Los rigurosos editores de cualquier gran periódico de calidad (pongamos que hablo del Washington Post o The New York Times, para no enredarnos con debates paralelos) tendrían muchas sugerencias que plantear a Alberto Núñez Feijóo si les enviase, para que se publicara como artículo de opinión, su discurso de réplica pronunciado en el pleno de este miércoles.
Un periodista que revisase el discurso de Feijóo convertido en artículo para un diario de prestigio saltaría de la silla al leer algunas afirmaciones
Los rigurosos editores de cualquier gran periódico de calidad (pongamos que hablo del Washington Post o The New York Times, para no enredarnos con debates paralelos) tendrían muchas sugerencias que plantear a Alberto Núñez Feijóo si les enviase, para que se publicara como artículo de opinión, su discurso de réplica pronunciado en el pleno de este miércoles.
Por ejemplo, un verificador competente saltaría de la silla al leer en el hipotético texto de Feijóo la frase donde se reclama al jefe del Gobierno que “cese al fiscal general imputado”. El periodista le tendría que señalar en el correo de respuesta: “Señor colaborador, el presidente tiene la potestad de nombrar al fiscal general pero no la de destituirlo, salvo por un ‘incumplimiento grave’ que está por demostrar. Por tanto, le pide usted una ilegalidad, y nuestro periódico no ampara esas opiniones”.
Las insinuaciones acusatorias tampoco están bien vistas en los medios de prestigio internacional si no se concretan en datos corroborados o no van acompañadas de cautelas de suposición (“tal vez”, “quizás”, “me parece a mí”…).
Por eso al hipotético editor le habrían entrado sudores en caso de verse en la necesidad de emprender todas las comprobaciones necesarias de esta frase: “Un día se plagia una tesis, otro se convive con prostíbulos con la mayor normalidad, más adelante se esconden urnas detrás de una cortina y así poco a poco se va moviendo el umbral ético hasta que cabe todo: hasta que a uno le arreglan un puesto en la Diputación de Badajoz y a la otra le dan una cátedra sin haber pisado la universidad”. Caramba, ¿todo eso lo habrá hecho el presidente del Gobierno?
Así que el competente verificador de textos debería empezar por reclamarle al articulista que precise a quién se refiere con la frase “un día se plagia una tesis…”, pues no encontraría ninguna resolución que la avalase. Solamente podría hallar asuntos relacionados con un relevante máster regalado por la cara, en un caso juzgado y sentenciado; pero enseguida el editor pensaría que el político de la derecha no iba arrojar eso contra alguien de su partido.
El verificador sí habría podido confirmar enseguida que un puesto de coordinador de los conservatorios de música (después “jefe de la oficina de artes escénicas”) le fue adjudicado en 2016 a un hermano de Sánchez cuando este no era ni diputado (había dimitido meses antes), asunto que aún se halla en litigio.
La referencia a los prostíbulos, eso sí, le dejaría perplejo, y obligado a suprimirla mientras el propio presidente no se demuestre que el presidente ha vivido en uno de ellos como se da a entender; y también lo concerniente a esos sufragios escondidos: “¿De cuántos votos estamos hablando y de qué elecciones?”.
Por su parte, la afirmación “…y a la otra le dan una cátedra sin haber pisado la universidad” le atraería enormemente en un primer momento al editor. ¿Es posible en España que a uno lo hagan catedrático sin siquiera haber terminado una carrera? Ah, no. Se trata de que la universidad Complutense organizó “cátedras” que no eran dirigidas por catedráticos, entre ellos la esposa del jefe del Gobierno, Begoña Gómez. “Señor articulista”, escribiría el editor, “puede referirse usted sin problema a la manipulación de la palabra ‘cátedra’ por la universidad, y a que la titulación de la señora Gómez no pasaría un filtro exigente, pero no nos parece correcto insinuar que la nombraron catedrática. ¿Desea modificar su frase para acercarla más a la verdad?”.
El hipotético texto de Feijóo presentado a ese gran periódico acusaría a Pedro Sánchez, como el discurso pronunciado el miércoles, de escurrir el bulto sobre los nombramientos de los supuestamente corruptos Ábalos y Cerdán: “Y habla usted de ‘a dos que han nombrado’. ¡Pero si los nombró usted!”. El editor acudiría entonces al original para la oportuna comprobación y leería que ya desde los primeros minutos Sánchez habla en primera persona como responsable de ambos nombramientos y reitera la expresión “me equivoqué”. Por tanto, el editor le añadiría en su correo al articulista: “Me permito sugerirle que modifique esa aseveración, que no se corresponde con la verdad. Puede usted encontrar por ejemplo estas frases en el discurso de Sánchez: ‘Elegí a Santos Cerdán como secretario de Organización. Ese fue mi error, confiar en él. (…) Me equivoqué al nombrar a José Luis Ábalos y Santos Cerdán”.
Todas esas acusaciones de Feijóo hipotéticamente reunidas en un artículo para un gran diario forman solamente una muestra, porque se hace imposible dar abasto ante la conocida técnica de las pelotas de tenis, tan habitual en el PP (lanzarle al contrario un número ingente de bolas a la vez para que de ninguna manera pueda devolverlas todas): afirmaciones sin matizar, manipuladas, plagadas de insinuaciones basadas en trucos de silencio (se cuenta una parte pero se omite otra que la rebaja o la matiza), y casi todas de una sola oración, sin subordinadas ni subjuntivos: contundentes, exageradas, apocalípticas. Es el lenguaje ajeno al rigor y la precisión, a la calidad informativa. Claro, el Parlamento no tiene un libro de estilo, ni editores de prestigio, y todo ahí les sale gratis a sus señorías porque de la inmunidad emana la impunidad, y no la responsabilidad.
Sin embargo, el discurso previo de Sánchez ofrecía flancos criticables, y también su actuación ante las corrupciones descubiertas en su partido. Pero Feijóo no se fijó en nada de eso. De hecho, llevaba su intervención escrita, elaborada seguramente horas antes de que empezara el pleno. Daba igual lo que el dirigente socialista hubiera dicho en el discurso precedente.
En cambio, la periodista María Peral, de El Español, presente en el estudio de TVE durante la transmisión del debate, sí nos llegó a indicar el camino de cómo se ejerce la tarea crítica que reclama toda democracia. La expresó tras terminar Feijóo, en los apenas 15 segundos de que disponía y con argumentos, simplemente porque había escuchado a Sánchez y tenía el conocimiento necesario para analizarlas a vuelapluma: Dijo Peral: “A mí me ha parecido bastante decepcionante el plan. Algunas de las medidas son indefinidas, como la Agencia Anticorrupción, que no se sabe de quién va a depender ni cómo se va a nombrar esa autoridad. Otras sencillamente son imposibles, como por ejemplo agilizar procedimientos contra la corrupción que requieren investigaciones complejas, comisiones rogatorias [solicitudes para que colaboren jueces de otros países], periciales, análisis de numerosas cuentas, Esto es un brindis al sol. Y otras son ineficaces”. No pudo seguir, porque el presentador debió dejar paso a la intervención de Santiago Abascal en nombre de Vox. Pero solo con su tono y su análisis ya había aportado más al asunto concreto del debate, a la formación de una opinión pública sensata y a la civilidad en general, que toda la réplica de Feijóo.