Nosotros, alcaldes europeos, fuimos unidos a Budapest para defender nuestros derechos y nuestras libertades. Cuando el gobierno húngaro decidió prohibir la manifestación del Orgullo y restringió los derechos fundamentales, nos obligó a todos a enfrentar una pregunta crucial: ¿qué tipo de Europa estamos dispuestos a defender?
Mientras las autoridades húngaras reprimen los derechos LGTBI, los alcaldes europeos deben mantenerse unidos en defensa de nuestros valores compartidos
Nosotros, alcaldes europeos, fuimos unidos a Budapest para defender nuestros derechos y nuestras libertades. Cuando el gobierno húngaro decidió prohibir la manifestación del Orgullo y restringió los derechos fundamentales, nos obligó a todos a enfrentar una pregunta crucial: ¿qué tipo de Europa estamos dispuestos a defender?
Durante décadas, Europa se ha construido sobre la promesa de la diversidad y la inclusión. Esta visión de Europa como un refugio para todos los ciudadanos, independientemente de su orientación sexual, identidad de género u origen, no es solo una aspiración idealista. Es la base sobre la cual descansan nuestras sociedades democráticas.
Sin embargo, hoy somos testigos de la persecución sistemática de minorías, de las comunidades LGTBI o de inmigrantes, grupos que se han convertido en chivos expiatorios para la retórica populista. En Hungría, la persecución permeabilizó en leyes injustas que criminalizan el colectivo LGTBI, creando un clima de miedo.
Estas no son decisiones políticas aisladas. Representan un desafío fundamental a los valores europeos.
Como alcaldes, gobernamos el corazón de Europa. Las ciudades son los lugares donde personas de diferentes orígenes viven, trabajan y construyen futuros juntos. Son donde nuestros principios y valores se convierten en realidades vividas en nuestros barrios, en nuestras escuelas y comunidades.
Ámsterdam ha sido durante mucho tiempo un faro para los derechos LGTBI, albergando una de las celebraciones del Orgullo más importantes del mundo, incluyendo el WorldPride el próximo año. Atenas, cuna de la democracia, continúa abrazando su papel como un lugar acogedor para todos, independientemente de raza, género, origen y orientación sexual. Barcelona defiende con orgullo los derechos LGTBI y la diversidad, respaldando este compromiso con políticas progresistas para hacer de la igualdad una realidad tangible.
Pero nuestro trabajo en nuestras propias ciudades no es suficiente. Cuando los derechos fundamentales son amenazados en cualquier lugar de Europa, también son amenazados en nuestras ciudades.
Nuestra presencia en Budapest envió un mensaje claro: las ciudades europeas no permanecerán en silencio mientras la democracia y nuestros derechos se vean amenazados. Fuimos a Budapest no para sermonear o condenar, sino para mostrar la auténtica alma de Europa, la que celebra que las marchas del Orgullo llenen las calles de alegría en lugar de miedo, donde los jóvenes puedan acceder a la información y el apoyo que necesitan, y donde cada ciudadano pueda vivir de manera segura.
El Gobierno de Víktor Orbán puede creer que al restringir las manifestaciones y limitar las libertades está protegiendo los valores tradicionales. Nosotros creemos lo contrario. La verdadera fortaleza viene de abrazar la diversidad, no de suprimirla. La seguridad real viene de construir sociedades inclusivas donde todos tengan un papel en nuestro futuro común.
Lo que sucede en Budapest importa para toda Europa porque pone a prueba nuestro compromiso colectivo con los valores que afirmamos compartir. ¿Permitiremos que el miedo y la división definan el futuro de nuestro continente? ¿O nos mantendremos unidos por la Europa que ha sido un faro de esperanza durante generaciones: diversa, inclusiva y libre?
Los tres alcaldes europeos que acudimos a la marcha de Budapest hacemos un llamado a nuestros homólogos de todo el continente para que se unan a nosotros. No solo con palabras, sino con acciones. Organicen eventos del Orgullo que reciban a visitantes de toda Europa. Creen programas de intercambio que reúnan a jóvenes de diferentes países. Construyan redes de solidaridad que hagan imposible aislar y atacar a cualquier comunidad.
La Europa en la que creemos no tiene las fronteras cerradas y las voces silenciadas. En Europa, el amor se celebra, no se criminaliza. Es una Europa digna de los sacrificios hechos por las generaciones anteriores para construirla.
Estuvimos en Budapest porque allí de algún modo se está decidiendo el futuro de Europa. Y elegimos luchar juntos por la Europa en la que creemos.