Le impone su ajedrez duro a la genialidad de Anand en la final de León

La tendencia a más eficacia y menos brillo afecta con frecuencia al ajedrez, como al fútbol. Así ocurrió este domingo en la final del XXXVIII Magistral Ciudad de León, nada apasionante, en contra de lo esperado. El vietnamita Quang Liem Le, de 34 años, granito puro, técnica virtuosa, alérgico al error y la imprecisión, tumbó con relativa facilidad (3-1; el duelo ya estaba decidido tras la 3ª partida) a uno de los mejores de la historia, el indio Viswanathan Anand, de 55, pentacampeón del mundo y diez veces ganador en León.

Todo apuntaba a otro domingo de julio con ajedrez magnifico en el imponente Auditorio de León, como cada año por estas fechas. Más de un centenar de participantes en el torneo relámpago del piso de arriba. Espectadores llegados de diferentes lugares de España en el vestíbulo y el patio de butacas. El prodigio argentino Faustino Oro, de 11 años, a quien parece que comentar en directo le gusta casi tanto como jugar, volvió a sentarse junto a los comentaristas profesionales Pepe Cuenca y Sergio Estremera; e hizo lo mismo que la víspera: tomar el mando de la narración, como si el veterano fuera él. Y si alguien deseaba estirar las piernas podía hacerlo admirando los retratos de todas las campeonas del mundo de la historia firmados por la pintora Nistal Mayorga en la exposición Miradas de campeonas. La nota triste fue el minuto de silencio por el gran maestro Zenón Franco, gran colaborador del Magistral a lo largo de su historia, fallecido el 30 de septiembre, y Manuel García Cob, presidente de la Federación de Ajedrez de Castilla y León, quien murió el 29 de mayo.

Pero, tras el saque de honor de Vicente Canuria, concejal de Deportes del Ayuntamiento de León (principal patrocinador), el combate en el tablero no tuvo la emoción enorme del viernes, cuando Anand tumbó a Oro sólo en el desempate relámpago, ni la alta calidad técnica del aburrido duelo del sábado entre Le y el ídolo leonés Jaime Santos. El indio obtuvo una ventaja microscópica en el primer asalto, pero insuficientes a todas luces para horadar el granito vietnamita. Tablas sin mucha historia.

La catástrofe para el multicampeón acaeció en la segunda partida cuando, en una posición compleja, tuvo un error de concentración, que provocó otro táctico, y quedó casi perdido: “Luego he tenido alguna oportunidad de salvarme a pesar de todo, pero estaba tan irritado conmigo mismo que era incapaz de calcular variantes”, confesó después en la sala de prensa. Justo en esos momentos de ira, una mosca sobrevoló con insistencia el tablero molestando a ambos jugadores, pero el indio tenía motivos mucho más graves para estar mosqueado.

Su irá debía de ser muy grande porque perduró en la tercera partida, que Anand también jugó muy por debajo de su nivel habitual, y volvió a perder. Para cumplir con el reglamento, hubo que disputar la cuarta, que fue otro empate sin sustancia, a pesar de que el torneo ya estaba decidido.

Le fue muy caballeroso en sus manifestaciones: “He sabido aprovechar mis oportunidades tras tener el honor de jugar la final con una leyenda viva, cuyas partidas estudiaba en profundidad cuando yo era niño. Y estoy encantado con la ciudad y el ambiente del torneo”. Por contrato, el ganador de cada edición tiene garantizada la invitación para la siguiente. La organización no ha decidido aún si volverá a invitar al prodigioso Oro, pero sería sorprendente que no lo hiciera. Cabe preguntarse entonces si, en sólo un año, a los 12, el genio en ciernes será capaz de romper el granito vietnamita.