La exposición ‘Fabular paisajes’, comisariada por Manuel Borja-Villel, Lluís A. Casanovas Blanco y Beatriz M. Hijazo, visibiliza en este formato el proyecto ‘Museo Habitat’, iniciativa institucional promovida por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña. Desplegada en el Pabellón Victoria Eugenia de Montjuïc y el Palau Moja del centro de la ciudad, la muestra se presenta como una plataforma crítica desde la que pensar no solo lo que exhiben los museos, sino, sobre todo, qué son, cómo funcionan y qué estructuras reproducen.Hasta ahora, las acciones visibles de ‘Museo habitado’ se reducen a un congreso en 2024 y esta primera gran muestra doble. No hay, al menos de momento, una hoja de ruta pública que defina su continuidad, sus competencias, ni su encaje orgánico dentro del sistema de museos catalán. Y, sin embargo, ya opera con identidad propia, con presupuesto institucional y con un uso estratégico de espacios emblemáticos como el Pabellón Victoria Eugenia, cerca del MNAC. El resultado es una iniciativa de alto perfil simbólico y político, pero que no termina de explicar cómo se articula con los procesos de transformación en marcha, como el largamente reivindicado proyecto de ampliación del mismo MNAC, que ha sido aprobado y planificado en ese mismo edificio que ahora ocupa esta muestra.Un proceso vivoCon enfoque coral, ‘Fabular paisajes’ entrelaza archivos, obras históricas y más de una veintena de producciones específicas para esta ocasión, muchas concebidas en diálogo directo con los contextos sociales, políticos y urbanos de Barcelona. La exposición no persigue un discurso cerrado, sino que se articula como un proceso vivo, con activaciones, ‘performances’ y encuentros que extienden sus preguntas más allá de los muros de la sala. La ambición teórica del proyecto se despliega con coherencia desde las obras expuestas: cuestionar el modelo de museo enciclopédico, desbordar las lógicas patrimoniales tradicionales y explorar formas de institucionalidad por venir. Tal como ha señalado Borja-Villel, el reto pasa por concebir el museo como «espacio de producción simbólica colectiva» y no solo como lugar de custodia o legitimación.Desde esa perspectiva, ‘Museo habitado’ plantea una crítica al régimen moderno de la representación y la musealización, que ha sido históricamente cómplice de procesos de colonización, exclusión y desposesión. Sin embargo, la impresión general del espacio expositivo no acompaña esa ambición. El Pabellón, más cercano en apariencia a un recinto ferial que a un museo equipado, presenta limitaciones evidentes en términos de condiciones ambientales y conservación y montaje de obras, lo que confiere al conjunto un aspecto más próximo a una bienal efímera que a una exposición institucional consolidada con unos objetivos pretenciosos.Una de las piezas que mejor sintetiza la complejidad temática es ‘La Pedrera de Montjuïc’ (1887), de Santiago Rusiñol, obra que documenta visualmente el proceso extractivo sobre el territorio en un momento clave para la modernización urbanística de la ciudad. Capas sobre capas. En las imágenes, detalles del montaje de ‘Habitar paisajes’ en el Pabellón Victoria Eugenia y el Palau Moja ABCUna pieza fundamental de la Colección de Liliana Godia que ha sido ampliamente exhibida en la ciudad, así como en diversos puntos del planeta como préstamo para exposiciones temporales. Frente a esta mirada decimonónica aparece el diálogo disruptivo de ‘Outing Smith’, del colectivo El Palomar, o los dispositivos de representación crítica de ‘Story Line’, de Mabel Palacín. También destacan los dos proyectos de Paula Artés, una de las artistas que más fuerza conceptual despliega en la muestra, y el de M’barek Bouhchichi, ambos producidos para esta ocasión. La contundencia de los trabajos se aprecia también en las piezas de Aline Motta, Domènec o David Bestué , cuyas obras dialogan, no siempre de forma articulada, con un conjunto de piezas históricas que van desde el arte románico hasta el Modernismo catalán. Entre ellas, destacan el Frontal de Sant Cebrià de Cabanyes (siglo XIV), la ‘Majestad’ de Sant Boi de Lluçanès (siglo XII), o un paisaje de Modest Urgell procedentes todos de colecciones públicas y privadas con una gran lista de exposiciones a sus espaldas, junto a obras del Museo del Prado o del MNCARS.La voluntad de confrontar genealogías institucionales resulta evidente, aunque no siempre esté acompañada de una narrativa expositiva que las vertebre con claridad. Llama la atención que piezas de este calibre se expongan de manera tan precaria, en condiciones que no garantizan ni su lectura adecuada ni su conservación.En este sentido, esta crítica no apunta tanto a la calidad de los contenidos de ‘Fabular paisajes’, ni a la voluntad legítima de explorar nuevos modelos curatoriales. Lo que se cuestiona es su ejecución y el modelo de institucionalización elegido: uno que se proyecta como alternativo, pero que elude, o al menos posterga, la transformación o adecuación de las instituciones existentes que ya se encuentran trabajando en ello con programas sólidos y estructuras. ¿Hasta qué punto puede construirse una nueva institución sin rendir cuentas de su función, su alcance o su sostenibilidad? ¿No sería más valiente y eficaz comprometerse con el cambio desde dentro de las estructuras que ya tienen legitimidad, colección y cuerpo técnico consolidado?El uso del término ‘museo’ para un proyecto aún en construcción, sin una colección estable ni una estructura institucional definida plantea dudas legítimas sobre la relación entre discurso y estructura. Si a ese concepto le añadimos el término ‘habitado’, desde una construcción precaria sin las condiciones adecuadas, la ironía se vuelve evidente. La exposición es valiosa, incluso necesaria, pero cabe preguntarse si no contribuye, paradójicamente, a la fragmentación del ya complejo ecosistema museístico catalán, en lugar de fortalecerlo. Y, sobre todo, si estas iniciativas no acaban generando una suerte de excepcionalidad simbólica que convive con la inercia de los museos existentes sin llegar a transformarlos.Porque el problema no es que ‘Fabular paisajes’ sea una propuesta experimental, ni que se plantee como un ensayo institucional. El problema es que se haga al margen de un proceso articulado de reforma estructural, como si imaginar nuevos mundos fuera más urgente que habitar críticamente el que ya tenemos. Como ha advertido el propio Borja-Villel, «no se trata de cambiar una colección por otra, sino de cambiar el marco». Pero para cambiar el marco, hace falta estar dentro de él, no construir otro al lado.Por eso es fundamental que el MNAC pueda culminar su ampliación con todas las garantías políticas, técnicas y presupuestarias y dar continuidad a un programa sólido. Porque si algo demuestra ‘Fabular paisajes’ es que hay talento, pensamiento crítico y voluntad curatorial de sobra. ‘Museo habitado. Fabular paisajes’ Colectiva. Pabellón Victoria Eugenia. Barcelona. Plaza Carles Buigas, 7. Palau Moja. Barcelona. C/ Portaferrissa, 1. Comisarios: Manuel Borja-Villel, Lluís A.Casanovas Blanco y Beatriz M. Hijazo. Hasta el 5 de octubre. Dos estrellas.Lo que falta es una estructura pública capaz de sostenerlo a largo plazo. La ampliación del MNAC no es solo cuestión de espacio: es una oportunidad de futuro que merece ser protegida. No con instituciones paralelas, sino con instituciones que se atrevan a propiciar su transformación. La exposición ‘Fabular paisajes’, comisariada por Manuel Borja-Villel, Lluís A. Casanovas Blanco y Beatriz M. Hijazo, visibiliza en este formato el proyecto ‘Museo Habitat’, iniciativa institucional promovida por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña. Desplegada en el Pabellón Victoria Eugenia de Montjuïc y el Palau Moja del centro de la ciudad, la muestra se presenta como una plataforma crítica desde la que pensar no solo lo que exhiben los museos, sino, sobre todo, qué son, cómo funcionan y qué estructuras reproducen.Hasta ahora, las acciones visibles de ‘Museo habitado’ se reducen a un congreso en 2024 y esta primera gran muestra doble. No hay, al menos de momento, una hoja de ruta pública que defina su continuidad, sus competencias, ni su encaje orgánico dentro del sistema de museos catalán. Y, sin embargo, ya opera con identidad propia, con presupuesto institucional y con un uso estratégico de espacios emblemáticos como el Pabellón Victoria Eugenia, cerca del MNAC. El resultado es una iniciativa de alto perfil simbólico y político, pero que no termina de explicar cómo se articula con los procesos de transformación en marcha, como el largamente reivindicado proyecto de ampliación del mismo MNAC, que ha sido aprobado y planificado en ese mismo edificio que ahora ocupa esta muestra.Un proceso vivoCon enfoque coral, ‘Fabular paisajes’ entrelaza archivos, obras históricas y más de una veintena de producciones específicas para esta ocasión, muchas concebidas en diálogo directo con los contextos sociales, políticos y urbanos de Barcelona. La exposición no persigue un discurso cerrado, sino que se articula como un proceso vivo, con activaciones, ‘performances’ y encuentros que extienden sus preguntas más allá de los muros de la sala. La ambición teórica del proyecto se despliega con coherencia desde las obras expuestas: cuestionar el modelo de museo enciclopédico, desbordar las lógicas patrimoniales tradicionales y explorar formas de institucionalidad por venir. Tal como ha señalado Borja-Villel, el reto pasa por concebir el museo como «espacio de producción simbólica colectiva» y no solo como lugar de custodia o legitimación.Desde esa perspectiva, ‘Museo habitado’ plantea una crítica al régimen moderno de la representación y la musealización, que ha sido históricamente cómplice de procesos de colonización, exclusión y desposesión. Sin embargo, la impresión general del espacio expositivo no acompaña esa ambición. El Pabellón, más cercano en apariencia a un recinto ferial que a un museo equipado, presenta limitaciones evidentes en términos de condiciones ambientales y conservación y montaje de obras, lo que confiere al conjunto un aspecto más próximo a una bienal efímera que a una exposición institucional consolidada con unos objetivos pretenciosos.Una de las piezas que mejor sintetiza la complejidad temática es ‘La Pedrera de Montjuïc’ (1887), de Santiago Rusiñol, obra que documenta visualmente el proceso extractivo sobre el territorio en un momento clave para la modernización urbanística de la ciudad. Capas sobre capas. En las imágenes, detalles del montaje de ‘Habitar paisajes’ en el Pabellón Victoria Eugenia y el Palau Moja ABCUna pieza fundamental de la Colección de Liliana Godia que ha sido ampliamente exhibida en la ciudad, así como en diversos puntos del planeta como préstamo para exposiciones temporales. Frente a esta mirada decimonónica aparece el diálogo disruptivo de ‘Outing Smith’, del colectivo El Palomar, o los dispositivos de representación crítica de ‘Story Line’, de Mabel Palacín. También destacan los dos proyectos de Paula Artés, una de las artistas que más fuerza conceptual despliega en la muestra, y el de M’barek Bouhchichi, ambos producidos para esta ocasión. La contundencia de los trabajos se aprecia también en las piezas de Aline Motta, Domènec o David Bestué , cuyas obras dialogan, no siempre de forma articulada, con un conjunto de piezas históricas que van desde el arte románico hasta el Modernismo catalán. Entre ellas, destacan el Frontal de Sant Cebrià de Cabanyes (siglo XIV), la ‘Majestad’ de Sant Boi de Lluçanès (siglo XII), o un paisaje de Modest Urgell procedentes todos de colecciones públicas y privadas con una gran lista de exposiciones a sus espaldas, junto a obras del Museo del Prado o del MNCARS.La voluntad de confrontar genealogías institucionales resulta evidente, aunque no siempre esté acompañada de una narrativa expositiva que las vertebre con claridad. Llama la atención que piezas de este calibre se expongan de manera tan precaria, en condiciones que no garantizan ni su lectura adecuada ni su conservación.En este sentido, esta crítica no apunta tanto a la calidad de los contenidos de ‘Fabular paisajes’, ni a la voluntad legítima de explorar nuevos modelos curatoriales. Lo que se cuestiona es su ejecución y el modelo de institucionalización elegido: uno que se proyecta como alternativo, pero que elude, o al menos posterga, la transformación o adecuación de las instituciones existentes que ya se encuentran trabajando en ello con programas sólidos y estructuras. ¿Hasta qué punto puede construirse una nueva institución sin rendir cuentas de su función, su alcance o su sostenibilidad? ¿No sería más valiente y eficaz comprometerse con el cambio desde dentro de las estructuras que ya tienen legitimidad, colección y cuerpo técnico consolidado?El uso del término ‘museo’ para un proyecto aún en construcción, sin una colección estable ni una estructura institucional definida plantea dudas legítimas sobre la relación entre discurso y estructura. Si a ese concepto le añadimos el término ‘habitado’, desde una construcción precaria sin las condiciones adecuadas, la ironía se vuelve evidente. La exposición es valiosa, incluso necesaria, pero cabe preguntarse si no contribuye, paradójicamente, a la fragmentación del ya complejo ecosistema museístico catalán, en lugar de fortalecerlo. Y, sobre todo, si estas iniciativas no acaban generando una suerte de excepcionalidad simbólica que convive con la inercia de los museos existentes sin llegar a transformarlos.Porque el problema no es que ‘Fabular paisajes’ sea una propuesta experimental, ni que se plantee como un ensayo institucional. El problema es que se haga al margen de un proceso articulado de reforma estructural, como si imaginar nuevos mundos fuera más urgente que habitar críticamente el que ya tenemos. Como ha advertido el propio Borja-Villel, «no se trata de cambiar una colección por otra, sino de cambiar el marco». Pero para cambiar el marco, hace falta estar dentro de él, no construir otro al lado.Por eso es fundamental que el MNAC pueda culminar su ampliación con todas las garantías políticas, técnicas y presupuestarias y dar continuidad a un programa sólido. Porque si algo demuestra ‘Fabular paisajes’ es que hay talento, pensamiento crítico y voluntad curatorial de sobra. ‘Museo habitado. Fabular paisajes’ Colectiva. Pabellón Victoria Eugenia. Barcelona. Plaza Carles Buigas, 7. Palau Moja. Barcelona. C/ Portaferrissa, 1. Comisarios: Manuel Borja-Villel, Lluís A.Casanovas Blanco y Beatriz M. Hijazo. Hasta el 5 de octubre. Dos estrellas.Lo que falta es una estructura pública capaz de sostenerlo a largo plazo. La ampliación del MNAC no es solo cuestión de espacio: es una oportunidad de futuro que merece ser protegida. No con instituciones paralelas, sino con instituciones que se atrevan a propiciar su transformación.
La exposición ‘Fabular paisajes’, comisariada por Manuel Borja-Villel, Lluís A. Casanovas Blanco y Beatriz M. Hijazo, visibiliza en este formato el proyecto ‘Museo Habitat’, iniciativa institucional promovida por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña. Desplegada en el Pabellón Victoria Eugenia … de Montjuïc y el Palau Moja del centro de la ciudad, la muestra se presenta como una plataforma crítica desde la que pensar no solo lo que exhiben los museos, sino, sobre todo, qué son, cómo funcionan y qué estructuras reproducen.
Hasta ahora, las acciones visibles de ‘Museo Hábitat’ se reducen a un congreso en 2024 y esta primera gran muestra doble. No hay, al menos de momento, una hoja de ruta pública que defina su continuidad, sus competencias, ni su encaje orgánico dentro del sistema de museos catalán. Y, sin embargo, ya opera con identidad propia, con presupuesto institucional y con un uso estratégico de espacios emblemáticos como el Pabellón Victoria Eugenia, cerca del MNAC. El resultado es una iniciativa de alto perfil simbólico y político, pero que no termina de explicar cómo se articula con los procesos de transformación en marcha, como el largamente reivindicado proyecto de ampliación del mismo MNAC, que ha sido aprobado y planificado en ese mismo edificio que ahora ocupa esta muestra.
Un proceso vivo
Con enfoque coral, ‘Fabular paisajes’ entrelaza archivos, obras históricas y más de una veintena de producciones específicas para esta ocasión, muchas concebidas en diálogo directo con los contextos sociales, políticos y urbanos de Barcelona.
La exposición no persigue un discurso cerrado, sino que se articula como un proceso vivo, con activaciones, ‘performances’ y encuentros que extienden sus preguntas más allá de los muros de la sala. La ambición teórica del proyecto se despliega con coherencia desde las obras expuestas: cuestionar el modelo de museo enciclopédico, desbordar las lógicas patrimoniales tradicionales y explorar formas de institucionalidad por venir. Tal como ha señalado Borja-Villel, el reto pasa por concebir el museo como «espacio de producción simbólica colectiva» y no solo como lugar de custodia o legitimación.
Desde esa perspectiva, ‘Museo Habitat’ plantea una crítica al régimen moderno de la representación y la musealización, que ha sido históricamente cómplice de procesos de colonización, exclusión y desposesión. Sin embargo, la impresión general del espacio expositivo no acompaña esa ambición. El Pabellón, más cercano en apariencia a un recinto ferial que a un museo equipado, presenta limitaciones evidentes en términos de condiciones ambientales y conservación y montaje de obras, lo que confiere al conjunto un aspecto más próximo a una bienal efímera que a una exposición institucional consolidada con unos objetivos pretenciosos.
Una de las piezas que mejor sintetiza la complejidad temática es ‘La Pedrera de Montjuïc’ (1887), de Santiago Rusiñol, obra que documenta visualmente el proceso extractivo sobre el territorio en un momento clave para la modernización urbanística de la ciudad.



En las imágenes, detalles del montaje de ‘Habitar paisajes’ en el Pabellón Victoria Eugenia y el Palau Moja
ABC
Una pieza fundamental de la Colección de Liliana Godia que ha sido ampliamente exhibida en la ciudad, así como en diversos puntos del planeta como préstamo para exposiciones temporales. Frente a esta mirada decimonónica aparece el diálogo disruptivo de ‘Outing Smith’, del colectivo El Palomar, o los dispositivos de representación crítica de ‘Story Line’, de Mabel Palacín. También destacan los dos proyectos de Paula Artés, una de las artistas que más fuerza conceptual despliega en la muestra, y el de M’barek Bouhchichi, ambos producidos para esta ocasión.
La contundencia de los trabajos se aprecia también en las piezas de Aline Motta,Domènec o David Bestué, cuyas obras dialogan, no siempre de forma articulada, con un conjunto de piezas históricas que van desde el arte románico hasta el Modernismo catalán. Entre ellas, destacan el Frontal de Sant Cebrià de Cabanyes (siglo XIV), la ‘Majestad’ de Sant Boi de Lluçanès (siglo XII), o un paisaje de Modest Urgell procedentes todos de colecciones públicas y privadas con una gran lista de exposiciones a sus espaldas, junto a obras del Museo del Prado o del MNCARS.
La voluntad de confrontar genealogías institucionales resulta evidente, aunque no siempre esté acompañada de una narrativa expositiva que las vertebre con claridad. Llama la atención que piezas de este calibre se expongan de manera tan precaria, en condiciones que no garantizan ni su lectura adecuada ni su conservación.
En este sentido, esta crítica no apunta tanto a la calidad de los contenidos de ‘Fabular paisajes’, ni a la voluntad legítima de explorar nuevos modelos curatoriales. Lo que se cuestiona es su ejecución y el modelo de institucionalización elegido: uno que se proyecta como alternativo, pero que elude, o al menos posterga, la transformación o adecuación de las instituciones existentes que ya se encuentran trabajando en ello con programas sólidos y estructuras. ¿Hasta qué punto puede construirse una nueva institución sin rendir cuentas de su función, su alcance o su sostenibilidad? ¿No sería más valiente y eficaz comprometerse con el cambio desde dentro de las estructuras que ya tienen legitimidad, colección y cuerpo técnico consolidado?
El uso del término ‘museo’ para un proyecto aún en construcción, sin una colección estable ni una estructura institucional definida plantea dudas legítimas sobre la relación entre discurso y estructura. Si a ese concepto le añadimos el término ‘hábitat’, desde una construcción precaria sin las condiciones adecuadas, la ironía se vuelve evidente. La exposición es valiosa, incluso necesaria, pero cabe preguntarse si no contribuye, paradójicamente, a la fragmentación del ya complejo ecosistema museístico catalán, en lugar de fortalecerlo. Y, sobre todo, si estas iniciativas no acaban generando una suerte de excepcionalidad simbólica que convive con la inercia de los museos existentes sin llegar a transformarlos.
Porque el problema no es que ‘Fabular paisajes’ sea una propuesta experimental, ni que se plantee como un ensayo institucional. El problema es que se haga al margen de un proceso articulado de reforma estructural, como si imaginar nuevos mundos fuera más urgente que habitar críticamente el que ya tenemos. Como ha advertido el propio Borja-Villel, «no se trata de cambiar una colección por otra, sino de cambiar el marco». Pero para cambiar el marco, hace falta estar dentro de él, no construir otro al lado.
Por eso es fundamental que el MNAC pueda culminar su ampliación con todas las garantías políticas, técnicas y presupuestarias y dar continuidad a un programa sólido. Porque si algo demuestra ‘Fabular paisajes’ es que hay talento, pensamiento crítico y voluntad curatorial de sobra.
‘Museo hábitat. Fabular paisajes’
Colectiva. Pabellón Victoria Eugenia. Barcelona. Plaza Carles Buigas, 7. Palau Moja. Barcelona. C/ Portaferrissa, 1. Comisarios: Manuel Borja-Villel, Lluís A.Casanovas Blanco y Beatriz M. Hijazo. Hasta el 5 de octubre. Dos estrellas.
Lo que falta es una estructura pública capaz de sostenerlo a largo plazo. La ampliación del MNAC no es solo cuestión de espacio: es una oportunidad de futuro que merece ser protegida. No con instituciones paralelas, sino con instituciones que se atrevan a propiciar su transformación.
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