El proyecto de imposición de la reducción de jornada a 37,5 para todas las empresas de todos los sectores, boicoteando el diálogo social, es probablemente la única ley de la historia que se quiere aplicar a pesar de que su propia memoria económica reconoce que hará mucho daño a sus receptores. El proyecto de ley advierte de un incremento del coste salarial por hora trabajada de un máximo de casi un 7%. Sin embargo, la ministra Yolanda Díaz no se achanta con este incremento de costes porque dice que, al reducirse el tiempo de trabajo, automáticamente se incrementará la productividad. Y lo hace sin sonrojarse lo más mínimo, probablemente por desconocimiento y no por mala fe.Además, incluso el Ministerio de Economía de su mismo Gobierno le ha llegado a alertar, con buen criterio, sobre los «efectos adversos» que la norma puede llegar a tener sobre el tejido productivo. Pero este despropósito va a más porque sorprendentemente una de las publicaciones del Ministerio de Trabajo (‘Actualidad Internacional SocioLaboral’), recoge los fracasos del impacto que tuvieron las 35 horas aprobadas en Francia hace tres décadas en términos de salarios, empleo, bienestar, productividad y competitividad en ese país.Noticia Relacionada Diálogo tripartito estandar Si Yolanda Díaz pelea por salvar su agenda social sin respaldo parlamentario Susana Alcelay Junts vuelve a dar portazo a las 37,5 horas de la ministra, en la diana de los organismos internacionalesAfirmar que reducir el tiempo de trabajo incrementa la productividad es rigurosamente falso. Sin embargo, aumentos de productividad sí que favorecen tanto reducciones de jornada como incrementos salariales y más contrataciones. Los empresarios sí defendemos la reducción de la jornada, pero ajustada a las necesidades de cada sector o territorio a través de la negociación colectiva con los sindicatos. De hecho, la negociación colectiva ha permitido reducir la jornada máxima en España, alcanzando acuerdos que oscilan entre las 37,5 y las 39,5 horas semanales, en función de las necesidades productivas y organizativas.Si miramos al mundo, aquellos países que abordan la reducción de jornada, lo hacen poniendo la productividad en el centro, con marcos muy flexibles, con proyectos voluntarios y en un ámbito de negociación. En Europa, 25 países mantienen todavía jornadas máximas legales de 40 horas. Grecia ha aumentado su jornada de trabajo y hace unos días el canciller alemán ha dicho que en su país hay que volver a trabajar más y, sobre todo, de forma más eficiente. Además, si nos comparamos con aquellos países que tienen una jornada efectiva de trabajo similar a la española, nuestra productividad general es notablemente inferior. En este momento, para alcanzar una productividad parecida, nuestra jornada efectiva en España debería estar en torno a 41,2 horas semanales. Y si tenemos en cuenta el disparatado absentismo que padecemos, la jornada efectiva estaría en 36,4 horas, según datos de CEOE .Las empresas venimos padeciendo un Ministerio de Trabajo que se ha caracterizado no sólo por un permanente desprecio al diálogo social, tanto bipartito como tripartito, sino incluso por vulnerar de forma desleal los acuerdos alcanzados, faltando al respeto a los interlocutores (patronales y sindicatos). Vale ya de medidas que llevan empresas a la ruina, especialmente pymes y autónomos, y que nos mantienen como líderes de paro. Necesitamos un marco laboral flexible y confiable que nos permita generar riqueza y empleo.Francisco Aranda Manzano es presidente de UNO-Logística, organización empresarial de logística y transporte El proyecto de imposición de la reducción de jornada a 37,5 para todas las empresas de todos los sectores, boicoteando el diálogo social, es probablemente la única ley de la historia que se quiere aplicar a pesar de que su propia memoria económica reconoce que hará mucho daño a sus receptores. El proyecto de ley advierte de un incremento del coste salarial por hora trabajada de un máximo de casi un 7%. Sin embargo, la ministra Yolanda Díaz no se achanta con este incremento de costes porque dice que, al reducirse el tiempo de trabajo, automáticamente se incrementará la productividad. Y lo hace sin sonrojarse lo más mínimo, probablemente por desconocimiento y no por mala fe.Además, incluso el Ministerio de Economía de su mismo Gobierno le ha llegado a alertar, con buen criterio, sobre los «efectos adversos» que la norma puede llegar a tener sobre el tejido productivo. Pero este despropósito va a más porque sorprendentemente una de las publicaciones del Ministerio de Trabajo (‘Actualidad Internacional SocioLaboral’), recoge los fracasos del impacto que tuvieron las 35 horas aprobadas en Francia hace tres décadas en términos de salarios, empleo, bienestar, productividad y competitividad en ese país.Noticia Relacionada Diálogo tripartito estandar Si Yolanda Díaz pelea por salvar su agenda social sin respaldo parlamentario Susana Alcelay Junts vuelve a dar portazo a las 37,5 horas de la ministra, en la diana de los organismos internacionalesAfirmar que reducir el tiempo de trabajo incrementa la productividad es rigurosamente falso. Sin embargo, aumentos de productividad sí que favorecen tanto reducciones de jornada como incrementos salariales y más contrataciones. Los empresarios sí defendemos la reducción de la jornada, pero ajustada a las necesidades de cada sector o territorio a través de la negociación colectiva con los sindicatos. De hecho, la negociación colectiva ha permitido reducir la jornada máxima en España, alcanzando acuerdos que oscilan entre las 37,5 y las 39,5 horas semanales, en función de las necesidades productivas y organizativas.Si miramos al mundo, aquellos países que abordan la reducción de jornada, lo hacen poniendo la productividad en el centro, con marcos muy flexibles, con proyectos voluntarios y en un ámbito de negociación. En Europa, 25 países mantienen todavía jornadas máximas legales de 40 horas. Grecia ha aumentado su jornada de trabajo y hace unos días el canciller alemán ha dicho que en su país hay que volver a trabajar más y, sobre todo, de forma más eficiente. Además, si nos comparamos con aquellos países que tienen una jornada efectiva de trabajo similar a la española, nuestra productividad general es notablemente inferior. En este momento, para alcanzar una productividad parecida, nuestra jornada efectiva en España debería estar en torno a 41,2 horas semanales. Y si tenemos en cuenta el disparatado absentismo que padecemos, la jornada efectiva estaría en 36,4 horas, según datos de CEOE .Las empresas venimos padeciendo un Ministerio de Trabajo que se ha caracterizado no sólo por un permanente desprecio al diálogo social, tanto bipartito como tripartito, sino incluso por vulnerar de forma desleal los acuerdos alcanzados, faltando al respeto a los interlocutores (patronales y sindicatos). Vale ya de medidas que llevan empresas a la ruina, especialmente pymes y autónomos, y que nos mantienen como líderes de paro. Necesitamos un marco laboral flexible y confiable que nos permita generar riqueza y empleo.Francisco Aranda Manzano es presidente de UNO-Logística, organización empresarial de logística y transporte
tribuna abierta
Necesitamos un marco laboral flexible y confiable que nos permita generar riqueza y empleo
El proyecto de imposición de la reducción de jornada a 37,5 para todas las empresas de todos los sectores, boicoteando el diálogo social, es probablemente la única ley de la historia que se quiere aplicar a pesar de que su propia memoria económica reconoce … que hará mucho daño a sus receptores. El proyecto de ley advierte de un incremento del coste salarial por hora trabajada de un máximo de casi un 7%. Sin embargo, la ministra Yolanda Díaz no se achanta con este incremento de costes porque dice que, al reducirse el tiempo de trabajo, automáticamente se incrementará la productividad. Y lo hace sin sonrojarse lo más mínimo, probablemente por desconocimiento y no por mala fe.
Además, incluso el Ministerio de Economía de su mismo Gobierno le ha llegado a alertar, con buen criterio, sobre los «efectos adversos» que la norma puede llegar a tener sobre el tejido productivo. Pero este despropósito va a más porque sorprendentemente una de las publicaciones del Ministerio de Trabajo (‘Actualidad Internacional SocioLaboral’), recoge los fracasos del impacto que tuvieron las 35 horas aprobadas en Francia hace tres décadas en términos de salarios, empleo, bienestar, productividad y competitividad en ese país.
Afirmar que reducir el tiempo de trabajo incrementa la productividad es rigurosamente falso. Sin embargo, aumentos de productividad sí que favorecen tanto reducciones de jornada como incrementos salariales y más contrataciones.
Los empresarios sí defendemos la reducción de la jornada, pero ajustada a las necesidades de cada sector o territorio a través de la negociación colectiva con los sindicatos. De hecho, la negociación colectiva ha permitido reducir la jornada máxima en España, alcanzando acuerdos que oscilan entre las 37,5 y las 39,5 horas semanales, en función de las necesidades productivas y organizativas.
Si miramos al mundo, aquellos países que abordan la reducción de jornada, lo hacen poniendo la productividad en el centro, con marcos muy flexibles, con proyectos voluntarios y en un ámbito de negociación. En Europa, 25 países mantienen todavía jornadas máximas legales de 40 horas. Grecia ha aumentado su jornada de trabajo y hace unos días el canciller alemán ha dicho que en su país hay que volver a trabajar más y, sobre todo, de forma más eficiente. Además, si nos comparamos con aquellos países que tienen una jornada efectiva de trabajo similar a la española, nuestra productividad general es notablemente inferior. En este momento, para alcanzar una productividad parecida, nuestra jornada efectiva en España debería estar en torno a 41,2 horas semanales. Y si tenemos en cuenta el disparatado absentismo que padecemos, la jornada efectiva estaría en 36,4 horas, según datos de CEOE.
Las empresas venimos padeciendo un Ministerio de Trabajo que se ha caracterizado no sólo por un permanente desprecio al diálogo social, tanto bipartito como tripartito, sino incluso por vulnerar de forma desleal los acuerdos alcanzados, faltando al respeto a los interlocutores (patronales y sindicatos). Vale ya de medidas que llevan empresas a la ruina, especialmente pymes y autónomos, y que nos mantienen como líderes de paro. Necesitamos un marco laboral flexible y confiable que nos permita generar riqueza y empleo.
Francisco Aranda Manzano es presidente de UNO-Logística, organización empresarial de logística y transporte
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