follar sino una declaración detallada y explícita de lo que esperan de la vida.
Colgadas de palos muy altos ondean varias banderas de Palestina. No sé si mis compañeros de concentración saben que de estos mismos palos tan altos cuelgan en Palestina, y en Irán, a los homosexuales. Le pregunto a uno y me dice que los judíos son nazis. Estoy a punto de preguntarle si también es independentista pero paso.
Este calor extremo, esta cerveza de lata, esta humanidad desparramada. Ya tengo lo que quiero para el artículo, o eso espero, porque no aguanto más y sólo puedo imaginar duchas. Pero cuando me vuelvo a poner la camisa y miro por última vez mi barriga, qué rico, papito, papito, pienso que nunca nadie se había dirigido con tanto afecto a mis michelines y es algo por lo que mi autoestima y yo quedaremos para siempre agradecidos.
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