En teoría, una exposición retrospectiva se suele ajustar a un discurso cronológico que permite al espectador vislumbrar una trayectoria de modo sucesivo o, cuando menos, ordenado linealmente. Pero una muestra de esta tipología dedicada a Curro González (Sevilla, 1960), uno de los mayores referentes de la pintura española, no podía ser así, no debía ser así. Y no lo ha sido. La gran cantidad de recursos del creador y su capacidad para afrontar intereses diversos le han llevado a dirigir la coordinación curatorial de la muestra, demostrando que la singularidad de sus planteamientos no se circunscribe sólo al campo de la creación plástica.Noticias relacionadas estandar Si ARTE Art Nou 2025: la hora del recambio generacional Isabel Lázaro estandar Si CRÍTICA DE: ‘Posibles bifurcaciones’, de Leyla Cárdenas: tejer la imagen Miguel CerecedaCurro González descubrió hace mucho tiempo en la pintura –lo que ha extrapolado también a sus incursiones en escultura, cerámica y animación audiovisual– una senda irreductible para la epifanía constante. Hay artistas que utilizan el medio para dar sentido y orden al mundo que les rodea, mientras otros usan estos mismos mecanismos para demoler las estructuras y jerarquías establecidas e imponer unas nuevas. Algunos, incluso, vislumbran un poder terapéutico para sanar un desarreglo interior. El artista hispalense no puede encuadrarse en ninguno de los anteriores arquetipos, puesto que su manera de operar, paciente y sagaz, resulta un modo de desnudar y constatar el caos implícito que impera en el universo. Puede que Schopenhauer nos convenciese de que la fuerza sexual impulsa toda acción humana por perpetuarse y existir, pero debe haber en su desarrollo procesual una determinación caótica –un fallo sistémico sobrenatural– que nos impulsa y nos arrastra hacia una ficción vacía, como hacía notar Nietzsche.A partir de cuatro referentes pictóricos, transformados en cuatro capítulos temáticos, dialógicos y visuales, cuatro modelos de enfrentamiento con la práctica artística y con la realidad circundante que titula ‘La sonrisa de Hogarth’, ‘La posición de Bacon’, ‘El sueño de Matisse’ y ‘La elección de Bruegel’, Curro González amalgama una serie de piezas en apariencia inconexas . Ese nuevo orden, sin embargo, nos ofrece certezas en dos sentidos: por un lado, certifica un gran conocimiento analítico sobre la Historia del Arte y sus autores, por otro, ofrece pistas sobre sus propios dilemas y obsesiones. El espectador, en el tortuoso camino, siempre se encuentra en cualquier curva o recodo con la veneración que siente González hacia las grandes figuras del pensamiento y del arte, o de ambas. De ahí las pequeñas cabezas escultóricas, casi obsesivos exvotos caricaturescos, que realiza de Auden, Joyce, Giordano Bruno, Kafka, Dylan, Bruegel o Matisse.Como actor protagonista en muchas de sus piezas, ya personaje principal o secundario, el creador se pregunta sobre la responsabilidad del pintor en el mundo actual en ‘El durmiente’ (2006), o se da ya por respondido en ‘El amargo triunfo de la pintura’ (1998). Curro González C’Siguiendo el camino torcido’. Espacio Santa Clara. Sevilla. C/ Becas, s/n. Hasta el 28 de septiembre. Cuatro estrellas.Hallar la sublimidad en lo grotesco, alentando simbiosis visuales que desnudan la ridiculez del mundo –’La última salchicha de América’ (2004)–, descubrir cierto grado de belleza en la destrucción –’Coda’ (2004)– o indagar en el doble sentido del acto de mirar, del artista hacia la realidad –en ‘Como una hormiga solitaria’ (2025) o ‘Jarrón panóptico’ (2024)– y de la realidad, en forma de espectador, hacia el artista –véase ‘El intérprete’ (2000)–, son algunas de sus líneas irrenunciables de trabajo. En teoría, una exposición retrospectiva se suele ajustar a un discurso cronológico que permite al espectador vislumbrar una trayectoria de modo sucesivo o, cuando menos, ordenado linealmente. Pero una muestra de esta tipología dedicada a Curro González (Sevilla, 1960), uno de los mayores referentes de la pintura española, no podía ser así, no debía ser así. Y no lo ha sido. La gran cantidad de recursos del creador y su capacidad para afrontar intereses diversos le han llevado a dirigir la coordinación curatorial de la muestra, demostrando que la singularidad de sus planteamientos no se circunscribe sólo al campo de la creación plástica.Noticias relacionadas estandar Si ARTE Art Nou 2025: la hora del recambio generacional Isabel Lázaro estandar Si CRÍTICA DE: ‘Posibles bifurcaciones’, de Leyla Cárdenas: tejer la imagen Miguel CerecedaCurro González descubrió hace mucho tiempo en la pintura –lo que ha extrapolado también a sus incursiones en escultura, cerámica y animación audiovisual– una senda irreductible para la epifanía constante. Hay artistas que utilizan el medio para dar sentido y orden al mundo que les rodea, mientras otros usan estos mismos mecanismos para demoler las estructuras y jerarquías establecidas e imponer unas nuevas. Algunos, incluso, vislumbran un poder terapéutico para sanar un desarreglo interior. El artista hispalense no puede encuadrarse en ninguno de los anteriores arquetipos, puesto que su manera de operar, paciente y sagaz, resulta un modo de desnudar y constatar el caos implícito que impera en el universo. Puede que Schopenhauer nos convenciese de que la fuerza sexual impulsa toda acción humana por perpetuarse y existir, pero debe haber en su desarrollo procesual una determinación caótica –un fallo sistémico sobrenatural– que nos impulsa y nos arrastra hacia una ficción vacía, como hacía notar Nietzsche.A partir de cuatro referentes pictóricos, transformados en cuatro capítulos temáticos, dialógicos y visuales, cuatro modelos de enfrentamiento con la práctica artística y con la realidad circundante que titula ‘La sonrisa de Hogarth’, ‘La posición de Bacon’, ‘El sueño de Matisse’ y ‘La elección de Bruegel’, Curro González amalgama una serie de piezas en apariencia inconexas . Ese nuevo orden, sin embargo, nos ofrece certezas en dos sentidos: por un lado, certifica un gran conocimiento analítico sobre la Historia del Arte y sus autores, por otro, ofrece pistas sobre sus propios dilemas y obsesiones. El espectador, en el tortuoso camino, siempre se encuentra en cualquier curva o recodo con la veneración que siente González hacia las grandes figuras del pensamiento y del arte, o de ambas. De ahí las pequeñas cabezas escultóricas, casi obsesivos exvotos caricaturescos, que realiza de Auden, Joyce, Giordano Bruno, Kafka, Dylan, Bruegel o Matisse.Como actor protagonista en muchas de sus piezas, ya personaje principal o secundario, el creador se pregunta sobre la responsabilidad del pintor en el mundo actual en ‘El durmiente’ (2006), o se da ya por respondido en ‘El amargo triunfo de la pintura’ (1998). Curro González C’Siguiendo el camino torcido’. Espacio Santa Clara. Sevilla. C/ Becas, s/n. Hasta el 28 de septiembre. Cuatro estrellas.Hallar la sublimidad en lo grotesco, alentando simbiosis visuales que desnudan la ridiculez del mundo –’La última salchicha de América’ (2004)–, descubrir cierto grado de belleza en la destrucción –’Coda’ (2004)– o indagar en el doble sentido del acto de mirar, del artista hacia la realidad –en ‘Como una hormiga solitaria’ (2025) o ‘Jarrón panóptico’ (2024)– y de la realidad, en forma de espectador, hacia el artista –véase ‘El intérprete’ (2000)–, son algunas de sus líneas irrenunciables de trabajo.
En teoría, una exposición retrospectiva se suele ajustar a un discurso cronológico que permite al espectador vislumbrar una trayectoria de modo sucesivo o, cuando menos, ordenado linealmente. Pero una muestra de esta tipología dedicada a Curro González (Sevilla, 1960), uno de los mayores referentes … de la pintura española, no podía ser así, no debía ser así.
Y no lo ha sido. La gran cantidad de recursos del creador y su capacidad para afrontar intereses diversos le han llevado a dirigir la coordinación curatorial de la muestra, demostrando que la singularidad de sus planteamientos no se circunscribe sólo al campo de la creación plástica.
Curro González descubrió hace mucho tiempo en la pintura –lo que ha extrapolado también a sus incursiones en escultura, cerámica y animación audiovisual– una senda irreductible para la epifanía constante. Hay artistas que utilizan el medio para dar sentido y orden al mundo que les rodea, mientras otros usan estos mismos mecanismos para demoler las estructuras y jerarquías establecidas e imponer unas nuevas.
Algunos, incluso, vislumbran un poder terapéutico para sanar un desarreglo interior. El artista hispalense no puede encuadrarse en ninguno de los anteriores arquetipos, puesto que su manera de operar, paciente y sagaz, resulta un modo de desnudar y constatar el caos implícito que impera en el universo. Puede que Schopenhauer nos convenciese de que la fuerza sexual impulsa toda acción humana por perpetuarse y existir, pero debe haber en su desarrollo procesual una determinación caótica –un fallo sistémico sobrenatural– que nos impulsa y nos arrastra hacia una ficción vacía, como hacía notar Nietzsche.
A partir de cuatro referentes pictóricos, transformados en cuatro capítulos temáticos, dialógicos y visuales, cuatro modelos de enfrentamiento con la práctica artística y con la realidad circundante que titula ‘La sonrisa de Hogarth’, ‘La posición de Bacon’, ‘El sueño de Matisse’ y ‘La elección de Bruegel’, Curro González amalgama una serie de piezas en apariencia inconexas. Ese nuevo orden, sin embargo, nos ofrece certezas en dos sentidos: por un lado, certifica un gran conocimiento analítico sobre la Historia del Arte y sus autores, por otro, ofrece pistas sobre sus propios dilemas y obsesiones.
El espectador, en el tortuoso camino, siempre se encuentra en cualquier curva o recodo con la veneración que siente González hacia las grandes figuras del pensamiento y del arte, o de ambas. De ahí las pequeñas cabezas escultóricas, casi obsesivos exvotos caricaturescos, que realiza de Auden, Joyce, Giordano Bruno, Kafka, Dylan, Bruegel o Matisse.
Como actor protagonista en muchas de sus piezas, ya personaje principal o secundario, el creador se pregunta sobre la responsabilidad del pintor en el mundo actual en ‘El durmiente’ (2006), o se da ya por respondido en ‘El amargo triunfo de la pintura’ (1998).
Curro González
C’Siguiendo el camino torcido’. Espacio Santa Clara. Sevilla. C/ Becas, s/n. Hasta el 28 de septiembre. Cuatro estrellas.
Hallar la sublimidad en lo grotesco, alentando simbiosis visuales que desnudan la ridiculez del mundo –’La última salchicha de América’ (2004)–, descubrir cierto grado de belleza en la destrucción –’Coda’ (2004)– o indagar en el doble sentido del acto de mirar, del artista hacia la realidad –en ‘Como una hormiga solitaria’ (2025) o ‘Jarrón panóptico’ (2024)– y de la realidad, en forma de espectador, hacia el artista –véase ‘El intérprete’ (2000)–, son algunas de sus líneas irrenunciables de trabajo.
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