Tensa sobre la rampa de lanzamiento, Tahnee Seagrave contempló el infierno ahí fuera: niebla, copos de nieve agitados por el viento y una peligrosa mezcla de barro, rocas, raíces y velocidad aguardándola. Justo un segundo antes de que sus pies apretasen los pedales, tensasen los cuádriceps y saliese despedida ladera abajo, la piloto inglesa del Orbea FMD Racing tuvo tiempo de evocar el otro infierno que dejaba atrás: depresión, miedo y ansiedad derivados de un traumatismo cranoencefálico. A sus 30 años, nadie hubiese podido reprochar a la ‘Princesa del Descenso’ su retirada definitiva de la competición. Pero poco más de tres minutos después de arrancar, Seagrave marcó el mejor tiempo. Ganó. Ocurrió el pasado 18 de mayo en el estreno de la Copa del Mundo en Bielsko-Bala (Polonia). Para una piloto que se busca a sí misma, cambiar de bicicleta es como cambiar de pareja en la fase final de un festival de Tango, pero “el reto era tan importante y necesario para mí que entendí que debía asumirlo. Cuando iniciamos las conversaciones con Orbea, ni siquiera disponían de una bici de descenso, pero nos transmitieron tanta confianza y compromiso que nos lanzamos con ellos”, explica Tahnee. El pasado sábado, volvió a ganar en la cita andorrana de Pal Arinsal.
La piloto inglesa se impone en prueba andorrana de la Copa del mundo apuntalando su leyenda: “Tengo más miedo que nunca, pero emocionalmente soy más estable”
Tensa sobre la rampa de lanzamiento, Tahnee Seagrave contempló el infierno ahí fuera: niebla, copos de nieve agitados por el viento y una peligrosa mezcla de barro, rocas, raíces y velocidad aguardándola. Justo un segundo antes de que sus pies apretasen los pedales, tensasen los cuádriceps y saliese despedida ladera abajo, la piloto inglesa del Orbea FMD Racing tuvo tiempo de evocar el otro infierno que dejaba atrás: depresión, miedo y ansiedad derivados de un traumatismo cranoencefálico. A sus 30 años, nadie hubiese podido reprochar a la ‘Princesa del Descenso’ su retirada definitiva de la competición. Pero poco más de tres minutos después de arrancar, Seagrave marcó el mejor tiempo. Ganó. Ocurrió el pasado 18 de mayo en el estreno de la Copa del Mundo en Bielsko-Bala (Polonia). Para una piloto que se busca a sí misma, cambiar de bicicleta es como cambiar de pareja en la fase final de un festival de Tango, pero “el reto era tan importante y necesario para mí que entendí que debía asumirlo. Cuando iniciamos las conversaciones con Orbea, ni siquiera disponían de una bici de descenso, pero nos transmitieron tanta confianza y compromiso que nos lanzamos con ellos”, explica Tahnee. El pasado sábado, volvió a ganar en la cita andorrana de Pal Arinsal.
Tahnee es la estrella absoluta del DH femenino, y no solo por su talento para devorar descensos. Su historia viene de muy lejos, y empezó con el sueño de sus padres: que sus hijos creciesen cerca de las montañas. Toda la familia dejó Inglaterra y se mudó a Morzine (Haute Savoie, Francia) cuando Tahnee contaba 8 años de edad. Los inviernos, el esquí presidía los ratos libres; la bici de montaña los veranos. “Mis padres compraron una vieja casa, la reformaron y reconvirtieron en un albergue y solían venir profesionales del mundo de la bici y a veces salíamos a rodar con ellos. Mi padre no sabía nada de BTT entonces”. El padre ajeno a la bici es el dueño y mánager de FMD Racing, figura que remite un tanto al progenitor de las hermanas tenistas Williams. “Al principio era un padre de ese estilo porque quería controlar muchos aspectos de mi vida, pero siempre le he demostrado que me comprometo más allá del 100% en lo que hago. Y cuando vio que mis resultados mejoraban se alejó un poco porque cuando me salen mal las cosas bastante tengo con gestionar mi frustración como para gestionar también la suya…”, sonríe Tahnee.
Con todo, reconoce: “Trabajar con tu padre es duro. Pero llevamos tanto de la mano que conocemos los límites. Ahora entiendo que mi padre tenía que soportar una enorme presión porque invirtió mucho dinero, energía y tiempo y yo era tan joven que no sabía apreciar lo que él hacía por mí. Y desde 2019 nos entendemos mucho mejor, sabemos separar familia y bici y creo que es porque he madurado y porque mi padre ha entendido que tengo una vida propia al margen de la bici”.
Los sacrificios paternos empezaron bien pronto. “A mí y a mi hermano pequeño nos cautivó el BTT, empezamos a disputar carreras, los profesionales que venían a casa ya eran amigos y nos regalaban material y así la cosa fue creciendo hasta convertirse en una pasión. Al principio dormíamos en el coche cuando íbamos a una prueba, después pasamos a una furgoneta, luego a un camping car y ahora hemos llegado a esto”, y señala abriendo los brazos: camión, autobús, paddock, cocinero… un equipo de 17 personas.
“Cuando era joven soñaba con firmar por algún equipo importante, pero nunca imaginé que podríamos crearlo nosotros mismos. Hace unos años no era fácil ser profesional si eras una chica: no teníamos seguridad, ni contratos serios y eso a mi padre le preocupaba mucho, de ahí que buscase crear su propia estructura. Pero no fue fácil. Hasta que no ha llegado Orbea no hemos podido transformarnos en un equipo de primera con todo lo necesario para crecer”, confirma.
Si ahora todo parece idílico, la carrera de Tahnee, con 12 victorias en la Copa del Mundo, ha estado marcada por terribles accidentes: fracturas de clavícula, de tibia, de tobillo, una caída a escasos metros de la meta en la que pudo perder un brazo y un severo traumatismo craneal en 2022, durante una sesión de entrenamiento, que le hizo perderse la temporada entera. “Cuando sufres un traumatismo en la cabeza, te rompes por la mitad: perdí las ganas de todo, todo me daba miedo, sufrí depresión, ansiedad… me alejé de la bici para ver qué hacer con mi vida. Tuve la suerte de que mis padres y el equipo siempre me ayudaron y sé que hay gente que sufre lo mismo y no tiene esa suerte”.
Tras un año de trabajo, cuando todo empezó a estar en orden, no quería volver a hacer descensos. Pese a todo, regresó al circuito y el primer día de competición estaba convencida de que no sería capaz de participar. Cuando llegó al salto final antes de la recta de meta, no veía nada de tanto que lloraba. Su padre era un mar de lágrimas también. Ese año se cayó más veces que nunca, fue como volver a aprender a montar en bici. Todo estaba por hacer, todos los mecanismos perdidos. “Y de repente, tras cinco años de lesiones, caí en lo más bajo: sencillamente no recordaba por qué hacía carreras de descenso, qué me atraía. Seguí intentándolo por mi equipo, y de pronto en Andorra quedé tercera y supe que eso era mi vida, que estar centrada y sin miedo bajando veloz me lo daba todo”, recuerda.
Tahnee reconoce que nadie les enseña a caer: “aprendes a base de golpes”, así como nadie les enseña a tomar distancia sobre su deporte, a sentir, porque las rutinas no escritas crean las dinámicas buenas y malas. En 2022, en plena tormenta, tuvo una idea que sacudió el ‘establishment’ del paddock: encargó a su patrocinador de ropa un buzo de color rosa. Su imagen se viralizó al instante. “El rosa se explica porque enseguida vi que el marketing me podría dar un valor y una estabilidad sin que todo se basase en los resultados, porque en DH es fácil lesionarte y no ganar. Quise crear mi propia figura y que los patrocinadores viesen mi valor publicitario ganase o no. He creado mi propia marca: la chica de rosa, un color que no existía en el DH y menos para una rubia. Ahora estamos en un punto en el que no es un mundo de hombres, y creo que he contribuido a ello. Las chicas no estamos aquí para decorar, sino para demostrar que somos pilotos”, afirma.
De pronto, ganar ya no lo es todo: “ahora espero algo diferente: coger mi nueva Orbea y llevarla a lo más alto, el mayor número de veces posible. He perdido ese egoísmo de los 20 años, cuando solo pensaba en mi: ahora veo un reto estimulante en crear un equipo y verlo crecer”. En DH, un error de milímetros te lleva al suelo a velocidades que oscilan entre los 70 y los 35 km/h: “siempre he tenido miedo, pero ahora es mayor. A cambio, mentalmente estoy tan estable que no necesito demostrar nada y solo me arriesgo cuando sé que puedo. Emocionalmente soy mucho más estable. Antes solo era feliz si ganaba, ahora adoro cosas de la vida lejos de la bici: como pintar, por ejemplo. Podría estar meses sin bici”.
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