Un pueblo de cuento de hadas, Görbersdorf, en la Baja Silesia, y un sanatorio en los Sudetes dedicado a curar con el aire puro de sus montañas la enfermedad maldita de ese tiempo, la tuberculosis, es el escenario, con célebres resonancias literarias, elegido por la Premio Nobel de Literatura Olga Tokarczuk para su nueva y espléndida obra ‘Tierra de empusas’. Esta palabra, empusas, que articula el principal enigma de la novela, con unas inquietantes connotaciones fantásticas, y que más de un lector irá a buscar al diccionario, eran unos seres mitológicos, una especie de mujeres vampiro que en la Grecia antigua constituían el cortejo demoniaco de la diosa Hécate. Unos seres que, en el camino del inframundo, aparecían en ‘Las metamorfosis’ de Apuleyo y en la obra de Aristófanes, ‘Las ranas’.NOVELA ‘Tiempo de empusas’ Autora Olga Tokarczuk Editorial Anagrama Año 2025 Páginas 344 Precio 21,90 euros 4 La novela de Tokarczuk, con la intensidad poética y la admirable brillantez de siempre, filtrada a cada página de erudición y relecturas de la historia, y renovada permanentemente en sus temas e inspiración, ya fuera en la monumental ‘ Los libros de Jacob’ , en la espléndida ‘Los errantes’, o en la actual, es la primera obra escrita por esta autora tras el Nobel. Una apasionante novela de misterio de ecos sobrenaturales y fantásticos, con un importante germen histórico e imaginario como punto de salida: la obra ‘La montaña mágica’, de Thomas Mann , escrita en los albores de la Primera Guerra Mundial. ¿Se trata quizá de un extraño «inframundo», el lugar, un sanatorio en las montañas, como aquel de Davos, al que ha llegado el protagonista de la novela, un joven estudiante polaco de ingeniería de la ciudad de Leópolis, hoy en Ucrania? Mieczyslaw Wojnicz, joven católico y burgués ha sido enviado ahí por su autoritario padre y su tío militar para curarse de su mal en los pulmones, pero también para reforzar el necesario carácter viril. La intensidad poética y la brillantez de siempre; filtra a cada página erudición y relectura históricaNada más llegar, el delicado y solitario joven que, como se nos explica, posee «la melancolía habitual en las personas convencidas de su muerte inminente», se integra en la Pensión para Caballeros, o cueva siniestramente misógina . Un lugar en el que las mujeres están absolutamente ausentes, aunque en las acaloradas discusiones y sobremesas siempre se acaba hablando de ellas. Están tan ausentes que el día después de llegar Wojnicz muere, por un suicidio nunca comprobado totalmente, o quizá por un sucesivo maltrato, como se rumorea , la única mujer que les servía la comida, esposa del sombrío director del establecimiento, Opitz. A lo largo de su estancia, las únicas mujeres con las que Wojnicz tenga un lejano contacto visual carecerán de cuerpo, harán solo presencia a través de «objetos»: unos botines o un elegante sombrero. Las frases, de profunda misoginia y desprecio hacia las mujeres, habituales en los más grandes pensadores del siglo XIX y de todas las épocas (Freud, Nietzsche, David H. Lawrence, Charles Darwin , Schopenhauer, Yeats y tantos otros) son integradas, como nos aclara la autora al final de su libro, con total naturalidad en las conversaciones de la pensión. AprendizajeCuando se hable de ellas, no será precisamente respetándolas como seres humanos, en igualdad de condiciones: «La mujer, al estar más unida a la naturaleza y sus ritmos, constituía una especie de atavismo en comparación con el hombre, más civilizado. A menudo parásito social, sin embargo, controlada de forma adecuada, era capaz de trabajar en beneficio de la sociedad, por ejemplo, como madre».Discusiones instructivas, para bien o para mal , para un Wojnicz aún en fase de formación, como lo eran aquellos exaltados debates mantenidos por los Naphta y Settembrini de la novela de Thomas Mann, educando de algún modo al joven Hans Castorp en los Alpes suizos. Aquí, los espíritus radicales, impetuosos y contradictorios de la época están representados por dos ‘tutores’ paternales de Wojnicz , el socialista e ilustrado August y el vehemente y tradicionalista Lukas. Las excursiones a la montaña y las cenas prolongadas hasta altas horas de la noche igualmente sirven de aprendizaje para el joven estudiante polaco, con temas que van y vienen, además del nacionalismo y de un Imperio austrohúngaro que, en esos momentos, se intuye vacilante: «¿Tienen alma los seres humanos? ¿Monarquía o democracia? ¿ Supone el socialismo una oportunidad para la humanidad? ¿Son las mujeres lo bastante responsables para tener derecho al voto?». Pero Wojnicz enseguida tendrá conocimiento además de lo que algunos califican de «leyendas populares» de esa zona. Quizá, misteriosamente, se trate de «injusticias ocurridas en el pasado que no han dejado de existir y siguen resonando». En un ambiente inquietante de muertes violentas que se dan de vez en cuando «tras la oscura pared del monte» que envuelve las edificaciones y el pueblo como «una mancha negra», el joven se enterará del origen histórico de donde provienen las historias: en 1639 varias mujeres fueron acusadas y condenadas por brujería. Decapitadas, quemadas e interrogadas por los aquelarres en el monte, muchos más nombres surgieron. Una ola de pánico se extendió en todas las aldeas y las mujeres abandonaron sus hogares y huyeron a las montañas. ¿Son acaso sus enloquecidas descendientes las que asesinan ahora a los descendientes de sus feroces perseguidores? Al marcharse, y en un sorprendente final en el que Wojnicz se encuentra por fin con su verdadera naturaleza, el joven se llevará consigo la principal lección de la que le hablaba el doctor Semperweiss: «en una realidad múltiple y de sutiles tonalidades», no existen lo que algunos llaman «anomalías», ni sirven las simplificaciones «de un pensamiento negro o blanco». Un pueblo de cuento de hadas, Görbersdorf, en la Baja Silesia, y un sanatorio en los Sudetes dedicado a curar con el aire puro de sus montañas la enfermedad maldita de ese tiempo, la tuberculosis, es el escenario, con célebres resonancias literarias, elegido por la Premio Nobel de Literatura Olga Tokarczuk para su nueva y espléndida obra ‘Tierra de empusas’. Esta palabra, empusas, que articula el principal enigma de la novela, con unas inquietantes connotaciones fantásticas, y que más de un lector irá a buscar al diccionario, eran unos seres mitológicos, una especie de mujeres vampiro que en la Grecia antigua constituían el cortejo demoniaco de la diosa Hécate. Unos seres que, en el camino del inframundo, aparecían en ‘Las metamorfosis’ de Apuleyo y en la obra de Aristófanes, ‘Las ranas’.NOVELA ‘Tiempo de empusas’ Autora Olga Tokarczuk Editorial Anagrama Año 2025 Páginas 344 Precio 21,90 euros 4 La novela de Tokarczuk, con la intensidad poética y la admirable brillantez de siempre, filtrada a cada página de erudición y relecturas de la historia, y renovada permanentemente en sus temas e inspiración, ya fuera en la monumental ‘ Los libros de Jacob’ , en la espléndida ‘Los errantes’, o en la actual, es la primera obra escrita por esta autora tras el Nobel. Una apasionante novela de misterio de ecos sobrenaturales y fantásticos, con un importante germen histórico e imaginario como punto de salida: la obra ‘La montaña mágica’, de Thomas Mann , escrita en los albores de la Primera Guerra Mundial. ¿Se trata quizá de un extraño «inframundo», el lugar, un sanatorio en las montañas, como aquel de Davos, al que ha llegado el protagonista de la novela, un joven estudiante polaco de ingeniería de la ciudad de Leópolis, hoy en Ucrania? Mieczyslaw Wojnicz, joven católico y burgués ha sido enviado ahí por su autoritario padre y su tío militar para curarse de su mal en los pulmones, pero también para reforzar el necesario carácter viril. La intensidad poética y la brillantez de siempre; filtra a cada página erudición y relectura históricaNada más llegar, el delicado y solitario joven que, como se nos explica, posee «la melancolía habitual en las personas convencidas de su muerte inminente», se integra en la Pensión para Caballeros, o cueva siniestramente misógina . Un lugar en el que las mujeres están absolutamente ausentes, aunque en las acaloradas discusiones y sobremesas siempre se acaba hablando de ellas. Están tan ausentes que el día después de llegar Wojnicz muere, por un suicidio nunca comprobado totalmente, o quizá por un sucesivo maltrato, como se rumorea , la única mujer que les servía la comida, esposa del sombrío director del establecimiento, Opitz. A lo largo de su estancia, las únicas mujeres con las que Wojnicz tenga un lejano contacto visual carecerán de cuerpo, harán solo presencia a través de «objetos»: unos botines o un elegante sombrero. Las frases, de profunda misoginia y desprecio hacia las mujeres, habituales en los más grandes pensadores del siglo XIX y de todas las épocas (Freud, Nietzsche, David H. Lawrence, Charles Darwin , Schopenhauer, Yeats y tantos otros) son integradas, como nos aclara la autora al final de su libro, con total naturalidad en las conversaciones de la pensión. AprendizajeCuando se hable de ellas, no será precisamente respetándolas como seres humanos, en igualdad de condiciones: «La mujer, al estar más unida a la naturaleza y sus ritmos, constituía una especie de atavismo en comparación con el hombre, más civilizado. A menudo parásito social, sin embargo, controlada de forma adecuada, era capaz de trabajar en beneficio de la sociedad, por ejemplo, como madre».Discusiones instructivas, para bien o para mal , para un Wojnicz aún en fase de formación, como lo eran aquellos exaltados debates mantenidos por los Naphta y Settembrini de la novela de Thomas Mann, educando de algún modo al joven Hans Castorp en los Alpes suizos. Aquí, los espíritus radicales, impetuosos y contradictorios de la época están representados por dos ‘tutores’ paternales de Wojnicz , el socialista e ilustrado August y el vehemente y tradicionalista Lukas. Las excursiones a la montaña y las cenas prolongadas hasta altas horas de la noche igualmente sirven de aprendizaje para el joven estudiante polaco, con temas que van y vienen, además del nacionalismo y de un Imperio austrohúngaro que, en esos momentos, se intuye vacilante: «¿Tienen alma los seres humanos? ¿Monarquía o democracia? ¿ Supone el socialismo una oportunidad para la humanidad? ¿Son las mujeres lo bastante responsables para tener derecho al voto?». Pero Wojnicz enseguida tendrá conocimiento además de lo que algunos califican de «leyendas populares» de esa zona. Quizá, misteriosamente, se trate de «injusticias ocurridas en el pasado que no han dejado de existir y siguen resonando». En un ambiente inquietante de muertes violentas que se dan de vez en cuando «tras la oscura pared del monte» que envuelve las edificaciones y el pueblo como «una mancha negra», el joven se enterará del origen histórico de donde provienen las historias: en 1639 varias mujeres fueron acusadas y condenadas por brujería. Decapitadas, quemadas e interrogadas por los aquelarres en el monte, muchos más nombres surgieron. Una ola de pánico se extendió en todas las aldeas y las mujeres abandonaron sus hogares y huyeron a las montañas. ¿Son acaso sus enloquecidas descendientes las que asesinan ahora a los descendientes de sus feroces perseguidores? Al marcharse, y en un sorprendente final en el que Wojnicz se encuentra por fin con su verdadera naturaleza, el joven se llevará consigo la principal lección de la que le hablaba el doctor Semperweiss: «en una realidad múltiple y de sutiles tonalidades», no existen lo que algunos llaman «anomalías», ni sirven las simplificaciones «de un pensamiento negro o blanco».
Un pueblo de cuento de hadas, Görbersdorf, en la Baja Silesia, y un sanatorio en los Sudetes dedicado a curar con el aire puro de sus montañas la enfermedad maldita de ese tiempo, la tuberculosis, es el escenario, con célebres resonancias literarias, elegido por la … Premio Nobel de Literatura Olga Tokarczuk para su nueva y espléndida obra ‘Tierra de empusas’.
Esta palabra, empusas, que articula el principal enigma de la novela, con unas inquietantes connotaciones fantásticas, y que más de un lector irá a buscar al diccionario, eran unos seres mitológicos, una especie de mujeres vampiro que en la Grecia antigua constituían el cortejo demoniaco de la diosa Hécate. Unos seres que, en el camino del inframundo, aparecían en ‘Las metamorfosis’ de Apuleyo y en la obra de Aristófanes, ‘Las ranas’.

-
Autora
Olga Tokarczuk -
Editorial
Anagrama -
Año
2025 -
Páginas
344 -
Precio
21,90 euros
La novela de Tokarczuk, con la intensidad poética y la admirable brillantez de siempre, filtrada a cada página de erudición y relecturas de la historia, y renovada permanentemente en sus temas e inspiración, ya fuera en la monumental ‘Los libros de Jacob’, en la espléndida ‘Los errantes’, o en la actual, es la primera obra escrita por esta autora tras el Nobel.
Una apasionante novela de misterio de ecos sobrenaturales y fantásticos, con un importante germen histórico e imaginario como punto de salida: la obra ‘La montaña mágica’, de Thomas Mann, escrita en los albores de la Primera Guerra Mundial.
¿Se trata quizá de un extraño «inframundo», el lugar, un sanatorio en las montañas, como aquel de Davos, al que ha llegado el protagonista de la novela, un joven estudiante polaco de ingeniería de la ciudad de Leópolis, hoy en Ucrania? Mieczyslaw Wojnicz, joven católico y burgués ha sido enviado ahí por su autoritario padre y su tío militar para curarse de su mal en los pulmones, pero también para reforzar el necesario carácter viril.
La intensidad poética y la brillantez de siempre; filtra a cada página erudición y relectura histórica
Nada más llegar, el delicado y solitario joven que, como se nos explica, posee «la melancolía habitual en las personas convencidas de su muerte inminente», se integra en la Pensión para Caballeros, o cueva siniestramente misógina. Un lugar en el que las mujeres están absolutamente ausentes, aunque en las acaloradas discusiones y sobremesas siempre se acaba hablando de ellas.
Están tan ausentes que el día después de llegar Wojnicz muere, por un suicidio nunca comprobado totalmente, o quizá por un sucesivo maltrato, como se rumorea, la única mujer que les servía la comida, esposa del sombrío director del establecimiento, Opitz. A lo largo de su estancia, las únicas mujeres con las que Wojnicz tenga un lejano contacto visual carecerán de cuerpo, harán solo presencia a través de «objetos»: unos botines o un elegante sombrero.
Las frases, de profunda misoginia y desprecio hacia las mujeres, habituales en los más grandes pensadores del siglo XIX y de todas las épocas (Freud, Nietzsche, David H. Lawrence, Charles Darwin, Schopenhauer, Yeats y tantos otros) son integradas, como nos aclara la autora al final de su libro, con total naturalidad en las conversaciones de la pensión.
Aprendizaje
Cuando se hable de ellas, no será precisamente respetándolas como seres humanos, en igualdad de condiciones: «La mujer, al estar más unida a la naturaleza y sus ritmos, constituía una especie de atavismo en comparación con el hombre, más civilizado. A menudo parásito social, sin embargo, controlada de forma adecuada, era capaz de trabajar en beneficio de la sociedad, por ejemplo, como madre».
Discusiones instructivas, para bien o para mal, para un Wojnicz aún en fase de formación, como lo eran aquellos exaltados debates mantenidos por los Naphta y Settembrini de la novela de Thomas Mann, educando de algún modo al joven Hans Castorp en los Alpes suizos. Aquí, los espíritus radicales, impetuosos y contradictorios de la época están representados por dos ‘tutores’ paternales de Wojnicz, el socialista e ilustrado August y el vehemente y tradicionalista Lukas.
Las excursiones a la montaña y las cenas prolongadas hasta altas horas de la noche igualmente sirven de aprendizaje para el joven estudiante polaco, con temas que van y vienen, además del nacionalismo y de un Imperio austrohúngaro que, en esos momentos, se intuye vacilante: «¿Tienen alma los seres humanos? ¿Monarquía o democracia? ¿Supone el socialismo una oportunidad para la humanidad? ¿Son las mujeres lo bastante responsables para tener derecho al voto?».
Pero Wojnicz enseguida tendrá conocimiento además de lo que algunos califican de «leyendas populares» de esa zona. Quizá, misteriosamente, se trate de «injusticias ocurridas en el pasado que no han dejado de existir y siguen resonando». En un ambiente inquietante de muertes violentas que se dan de vez en cuando «tras la oscura pared del monte» que envuelve las edificaciones y el pueblo como «una mancha negra», el joven se enterará del origen histórico de donde provienen las historias: en 1639 varias mujeres fueron acusadas y condenadas por brujería.
Decapitadas, quemadas e interrogadas por los aquelarres en el monte, muchos más nombres surgieron. Una ola de pánico se extendió en todas las aldeas y las mujeres abandonaron sus hogares y huyeron a las montañas. ¿Son acaso sus enloquecidas descendientes las que asesinan ahora a los descendientes de sus feroces perseguidores? Al marcharse, y en un sorprendente final en el que Wojnicz se encuentra por fin con su verdadera naturaleza, el joven se llevará consigo la principal lección de la que le hablaba el doctor Semperweiss: «en una realidad múltiple y de sutiles tonalidades», no existen lo que algunos llaman «anomalías», ni sirven las simplificaciones «de un pensamiento negro o blanco».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de cultura