Dos entrenadores echan los días ajustando piezas de sus lujosas máquinas, estudiándose con obstinación para librar una batalla táctica perfecta, moviendo en la pizarra bloques de presión y desplazando sus piezas como mariscales. Empieza el partido y aparece el fútbol, o sea los futbolistas. Cositas.
No está el Madrid aún en estas. Se podía pensar que sí, pero el bofetón de realidad fue ruidoso
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
No está el Madrid aún en estas. Se podía pensar que sí, pero el bofetón de realidad fue ruidoso


Dos entrenadores echan los días ajustando piezas de sus lujosas máquinas, estudiándose con obstinación para librar una batalla táctica perfecta, moviendo en la pizarra bloques de presión y desplazando sus piezas como mariscales. Empieza el partido y aparece el fútbol, o sea los futbolistas. Cositas.
Asencio recibe un balón al borde del área pequeña, se le va el control y, relajado, que por algo estamos en julio y en Nueva York, tarda unas décimas de pachorra en ir a por él. Robo y gol de Fabián: minuto seis. Estaba frotándose las sienes el Madrid, aturdido en la mecedora, cuando Rüdiger le pega al aire en lugar de al balón. Como último hombre. Pasaba por allí Dembélé, que está pasando por todas partes, y se va en vuelo hacia la portería a marcar el segundo: minuto 9.

PSG
PSG
4
Fabián 5′, 23′,
Ousmane Dembélé 8′,
Goncalo Ramos 87′

Real Madrid
RMA
Dos errores de una defensa en tembleque infantil y 2-0 en unas semifinales de un Mundial de Clubes contra el campeón de la Champions. Sí, el fútbol y sus severas circunstancias, su relación con el azar, con el sistema nervioso. Pero antes del minuto 6, antes del primer gol, Courtois salvó dos goles. Uno en estirada de antología, y otro para el que no hay explicación salvo la divina, explicación casillesca, como aquel gol que salvó Iker en el Sánchez Pizjuán y que aún siguen estudiando en el Vaticano. O sea que se regalaron dos goles, pero antes de esos regalos ya podía ir el Madrid 2-0 abajo.
¿Qué ocurrió después? Una apisonadora. El PSG es un equipo para el que hoy no hay tratamiento, nadie lo ha encontrado cuando las eliminatorias se ponen tensas. Son jugadores iluminados, bajo las órdenes de un entrenador en estado de gracia toda la temporada. Es muy poco probable que el Madrid, que tan buena pinta ha enseñado en EE UU, si bien contra rivales de peldaños inferiores, le hubiese podido plantar cara. No está el Madrid en esas. Se podía pensar que sí, pero el bofetón de realidad fue ruidoso. Es testarudo el fútbol: genera ilusiones permanentes en muy pocos partidos.
Con el tercer gol antes del minuto 30 el Madrid tuvo que jugar entre dos paredes que se movían para aplastarlo: tratar de ganar al PSG y tratar de no encajar una goleada de enciclopedia. La amenaza de lo segundo cubrió todo el estadio en la primera parte. La defensa y el centro del campo del Madrid ahogándose con la velocidad de los drones del París, siempre solos, siempre corriendo con los defensas detrás que iban con la lengua fuera, siempre presentándose en el área con tanto tiempo que casi se ponen a recalificarla.
La impotencia del Madrid dio para poca poesía. Llevó el balón a rastas hacia campo contrario y allí nadie sabía qué hacer, ni tampoco cómo moverse (cómo desmarcarse, algo que hicieron cada minuto arriba los Doué, los Dembélé, los Kvaratskhelia). Nadie en el Madrid. Intentos fatigados de Mbappé, negado Vini. La diferencia sustancial del PSG con el resto del mundo, con el Inter del 5-0, con este Madrid que va asomando, es la velocidad. La velocidad a la que mueven el balón, la velocidad a la que mueven las piernas, la velocidad a la que defienden, la velocidad a la que se desmarcan. La velocidad a la que llegan al contragolpe y la velocidad con la que bajan a defender. Jugaron estas semifinales con un cuchillo entre los dientes y el Madrid, con brújula y cantimplora.
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Sobre la firma

Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es ‘Mirafiori’ (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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