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  Deportes  Van der Poel supera a Pogacar en la última cuesta y es maillot amarillo del Tour de Francia
Deportes

Van der Poel supera a Pogacar en la última cuesta y es maillot amarillo del Tour de Francia

julio 6, 2025
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Un pelotón sombrío, negro luto los invisibles, colores brillantes los líderes, y Pogacar de todos los colores del arcoíris. Los paraguas de Normandía, otoño permanente en sus playas sea cual sea la estación, y el miedo de los ciclistas. Viento, diluvio en el Atlántico inclemente y carreteras estrechas, rurales, hacia la costa de Ópalo, tantos colores como el pelotón en primavera, tan quebradizo como la cabeza y los huesos de los ciclistas, aparentemente tan poca cosa ante su destino, y sus montículos a repetición. Y tan grandes, llegado el momento, cuando ya las nubes se aclaran y huele a caballas y abadejo junto al puerto, cuando Mathieu van der Poel, el magnífico, que sueña con leones de peluche y no es un robot, y volverá a lucir, como hizo ya en 2021, el maillot amarillo que nunca vistió su abuelo Poulidor, resuelve a su favor la pelea con los más grandes del Tour al final de una cuesta que deja a todos sin respiración.

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 La segunda etapa se corrió como una clásica y en ella destacó Enric Mas, que aguanta el ritmo de los ‘monstruos’ y ya es sexto en la general  

Un pelotón sombrío, negro luto los invisibles, colores brillantes los líderes, y Pogacar de todos los colores del arcoíris. Los paraguas de Normandía, otoño permanente en sus playas sea cual sea la estación, y el miedo de los ciclistas. Viento, diluvio en el Atlántico inclemente y carreteras estrechas, rurales, hacia la costa de Ópalo, tantos colores como el pelotón en primavera, tan quebradizo como la cabeza y los huesos de los ciclistas, aparentemente tan poca cosa ante su destino, y sus montículos a repetición. Y tan grandes, llegado el momento, cuando ya las nubes se aclaran y huele a caballas y abadejo junto al puerto, cuando Mathieu van der Poel, el magnífico, que sueña con leones de peluche y no es un robot, y volverá a lucir, como hizo ya en 2021, el maillot amarillo que nunca vistió su abuelo Poulidor, resuelve a su favor la pelea con los más grandes del Tour al final de una cuesta que deja a todos sin respiración.

“Uff”, dice el neerlandés que en primavera mantuvo duelo permanente con Pogacar en los Monumentos (empate a dos) después de recuperar el aliento tirado en el suelo extático. “Estaba al límite. Era más dura de lo que pensaba. Pero ya me tocaba volver a ganar después de cuatro años. Me sigo acordando de mi abuelo, y aún lloro porque cuando gané ya había muerto, pero la emoción ahora no es tan intensa como entonces”. Segundo, Tadej Pogacar, que roza con el tubular la victoria 100 de su corta aún carrera; tercero, Jonas Vingegaard, aún hiperactivo, aún ofensivo, y no muy lejos, sereno, Enric Mas, que ya es sexto de la general.

Geología y topografía de clásica junto al mar que los grandes de la general se niegan a despreciar. Cuestión de orgullo que la afición aplaude. Cada día es una aventura y una emoción. Viento de cara hasta el mar. Velocidad de misil (210 kilómetros complicados a 44 de media pese a todo). El Tour no da respiro. Es una clásica de clásicas, no de etapas. Cada día se acaba el mundo, no hay más allá, y cada día renace. Es una bomba, dos planetas, el de los monstruos que les dicen, con simpatía, Pogacar, Vingegaard, Van der Poel, y el de los demás; varios satélites que intentan orbitar a los grandes, Remco, Mas, poco más, y decenas de ciclistas en busca de redención moral después de la bronca que sus directores les regalaron del sábado noche por no estar dónde tenían que estar cuando la guadaña del viento cortó al pelotón en pedazos. Hasta Remco, tan impresionante, parece poca cosa, uno más.

¿Roglic? ¿Corre el Tour? El esloveno que habla de ganar el Tour a los 34 años, invisible voluntariamente quizás, no se ha caído aún pero tampoco se mezcla en los ritmos desenfrenados de los Vismas y los UAEs en las últimas cuestas hacia Boulogne, curvas tomadas a cuchillo para no perder posición, insultos pese a la falta de aliento, frenazos, discos que chirrían, en los ataques de los especialistas, Vauquelin, Lipowitz, Grégoire, Alaphilippe, en la aceleración final de los tres mejores en la rue de la Lampe, en la Boulogne alta con vistas al canal de la Mancha. “Una locura, una etapa increíble, lo ha tenido todo: lluvia, estrés, subidas cortas y peligrosas, como una gran clásica”, resume Pogacar, feliz pese a no ganar porque es el líder de la montaña y podrá vestir el maillot de lunares que cumple 50 años y que tanto le gusta, porque le hace sentirse niño despreocupado. “He ganado dos veces la montaña pero esta será la segunda vez que lo vista, porque antes iba siempre de amarillo”.

Hasta hace nada, estas cuestas, esta despreocupación aparente, eran el reino de Roglic, el más temido por sus rivales. Va a rueda como puede, como Mas, el mallorquín que no es tan viejo (acaba de cumplir 30 el mallorquín que lleva desde los 23 en la elite mundial: 30 años tiene Van der Poel también, pero empezó más tarde a tomarse en serio la carretera) pero habla como uno ya, el salto atrás de la generación desbordada por los que llegaron tras la pandemia. “Desde la primera etapa están todos atacando”, dice el mallorquín, el único de los satélites que no ha perdido ni un segundo con ellos, los que han transformado el mundo en el que creció. “Son corredores increíbles que tienen un gas increíble y nosotros nos tenemos que adaptar. Y lo estoy haciendo bien”.

Son buenos, divertidos, atacantes y saben correr. La primera etapa de la Dauphiné, hace un mes, fue la primera demostración a modo de ensayo general. Sprint en cuesta de los mismos tres. Primero, Pogacar; segundo, Vingegaard. Como si tuvieran en la mano una varita mágica, controlan el caos que se desata a su alrededor cuando llueve, cuando el viento sopla y la carretera se rompe en incontables rotondas y badenes. Ellos son la calma y la paciencia, y magnéticos como imanes atraen a todos, como Van der Poel, que espera su momento con paciencia, todo el mundo se juntará a su alrededor, su presencia impone, y toma la última curva el primero y nadie le puede. “Bien ganado”, le dice Pogacar, que le considera uno del club, claro. “Yo me sentía muy bien, pero ha sido más fuerte él”.

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Clasificación General

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Etapas

  • 1 image

    Lille – Lille

    image

    Jasper Philipsen
    ADC

    184 Km

  • 2 image

    Lauwin-Planque – Boulogne-sur-Mer

    image

    Mathieu van der Poel
    ADC

    209 Km

  • 3 image

    Valenciennes – Dunkerque

    178 Km

  • 4 image

    Amiens Métropole – Rouen

    174 Km

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