La Unión Europea y México conocieron finalmente este sábado su veredicto: un arancel del 30% a sus exportaciones a Estados Unidos. El presidente Donald Trump comunicó la cifra a Bruselas y Ciudad de México, como viene haciendo desde el lunes, por medio de una carta dirigida a los líderes de los países con los que Washington aspira a revisar sus acuerdos de intercambio de bienes. La imposición de gravámenes por correspondencia es solo el último capítulo de la guerra comercial desatada por Trump desde su regreso al poder.
El presidente estadounidense advierte que responderá con una subida adicional a cualquier réplica que se lance
La Unión Europea conoció finalmente este sábado su veredicto: un arancel del 30% a sus exportaciones a Estados Unidos. El presidente Donald Trump comunicó la cifra a la UE, como viene haciendo desde el lunes, por medio de una carta dirigida a los líderes de los países con los que Washington aspira a revisar sus acuerdos de intercambio de bienes. La imposición de gravámenes por correspondencia es solo el último capítulo de la guerra comercial desatada por Trump desde su regreso al poder.
El nuevo gravamen a la UE hay que ponerlo en la perspectiva del anunciado inicialmente por Trump: un 20% a las importaciones desde Estados Unidos. Es decir, 10 puntos más de lo previsto en pensado. Pero todavía es más si se toma el 10% general que está vigente desde que en abril ambas partes se dieron tres meses para negociar.
El presidente de Estados Unidos, como acostumbra en esta última fase de su agresiva y volátil política comercial, publicó la carta dirigida a Bruselas en su red social, Truth. En ella advierte que esos 30 puntos no serán los definitivos si la UE decide responder: “Si por cualquier decide [le dice a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen] aumentar sus aranceles y responder, entonces, cualquier número que elija para incrementarlos se sumará al 30% que nosotros aplicamos”, amenaza Trump, quien cierra la carta diciendo que si la UE “abre su mercado cerrado” eliminando “aranceles y barreras no comerciales” podría reconsiderar lo anunciado en la carta.
La carta llega tras el acelerón en las intensas negociaciones de las últimas semanas, en las que Bruselas y Washington se han centrado en aspectos sectoriales como el tratamiento a los automóviles, asunto muy sensible para Alemania y que está consumiendo bastante horas de negociación, según empieza a trascender en Bruselas. También es protagonista el sector aeronáutico. Este miércoles, Reuters dio por hecho que contaría con algún tipo de excepción sobre las tarifas generales.
El contenido del texto remitido por Trump se debatirá en la reunión que los ministros de Comercio mantendrán el lunes en Bruselas.
De momento, 24 países habían recibido sus respectivas comunicaciones durante esta semana. En el grupo hay de todo: desde socios destacados como Corea del Sur y Japón, a otros más insignificantes, como Brunéi, Irak o Moldavia. Los porcentajes son esencialmente idénticos (salvo en casos como los de Sri Lanka o Camboya) a los avanzados por Trump en abril, antes de conceder un aplazamiento de 90 días a su entrada en vigor, y van del 20% al 40%, salvo en un caso: Brasil.
Los dos vecinos, y socios del Tratado de libre comercio TMEC, recibieron sendos golpes del 35% que se aplicará, de cumplirse las amenazas, a los productos que no estén protegidos por ese pacto, y que ahora estaban sujetos a un 25%. A ambos países Trump aportó la justificación, un pretexto, más bien, de que no hacen lo suficiente por detener el tráfico de fentanilo, un potente opiáceo culpable de decenas de miles de muertes por sobredosis en Estados Unidos en los últimos años.
El país iberoamericano recibió un castigo en toda regla, un arancel del 50%, cinco veces mayor del que Estados Unidos le había impuesto en abril. ¿El motivo? Trump considera, y así lo dejó saber en su carta dirigida al presidente Lula da Silva, que están tratando injustamente al ultraderechista Jair Bolsonaro, al que el republicano considera víctima de “una caza de brujas” por el juicio al que está siendo sometido por su presunta implicación en el golpe de estado fallido de enero de 2023. Bolsonaro se enfrenta a una pena máxima de 43 años de prisión, cuando el Tribunal Supremo de Brasil dé a conocer la sentencia, prevista, en principio, para el mes de septiembre.
El castigo a Brasil es puramente ideológico, y no obedece a motivos comerciales: se trata de uno de los pocos países que pueden presumir de tener un superávit del lado estadounidense.
No es el caso de la Unión Europea. La de Washington y Bruselas es la relación comercial más intensa del mundo. Cada día, con datos de 2024, cruzan el Atlántico en un sentido o en otro productos por valor de 2.400 millones de euros. En total, 870.000 millones de euros el año pasado, con un déficit del lado estadounidense cercano a los 200.000 millones.
Los intentos por salvar la buena marcha de esa relación se han intensificado en las últimas semanas, a medida que iba acercándose el 9 de julio, fecha en la que expiraba la tregua establecida unilateralmente por Trump en su guerra comercial. El presidente de Estados Unidos impuso primero aranceles a decenas de sus socios comerciales el 2 de abril. Una semana después, los levantó y dio 90 días a los países para que alcanzaran acuerdos comerciales individuales con los negociadores de Washington.
Esos 90 días llegaron el miércoles. O, más bien, no llegaron: Trump decidió retrasar la entrada de los aranceles hasta el 1 de agosto. No se pueden descartar nuevos cambios de idea antes de esa fecha. El viernes pasado anunció su intención de emplear la correspondencia para presionar con vistas a esos pactos. Son “200 países”, se excusó, imposible negociar con todos ellos cara a cara. La prueba de esa imposibilidad es que en ese plazo Estados Unidos solo ha llegado a dos principios de acuerdos comerciales, con el Reino Unido y con Vietnam, y a una tregua temporal con China.
Las negociaciones con Unión Europea se encuentran a estas alturas entre las más avanzadas. Los contactos fueron más intensos en las últimas semanas, pero no suficientes, según fuentes de Bruselas. Encima de la mesa estaban los aranceles del 17% que Estados Unidos propone para los productos agrícolas que importe de la UE.
Esa cifra sería independiente de las demás impuestas desde que Trump abrió las hostilidades con el resto del mundo: el 25% para automóviles y sus componentes, el 50% para el acero y el aluminio, y el 10% general a una gran cantidad de productos, salvo algunas excepciones, de las que se benefician el sector de la aeronáutica y de las bebidas espirituosas. Este miércoles por la noche (hora de Washington), un nuevo arancel entró en escena: 50% al cobre. También sobrevuela la amenaza de que podrían estar a punto de caer gravámenes del 200% a los productos farmacéuticos, otra obsesión del presidente estadounidense.
Tras la lluvia de nuevas cartas, el reloj sigue su marcha: quedan 22 días hasta el 1 de agosto. Un corto espacio de tiempo para evitar que la relación con la UE quede finalmente definida como “asimétrica”, eufemismo que empieza a escucharse en Bruselas para sortear otro adjetivo, “desequilibrada”, más humillante para Europa.
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