A día de hoy, la crítica musical es una antífrasis. O sea, poco espíritu crítico, mucho fan y menguante diversión. El ‘New Yorker’ abordó hace dos semanas esta supuesta bondad del crítico actual en un reportaje a fondo y deshilachado… con hitos vergonzantes en España como la polémica aquella por la reseña negativa de ‘Rockdelux’ a un grupo llamado Victorias cuando deberían hacerles un bizum estos por el favor. Hasta el cantante de Depresión Sonora lamenta la falta de malas reseñas habitual ya que si todo es una ‘obra maestra’ y ‘extraordinario’ nada lo es. ¿Por qué esta epidemia de magnanimidad? Jesús Lillo, veterano y fiero crítico de ABC, opina, muy sencillo, que el ecosistema actúa así porque si no se desmontaría el chiringuito. No pueden permitirse reconocer que casi todo es una basura. Considera que se hace bastante peor música que incluso desde los años 90 en el mundo del pop y aledaños, y falta perspectiva y criterio entre los ‘opinólogos’ por la pérdida de ‘técnicos’ con bagaje por la situación económica de unos medios que tiran de lo que pueden (¿bebés?). Y recuerda los básicos del vestidor del crítico: el cuchillo entre los dientes y la maleta ‘científica’ sin mitos para sentar cátedra.Como no soy tanatólogo de gremios que nunca existieron, y una cosa lleva a la otra, la falta de mala uva (o buena vid para el lector) coincide con la oclusión mediática de los ‘sabios sónicos’. Una falta de poder prescriptivo abisal. Y quizá se deba, sin más, a una falta de estilo atractivo, conocimiento, gusto y audacia. Que todos parecemos pensar igual de los mismos pocos discos, vaya. Y Rosalía y C. Tangana son divinidades indiscutibles, cómo no. No hay visión propia, diferencial, apenas títeres o espejos de lo que se lleva. O sea, no es que cuestión de ser destructivo sino descubridor y confiable y no jalarse todas las ruedas de molino. ¡Qué menos! Ahí está el tal Fantano , estrella en YouTube haciendo esto (nuevos formatos, amigos) con millones de seguidores y detractores sobre su labor. Será un imbécil (o no), pero no es una hermanita de la caridad. Ejerce. Y un último esputo: ¿es el crítico un músico frustrado? Topicazo asentado y legendario que se hace imposible aceptar, pues si hay algo de aún más ínfima creatividad, calidad literaria, brillo y ambición estética y seguidismo de modas podridas para el alma son las propias canciones que cantáis. A día de hoy, la crítica musical es una antífrasis. O sea, poco espíritu crítico, mucho fan y menguante diversión. El ‘New Yorker’ abordó hace dos semanas esta supuesta bondad del crítico actual en un reportaje a fondo y deshilachado… con hitos vergonzantes en España como la polémica aquella por la reseña negativa de ‘Rockdelux’ a un grupo llamado Victorias cuando deberían hacerles un bizum estos por el favor. Hasta el cantante de Depresión Sonora lamenta la falta de malas reseñas habitual ya que si todo es una ‘obra maestra’ y ‘extraordinario’ nada lo es. ¿Por qué esta epidemia de magnanimidad? Jesús Lillo, veterano y fiero crítico de ABC, opina, muy sencillo, que el ecosistema actúa así porque si no se desmontaría el chiringuito. No pueden permitirse reconocer que casi todo es una basura. Considera que se hace bastante peor música que incluso desde los años 90 en el mundo del pop y aledaños, y falta perspectiva y criterio entre los ‘opinólogos’ por la pérdida de ‘técnicos’ con bagaje por la situación económica de unos medios que tiran de lo que pueden (¿bebés?). Y recuerda los básicos del vestidor del crítico: el cuchillo entre los dientes y la maleta ‘científica’ sin mitos para sentar cátedra.Como no soy tanatólogo de gremios que nunca existieron, y una cosa lleva a la otra, la falta de mala uva (o buena vid para el lector) coincide con la oclusión mediática de los ‘sabios sónicos’. Una falta de poder prescriptivo abisal. Y quizá se deba, sin más, a una falta de estilo atractivo, conocimiento, gusto y audacia. Que todos parecemos pensar igual de los mismos pocos discos, vaya. Y Rosalía y C. Tangana son divinidades indiscutibles, cómo no. No hay visión propia, diferencial, apenas títeres o espejos de lo que se lleva. O sea, no es que cuestión de ser destructivo sino descubridor y confiable y no jalarse todas las ruedas de molino. ¡Qué menos! Ahí está el tal Fantano , estrella en YouTube haciendo esto (nuevos formatos, amigos) con millones de seguidores y detractores sobre su labor. Será un imbécil (o no), pero no es una hermanita de la caridad. Ejerce. Y un último esputo: ¿es el crítico un músico frustrado? Topicazo asentado y legendario que se hace imposible aceptar, pues si hay algo de aún más ínfima creatividad, calidad literaria, brillo y ambición estética y seguidismo de modas podridas para el alma son las propias canciones que cantáis.
ANTICASITODO
La benevolencia de las reseñas actuales se estudia en un reportaje a fondo en ‘The New Yorker’
A día de hoy, la crítica musical es una antífrasis. O sea, poco espíritu crítico, mucho fan y menguante diversión. El ‘New Yorker’ abordó hace dos semanas esta supuesta bondad del crítico actual en un reportaje a fondo y deshilachado… con hitos … vergonzantes en España como la polémica aquella por la reseña negativa de ‘Rockdelux’ a un grupo llamado Victorias cuando deberían hacerles un bizum estos por el favor. Hasta el cantante de Depresión Sonora lamenta la falta de malas reseñas habitual ya que si todo es una ‘obra maestra’ y ‘extraordinario’ nada lo es.
¿Por qué esta epidemia de magnanimidad? Jesús Lillo, veterano y fiero crítico de ABC, opina, así de sencillo, que el ecosistema actúa así porque si no se desmontaría el chiringuito. No pueden permitirse reconocer que casi todo es una basura. Considera que se hace bastante peor música que incluso desde los años 90 en el mundo del pop y falta perspectiva y criterio entre los ‘opinólogos’ por la pérdida de ‘técnicos’ con bagaje por la situación económica de unos medios que tiran de lo que pueden (¿bebés?). Y recuerda los básicos del vestidor del crítico: el cuchillo entre los dientes y la maleta ‘científica’ sin mitos para sentar cátedra.
Como no soy tanatólogo de gremios que nunca existieron, y una cosa lleva a la otra, la falta de mala uva (o buena vid para el lector) coincide con la oclusión mediática de los ‘sabios sónicos’. Una falta de poder prescriptivo abisal. Y quizá se deba, sin más, a una ausencia de estilo, conocimiento, gusto y atrevimiento. Que todos parecemos pensar igual de los mismos pocos discos, vaya. Y Rosalía y C. Tangana son divinidades indiscutibles, cómo no. No hay visión propia, diferencial, apenas títeres o espejos de lo que se lleva. O sea, no es que cuestión de ser destrucrtivo sino descubridor y confiable y no jalarse todas las ruedas de molino. Qué menos. Y, sin embargo, ahí está el tal Fantano, superestrella en YouTube (nuevos formatos, amigos) con millones de seguidores y detractores sobre su labor. Será un imbécil (o no), pero no es una hermanita de la caridad. ¿Por qué? Ejerce.
Y un último esputo: ¿es el crítico un músico frustrado? Topicazo asentado y legendario que se hace imposible aceptar, pues si hay algo de aún más ínfima creatividad, calidad literaria, brillo y ambición estética y seguidismo de modas podridas para el alma son las propias canciones que cantáis.
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